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GRAN HUELGA BANANERA


Enviado por   •  15 de Julio de 2011  •  7.688 Palabras (31 Páginas)  •  1.854 Visitas

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Compañeros:

Vengo gustoso a intervenir en esta asamblea de solidaridad con los huelguistas de Puerto González Víquez, y lo hago en mi condición de costarricense, de ex-trabajador de la United Fruit Company, de ex-dirigente de la Federación de Trabajadores Bananeros del Atlántico y luego de la Federación de Trabajadores Bananeros del Pacífico, y también en mi condición de dirigente de la gran huelga bananera de 1934.

Con ocasión de la lucha huelguística que hoy están librando los trabajadores bananeros allá en el Sur, yo quiero que hagamos esta noche algunos recuerdos de luchas pasadas, para que los jóvenes aquí presentes sepan qué experiencias ha hecho la clase trabajadora costarricense en sus relaciones con la United Fruit, y, sobre todo, para que conozcan cómo han sabido luchar siempre los trabajadores de las bananeras en Costa Rica.

Antes de 1934, la vida en las bananeras de la United era un horrible infierno comparada con la vida que hoy hacen los trabajadores en esas mismas bananeras; y ya esto es mucho decir, porque son infames las condiciones de vida que hoy soportan allí los trabajadores. Yo llegué muy muchacho a la zona bananera. Algunas de mis experiencias de ese tiempo se conocen a través de mi libro "Mamita Yunai", allí está reflejada en parte la dura y humillante vida que entonces soportábamos en la zona bananera del Atlántico. En ese libro simulo la existencia de un Dispensario en Andrómeda, porque me interesaba exhibir el Dispensario y el "doctor" que posteriormente conocí en la hacienda Pejibaye, propiedad entonces de la misma empresa imperialista, en la provincia de Cartago. Pero en las inmensas bananeras del Atlántico, en aquel tiempo, no existía un solo Dispensario ni se conocían servicios médicos de ninguna clase, exceptuando el Hospital de Limón; mas en las lejanas bananeras el trabajador tenía que comprar de su propia bolsa hasta las ínfimas pastillas de quinina que necesitaba. Vivíamos en pocilgas, no se conocían los servicios higiénicos. Los "comisariatos", a través de los cuales la United ejercía el absoluto monopolio del comercio en toda la región bananera, vendían todos los artículos de la calidad que se les antojaba y a los precios más escandalosos, a pesar de que, con la tolerancia de nuestros gobiernos, la Compañía no pagaba por la importación de esos artículos impuestos de ninguna clase. ¡Infames, pero jugosas ganancias realizaba entonces la millonada United Fruit Company —y ha vuelto a realizar ahora— exprimiendo a los trabajadores en sus famosos "comisariatos"!

Por otra parte, la United, que ha sabido siempre defender muy bien sus grandes intereses en Costa Rica (y que ha contado siempre, para eso, con la alcahuetería lacayuna de nuestros gobernantes y con el servilismo vergonzoso y antipatriótico de nuestros periódicos burgueses y el de casi todos los periodistas costarricenses), tenía entonces organizada la producción en el Atlántico en forma muy singular. Su política era la de crear finqueros particulares, hacendados criollos. Les alquilaba tierra y adelantaba dinero; y si poseían tierra, simplemente les facilitaba el dinero que necesitaban para levantar la plantación bananera. Pero, en todo caso, obligándolos a firmar leoninos contratos redactados por los propios abogados de la Compañía, según los cuales esos finqueros particulares quedaban comprometidos a vender su banano exclusivamente a la United Fruit Company, aun ínfimo precio señalado por racimo recibido (óigase bien: por racimo re-ci-bi-do), menos un porcentaje que les rebajaba en cada racimo como abono a la deuda contraída. Así surgieron en la zona Atlántica centenares de plantaciones particulares, entre grandes haciendas y pequeñas fincas. Y de esta manera la United Fruit Company, que ha monopolizado siempre el mercado bananero de los Estados Unidos, podía entonces maniobrar en ese mercado a expensas de esos finqueros particulares (porque a veces, cuando en el mercado yanqui el precio del banano tendía a la baja, a la United le convenía más botar el banano aquí, ya que el banano botado así no lo perdía ella, sino el finquero nacional). Todo estaba organizado con miras a facilitar esas infames maniobras. La Gerencia giraba siempre, con la necesaria anticipación, la orden de "corta" a los finqueros particulares, fijándoles día y hora de entrega; cada finquero estaba obligado a reportar inmediatamente el número de racimos que podía entregar para esa fecha; y de esta manera la Gerencia, sumando todos esos reportes, conocía de antemano el total de racimos que se iban a cortar. Pongamos, por ejemplo, que esa suma arrojaba un total de ochenta mil racimos. Pero resultaba que de Boston le habían ordenado a la Gerencia enviar de la Sección de Costa Rica sólo 40.000 racimos. Compañeros, el problema se resolvía de manera muy sencilla: la Gerencia ordenaba a los "recibidores" rechazar el cincuenta por ciento del banano. (Por supuesto, en este caso el porcentaje de banano rechazado resultaba todavía más alto para los finqueros particulares, porque la Compañía no rechazaba banano de sus propias plantaciones).

Llegaba un "recibidor" a su respectivo ramal, en su tren bananero, bajaba en la plataforma de un finquero, empuñaba la maquinilla de chequear, y comenzaba a recibir el banano que los peones de la finca habían acomodado allí con mil cuidados para no maltratar la fruta. "Ese racimo, no; ese otro, tampoco" . . . Pero estoy mintiendo, compañeros. No hablaban siquiera: rechazaban los racimos con un simple movimiento de la mano. Y no había discusión, porque los 'Recibidores" de la United eran en eso arbitros absolutos. El finquero y sus peones miraban acongojados, pero en silencio, cómo iba aumentando el número de racimos rechazados, racimos que se iban arrojando allá, en un montón aparte. Banano botado, banano perdido. Y encima de eso venían luego los negocios particulares de algunos "recibidores" con finqueros amigos, a los que les recibían a medias, más del porcentaje señalado. Le recibían a un finquero doscientos racimos más; cien para el finquero y cien para el "recibidor". Por supuesto, después esos doscientos racimos se los tenía que botar de más a otros finqueros del mismo ramal, para poderle, entregar a la Gerencia cuentas completas. En fin, yo tuve oportunidad de ver, en el Ramal de Línea Vieja, cómo a un finquero le recibían sólo doscientos veinticinco racimos de un total de mil quinientos que tenía en su plataforma. ¿Cuántos millones de racimos se botaron en esa forma? Montañas de racimos podridos se miraban entonces por todas partes a lo ancho y a lo largo de toda la inmensa zona bananera del Atlántico. La provincia de Limón hedía a banano podrido. ¡Crimen monstruoso, porque

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