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Formas políticas y formación del Estado

minostresdosTrabajo12 de Enero de 2015

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Formas políticas y formación del Estado

En sus diez siglos de duración, el medioevo experimentó diversas formas políticas: los Imperios Carolingio y Romano Germánico; las ciudades-Estado, denominadas también repúblicas (Venecia y Florencia entre otras); las ciudades libres e imperiales y las uniones de ciudades (cantones suizos y Provincias Unidas holandesas). El imperio, con sus pretensiones de monarquía universal, fue el intento de revivir el esplendor del antiguo Imperio Romano fusionándolo con las pretensiones ecuménicas (mundiales) del cristianismo, que culminó con una división de hecho del feudalismo en dos polos de poder: el emperador, por un lado, y por el otro, el Papa y las crisis recurrentes de la doctrina católica, que finalizó en el cisma protestante. Finalmente, las monarquías feudales fueron la base real del sistema feudal y señorial y en su evolución marcarían la base del Estado moderno, cuya evolución fue de las monarquías dinásticas, autoritarias a las monarquías absolutas. Entre los siglos XV y XVIII, las formas políticas fueron la fusión de dos mentalidades: la feudal y la burguesa.

La combinación mencionada entre lo feudal y lo burgués es notoria en las monarquías absolutas, el llamado despotismo ilustrado, el parlamentarismo inglés y las primeras revoluciones burguesas de los Países Bajos e Inglaterra. Asimismo, tal es el carácter del sistema económico mercantilista y de las nuevas teorías del Estado. En este módulo podrás conocer a grandes rasgos la evolución política de los siglos III al XVIII, poco antes del inicio de las revoluciones burguesas

Las características del sistema político feudal

El sistema político feudal tuvo una etapa de incubación que transcurrió entre los siglos III y V d. C. Durante este periodo encontramos una lenta descomposición del Imperio Romano en sus aspectos territoriales: la militarización de sus fronteras obligó a aumentar impuestos y a la leva, permitiendo la entrada de pueblos de origen germánico para lograr tal fin.

En esta situación el antiguo poder político de Roma como imperio se destruyó. Las ciudades fueron atacadas por distintos invasores, a los cuales los romanos llamaron bárbaros, por no hablar latín. Esta situación de inseguridad llevó a una migración de las ciudades al campo.

Las fincas rurales de los patricios se convirtieron en un foco de atracción para los ciudadanos desplazados. El patricio ofrecía entonces protección, y a cambio de ella, solicitaba el trabajo necesario para que la tierra produjera. Esta situación, repetida en innumerables ocasiones en toda la extensión del Imperio, permitió que las ciudades perdieran importancia y al ocurrir esto, el sistema político imperial romano dejó de ser eficiente, y por lo tanto, se destruyó. Esto ocurrió entre los siglos III y V de nuestra era.

Otro factor importante fue el desarrollo del cristianismo. El emperador Constantino (274-337), mediante el Edicto de Milán, decretó la libertad religiosa y dejó al cristianismo como una religión legal al igual que la antigua religión romana.

Los germanos, pueblos que vivían en los límites nororientales del Imperio invadieron las tierras de Roma por varias razones: el acercamiento que habían tenido a la forma de vida de los romanos, que los incorporaron a sus ejércitos y les hicieron conocer los puntos débiles de la organización imperial. Asimismo, la invasión de los hunos que los presionaron durante el siglo IV, por lo que los primeros en atravesar las fronteras del Imperio Romano fueron los visigodos (376 d.C.). Posteriormente, ya rotas las fronteras romanas y caído el imperio, los germanos formaron reinos independientes (ostrogodos y lombardos en Italia, francos y burgundios en Francia, vándalos en el sur de España y norte de África y anglos, sajones y jutos en Inglaterra).

Los aportes de los diferentes pueblos bárbaros con tradiciones políticas propias implicaron una modificación total del Imperio en decadencia. Estos pueblos tenían una organización social y política con base en un jefe tanto de combate como de clan, el cual no podía ser considerado de ninguna forma un emperador. Al entrar en contacto con el imperio, estos jefes de clan se asentaron. La movilidad con la cual llegaron a Europa disminuyó y entonces se organizaron en unidades autosuficientes de producción y consumo, los cuales se llamaron feudos y se sobrepusieron a las fincas rurales romanas.

El feudalismo

Entre los siglos V y VII se desarrolló el feudalismo, el cual tenía como una característica principal que no existía un Estado ni una nación. Los feudos, como unidades autónomas y autosuficientes, surgieron alrededor de la posesión de la tierra por parte del señor, quien fundó su derecho a ella, tanto en las costumbres germanas como en los restos jurídicos del Imperio Romano. El poder se estableció a través de una serie de relaciones que implicaban, de parte del propietario de la tierra, la protección de las familias de campesinos, quienes a cambio ofrecieron fidelidad y trabajo. Este grupo social fue conocido como el de los siervos.

