Formaciones Socialistas
viicky_cortes0929 de Agosto de 2013
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Formacion socialista de china
LA GRAN REVOLUCION SOCIALISTA EN CHINA. 1949
Los maoístas de Bolivia, celebramos alborozados este primero de noviembre DE 2010, el 61º . Aniversario de la Gran Revolución China
La gran revolución democrático-popular en China que culminaría con la toma del poder en 1949, tuvo su inicio en el año de 1921, cuando un grupo de revolucionarios funda el Partido Comunista de China, PCCh.
En esta histórica oportunidad, estuvieron presentes el Presidente Mao Tse-tung, Dong Pi-Whu, junto a otros que después desviarían la lucha siendo separados del Partido. Los dirigentes del nuevo Partido que se había organizado a instancias de la III Internacional, consideraban necesario seguir un tanto mecánicamente las experiencias de la Revolución de Octubre centrando la actividad en los círculos de obreros y proletarios de las grandes ciudades chinas como Shangai, Pekín o Nanking. Esta política condujo, efectivamente, a una serie de derrotas que pusieron en serio riesgo a la existencia misma del joven movimiento revolucionario.
Siguiendo esa línea, en el otoño e invierno de 1926, los organismos dirigentes del Partido decidieron iniciar la rebelión, pero, cálculos erróneos sobre la descomposición del enemigo y lo inoportuno del comienzo de las acciones, llevaron a un completo fracaso. Al año siguiente, en febrero de 1927, se produjo la insurrección de Cantón, cuando un ejército revolucionario se preparaba para ocupar la ciudad. El Partido Comunista se lanzó a la lucha proclamando una enorme huelga en la que participaron 80 000 trabajadores. La incorrecta coordinación entre el ejército revolucionario y los combatientes de la ciudad, condujo a otro fracaso de proporciones muy grandes.
Finalmente, en marzo del mismo año, se produjo la tercera insurrección de Shanghai, en circunstancias en que el Ejército Nacional Revolucionario se acercaba a la ciudad y por otro lado las masas obreras decididas a la lucha se lanzan a la rebelión. Esta vez, los huelguistas llegan a 800 000. Después de encarnizados combates, los rebeldes triunfan tomando la ciudad y poniendo en fuga a los enemigos que tuvieron que refugiarse en las concesiones extranjeras de la ciudad.
Todas estas derrotas y algunos triunfos locales, se deben, en primer lugar a la colaboración que, durante estos años, se establece entre el Kuomintang (El Partido Nacionalista) del viejo líder Sun Yat-sen y el Partido Comunista. Sin embargo, en el seno del Kuomintang anidaba una fracción ultraderechista y reaccionaria liderada por Chiang Kai-shek, la misma que comenzó e realizar una tarea destinada a socavar la alianza dentro del Kuomintang propiciada por el venerable Sun. De esta manera, utilizando a los sectores reaccionarios del ejército, Chiang ahogó en sangre el levantamiento victorioso de Shangai al que siguió una feroz represión en la misma ciudad y en todo el país.
A comienzos de 1928, se estableció una nueva alianza, esta vez entre la fracción reaccionaria del Kuomintang y las fuerzas armadas imperialistas estacionadas en China y que la habían convertido en una verdadera colonia. El 3 de mayo de ese mismo año, tropas japonesas entraron en Shantung destruyendo la ciudad de Tsi-nan y matando más de mil personas. La enorme ola revolucionaria de los años 25-28 concluyó en una gran derrota del movimiento revolucionario, ocasionada por la traición de Chiang y su fracción kuomintanista que desde entonces quedaría como la guarida de toda la reacción china pues los elementos patriotas se retiraron brindando su apoyo al Partido Comunista; así como por la línea errónea propiciada por la dirección del Partido, como pasaremos a ver.
Después de tan catastróficas derrotas, los restos de las fuerzas revolucionarias al mando de Mao Tse-tung y Chu Teh, se retiraron a las montañas de Ching-kang, para dar comienzo a la guerra de guerrillas. En un giro táctico de valor estratégico decisivo, en la práctica, por resolución de Mao, se traslada el núcleo de los enfrentamientos de la ciudad al campo y allí se establecen fuertes bases de apoyo campesino. Comienza a crecer el “poder rojo” del pueblo chino en el seno mismo de las inmensas masas campesinas en un período que va desde la derrota de 1928 a la invasión japonesa de 1931.
Pretextando la desaparición de un capitán japonés de nombre Nakamura a manos de “bandidos”, las tropas niponas estacionadas en Manchuria, cruzan el puente llamado Liu-Tiao-Kow, dando comienzo a la guerra chino-japonesa. Durante la noche del 18 de septiembre, una columna japonesa ataca Mukden, mientras las tropas chinas que tenían ordenes de no ofrecer resistencia y dejarse desarmar, pasaban a la pasividad completa.
