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GRAN HUELGA BANANERA

Katherina15 de Julio de 2011

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Compañeros:

Vengo gustoso a intervenir en esta asamblea de solidaridad con los huelguistas de Puerto González Víquez, y lo hago en mi condición de costarricense, de ex-trabajador de la United Fruit Company, de ex-dirigente de la Federación de Trabajadores Bananeros del Atlántico y luego de la Federación de Trabajadores Bananeros del Pacífico, y también en mi condición de dirigente de la gran huelga bananera de 1934.

Con ocasión de la lucha huelguística que hoy están librando los trabajadores bananeros allá en el Sur, yo quiero que hagamos esta noche algunos recuerdos de luchas pasadas, para que los jóvenes aquí presentes sepan qué experiencias ha hecho la clase trabajadora costarricense en sus relaciones con la United Fruit, y, sobre todo, para que conozcan cómo han sabido luchar siempre los trabajadores de las bananeras en Costa Rica.

Antes de 1934, la vida en las bananeras de la United era un horrible infierno comparada con la vida que hoy hacen los trabajadores en esas mismas bananeras; y ya esto es mucho decir, porque son infames las condiciones de vida que hoy soportan allí los trabajadores. Yo llegué muy muchacho a la zona bananera. Algunas de mis experiencias de ese tiempo se conocen a través de mi libro "Mamita Yunai", allí está reflejada en parte la dura y humillante vida que entonces soportábamos en la zona bananera del Atlántico. En ese libro simulo la existencia de un Dispensario en Andrómeda, porque me interesaba exhibir el Dispensario y el "doctor" que posteriormente conocí en la hacienda Pejibaye, propiedad entonces de la misma empresa imperialista, en la provincia de Cartago. Pero en las inmensas bananeras del Atlántico, en aquel tiempo, no existía un solo Dispensario ni se conocían servicios médicos de ninguna clase, exceptuando el Hospital de Limón; mas en las lejanas bananeras el trabajador tenía que comprar de su propia bolsa hasta las ínfimas pastillas de quinina que necesitaba. Vivíamos en pocilgas, no se conocían los servicios higiénicos. Los "comisariatos", a través de los cuales la United ejercía el absoluto monopolio del comercio en toda la región bananera, vendían todos los artículos de la calidad que se les antojaba y a los precios más escandalosos, a pesar de que, con la tolerancia de nuestros gobiernos, la Compañía no pagaba por la importación de esos artículos impuestos de ninguna clase. ¡Infames, pero jugosas ganancias realizaba entonces la millonada United Fruit Company —y ha vuelto a realizar ahora— exprimiendo a los trabajadores en sus famosos "comisariatos"!

Por otra parte, la United, que ha sabido siempre defender muy bien sus grandes intereses en Costa Rica (y que ha contado siempre, para eso, con la alcahuetería lacayuna de nuestros gobernantes y con el servilismo vergonzoso y antipatriótico de nuestros periódicos burgueses y el de casi todos los periodistas costarricenses), tenía entonces organizada la producción en el Atlántico en forma muy singular. Su política era la de crear finqueros particulares, hacendados criollos. Les alquilaba tierra y adelantaba dinero; y si poseían tierra, simplemente les facilitaba el dinero que necesitaban para levantar la plantación bananera. Pero, en todo caso, obligándolos a firmar leoninos contratos redactados por los propios abogados de la Compañía, según los cuales esos finqueros particulares quedaban comprometidos a vender su banano exclusivamente a la United Fruit Company, aun ínfimo precio señalado por racimo recibido (óigase bien: por racimo re-ci-bi-do), menos un porcentaje que les rebajaba en cada racimo como abono a la deuda contraída. Así surgieron en la zona Atlántica centenares de plantaciones particulares, entre grandes haciendas y pequeñas fincas. Y de esta manera la United Fruit Company, que ha monopolizado siempre el mercado bananero de los Estados Unidos, podía entonces maniobrar en ese mercado a expensas de esos finqueros particulares (porque a veces, cuando en el mercado yanqui el precio del banano tendía a la baja, a la United le convenía más botar el banano aquí, ya que el banano botado así no lo perdía ella, sino el finquero nacional). Todo estaba organizado con miras a facilitar esas infames maniobras. La Gerencia giraba siempre, con la necesaria anticipación, la orden de "corta" a los finqueros particulares, fijándoles día y hora de entrega; cada finquero estaba obligado a reportar inmediatamente el número de racimos que podía entregar para esa fecha; y de esta manera la Gerencia, sumando todos esos reportes, conocía de antemano el total de racimos que se iban a cortar. Pongamos, por ejemplo, que esa suma arrojaba un total de ochenta mil racimos. Pero resultaba que de Boston le habían ordenado a la Gerencia enviar de la Sección de Costa Rica sólo 40.000 racimos. Compañeros, el problema se resolvía de manera muy sencilla: la Gerencia ordenaba a los "recibidores" rechazar el cincuenta por ciento del banano. (Por supuesto, en este caso el porcentaje de banano rechazado resultaba todavía más alto para los finqueros particulares, porque la Compañía no rechazaba banano de sus propias plantaciones).