Entre los señores existieron otro tipo de vínculos, conocidos como vasallaje, que implicaba que un señor otorgaba tierras a cambio de auxilio en caso de inseguridad, pero sobre todo, se trataba de relaciones de sumisión, de acatamiento del inferior respecto al superior inmediato y mediato. Este sistema permitió establecer alianzas entre ellos y al señor con más alianzas se conoce como rey. El máximo desarrollo del sistema político feudal se produjo entre los siglos X y XIII. En cada región, el feudo se transformó en una estructura de poder territorial bajo la administración firme de un señor feudal que, aunque conservaba una relación feudo-vasallática (ceremonia de homenaje y juramento de fidelidad) con el rey u otro señor importante, en ocasiones impugnaba su jurisdicción (poder en ese territorio) e incluso la desafiaba, sobre todo si poseía una mayor riqueza. A los reinos surgidos en este periodo (siglos III y X) se conocen como reinos germánicos y el modelo principal por recordar fue el de Carlomagno (768-814).

El feudalismo del cual hablamos no se desarrolló firmemente hasta un periodo posterior al siglo XI y permitió la integración de numerosas unidades políticas territoriales autónomas, las cuales buscaron su cohesión a través de la cesión de parte de sus derechos en función de un nuevo tipo de gobierno. Algunos factores que contribuyeron a este modelo son

La inseguridad que avivaron las expansiones musulmana, normanda y eslava de los siglos VIII al IX.

La incapacidad de los señores de garantizar la defensa de su territorio.

La cesión de parte de sus tierras para conseguir aliados.

El trabajo de los siervos, no sólo en las labores agrícolas, sino en la producción de diferentes artículos necesarios para la subsistencia del feudo.

La necesidad de defensa del papado se materializó con un acuerdo entre el Papa León III y Carlomagno, quien a cambio de protegerlo fue nombrado emperador del Sacro Imperio. Carlomagno reorganizó el imperio creando marcas (zonas fronterizas de seguridad) a lo largo de su reino. Al morir Carlomagno, su imperio se dividió y luego se desintegró; entonces los funcionarios (marqueses y condes) exigieron que sus dominios fueran vitalicios y hereditarios. Las partes del imperio constituirían primero la base de los Estados territoriales y estos, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, forjarían a los Estados nacionales europeos.

La aparición de las ciudades medievales

Las ciudades no tuvieron importancia significativa dentro del mundo feudal hasta el siglo XII. Anterior a esta fecha las ciudades eran vestigios de los antiguos asentamientos y castrum romanos. Su importancia estaba condicionada por el subsidio del señor feudal que la poseía o por el patronazgo de alguna iglesia y sus reliquias, como es el caso de Santiago de Compostela, en España. Sin embargo desde el siglo XII el comercio cobró nuevamente importancia y fue la ciudad el espacio propicio para desarrollarse. Asimismo se impulsarán en ellas los gremios, asociaciones de artesanos dedicados a una misma actividad y poco a poco ganó importancia económica, lo que le permitió un desarrollo político y militar al margen del mundo feudal. La ciudad ofrecía a sus habitantes formas de solidaridad social y cultural. Los grandes proyectos de construcción, como era el caso de las catedrales góticas, incrementaron la mano de obra y la población urbana creció por la llegada de inmigrantes de zonas rurales que buscaban empleo.

Aparición de la corte

El poder político siempre se asoció a la tierra. En el mundo feudal no existían ciudadanos, es decir, individuos con capacidad política para intervenir en los asuntos de gobierno, integrándose sólo como siervos, que eran trabajadores sin derechos y dependientes totalmente de la voluntad del señor feudal.

Asimismo, los vasallos, tanto civiles como eclesiásticos del señor, elegían y daban, además del auxilio militar, el consejo frente a guerras o problemas de gobierno. Sin embargo, recordemos que los vasallos también eran señores, aunque dependientes de aquel que se nombraba rey. Paulatinamente, los funcionarios carolingios (principalmente eclesiásticos) y después los vasallos lograron que su control sobre la tierra fuera primero vitalicio y luego hereditario, con lo cual apareció la nobleza feudal, misma que se integró a partir del Renacimiento en las monarquías con el nombre de Corte.

El papel de la Iglesia

La religión estructurada en la Iglesia se convirtió en una característica fundamental del feudalismo europeo. Desde Carlomagno,

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