En menos de tres meses y como resultado de la política entreguista y traidora del gobierno central, China perdió ante el Japón, varias decenas de ciudades y la integridad de tres provincias. La capitulación del Kuomintang frente el agresor era casi total, pero, contrariamente, el pueblo y las masas clamaban por un movimiento nacional-popular de resistencia para la salvación de la patria.
En lugar de luchar contra los japoneses que seguían penetrando en China, Chiang Kai-shek, mandaba a sus generales a combatir a los comunistas y no sólo eso, sino que, además, reprimía brutalmente al pueblo que se manifestaba por la unidad nacional contra el agresor militarista japonés.
En enero de 1932, el Japón ensoberbecido por sus triunfos gratuitos frente a un régimen corrupto, decidió seguir su agresión hacia el sur de China. El objetivo inmediato era la toma de Shangai que era resguardado por el 19 Cuerpo de Ejercito el mismo que resistió heroicamente el embate japonés. La defensa de Shangai fue exitosa y los japoneses fueron rechazados. Los éxitos de la resistencia del 19 cuerpo, fueron posibles gracias a la ayuda del pueblo y a la resuelta intervención del Partido Comunista Chino que participó en los combates.
El gobierno traidor de Chiang, mientras tanto, ordenaba a la flota china en sentido de no atacar a las embarcaciones japoneses con el objeto de mantener relaciones «amistosas con el Japón», cuando éste ya tenía ocupada la mitad de China.
El 5 de mayo del 32, el Kuomintang, siguiendo con su política pro-japonesa, negoció un «armisticio» en virtud del cual se permitía al Japón mantener tropas en Shangai, en cambio las tropas chinas no tenían «autorización» para entrar en la ciudad mientras no se restableciere en ella «la normalidad».
Como explicábamos líneas arriba, en el seno del Partido Comunista de China, había estallado una enconada disputa de carácter estratégico entre aquellos comunistas que, siguiendo las orientaciones de la Internacional Comunista (IC), pretendían con insistencia volcar el núcleo del trabajo político revolucionario a las grandes ciudades, es decir en los centros proletarios y los otros que, al mando de Mao Tse-tung, habían ya centrado el trabajo en las zonas rurales. Oficialmente, por esta época, el partido se hallaba dirigido por Chen Tu-siu, empero debido a los rotundos fracasos de las insurrecciones urbanas ya conocidas por nosotros, fue sustituido por Li Li-san, el mismo que persistió en los errores de dogmatismo para ser reemplazado por el conocido Wang Ming, llegado directamente de Moscú a hacerse cargo de la sección china de la Internacional Comunista.
Sin embargo, los problemas de la revolución china, no sólo eran debatidos por los comunistas chinos, también la Internacional Comunista con sus grandes líderes discutía apasionadamente la complejidad de la primera revolución en el mundo colonial de la época. Para Stalin, en China debía seguirse el camino ya trazado por la revolución rusa, es decir, trabajo entre los obreros: la fuerza principal y dirigente, para después conquistar el apoyo de las masas campesinas. Empero, como la clase obrera china era una ínfima minoría de la población en virtud del débil desarrollo capitalista de China, no quedaba otro remedio, por el momento, que ceder la hegemonía a la burguesía nacional en la lucha contra el imperialismo. En una palabra, continuar el trabajo de alianza con el Kuomintang, cuyo presidente ya no era Sun Yat-sen, sino el anticomunista Chiang Kai-shek.
También terciaba en la disputa teórica sobre China el dirigente Trotski, quien explicaba que en China sólo podía darse una revolución socialista, bajo la dictadura proletaria, planteando que, en vista de la debilidad y dependencia de la burguesía nacional china, debía ser el proletariado el que asuma la dirección del movimiento revolucionario. Para Trotski, debía ser el proletariado el que obligatoriamente sea, al mismo tiempo la principal fuerza motriz y el dirigente de la revolución. No contaba para nada --como siempre para el trotskismo-- el hecho de que la clase obrera china justamente por el escaso desarrollo capitalista de la formación social, era muy débil orgánicamente.
El euro-centrismo de la IC, era muy grande por aquellas épocas y nadie ponía en duda el principio según el cual la liberación de las colonias sería solamente el resultado de la revolución socialista de los países capitalistas adelantados. Ni Lenin pudo librarse completamente de aquella falsa óptica determinada, claro está, por la época, aunque en los últimos escritos de Lenin se puede entrever un cambio de perspectiva.
La crítica contemporánea de Mao, sobre todo propiciada por el revisionismo moscovita, hace énfasis en que el líder chino siempre fue un “campesino” y nunca un “proletario”. En torno
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