Llegaba un "recibidor" a su respectivo ramal, en su tren bananero, bajaba en la plataforma de un finquero, empuñaba la maquinilla de chequear, y comenzaba a recibir el banano que los peones de la finca habían acomodado allí con mil cuidados para no maltratar la fruta. "Ese racimo, no; ese otro, tampoco" . . . Pero estoy mintiendo, compañeros. No hablaban siquiera: rechazaban los racimos con un simple movimiento de la mano. Y no había discusión, porque los 'Recibidores" de la United eran en eso arbitros absolutos. El finquero y sus peones miraban acongojados, pero en silencio, cómo iba aumentando el número de racimos rechazados, racimos que se iban arrojando allá, en un montón aparte. Banano botado, banano perdido. Y encima de eso venían luego los negocios particulares de algunos "recibidores" con finqueros amigos, a los que les recibían a medias, más del porcentaje señalado. Le recibían a un finquero doscientos racimos más; cien para el finquero y cien para el "recibidor". Por supuesto, después esos doscientos racimos se los tenía que botar de más a otros finqueros del mismo ramal, para poderle, entregar a la Gerencia cuentas completas. En fin, yo tuve oportunidad de ver, en el Ramal de Línea Vieja, cómo a un finquero le recibían sólo doscientos veinticinco racimos de un total de mil quinientos que tenía en su plataforma. ¿Cuántos millones de racimos se botaron en esa forma? Montañas de racimos podridos se miraban entonces por todas partes a lo ancho y a lo largo de toda la inmensa zona bananera del Atlántico. La provincia de Limón hedía a banano podrido. ¡Crimen monstruoso, porque ese banano representaba esfuerzo humano perdido y riqueza nacional malograda! Y cuando una firma costarricense comenzó a comprar a los finqueros ese banano botado a precio magnífico, para venderlo en el interior del país y también en el exterior, la United obligó a los finqueros a machetear el banano que les botaba, para que no lo pudieran vender. ¡Hasta allí llegó entonces la United Fruit Company!

Y yo pregunto, compañeros: ¿Cuándo algún gobernante se atrevió a defender a esos finqueros nacionales? ¿Cuándo esos sucios periódicos burgueses, que hoy denigran a los valientes huelguistas de Puerto González Víquez, se atrevieron nunca a denunciar esas criminales maniobras del trust imperialista? ¿Y cuándo, por su parte, esos finqueros nacionales se atrevieron jamás a protestar ni a organizarse para defenderse unidos de la United? Los gobernantes, como hace el que hoy tenemos, se humillaban ante la poderosa empresa extranjera para obtener de ella empréstitos onerosos. Nuestra prensa burguesa, como siempre, ensalzaba servilmente a la United para obtener anuncios bien pagados. Y los finqueros nacionales sólo se preocupaban de asegurarse un pequeño margen de ganancia, a pesar de la fruta rechazada, sacrificando a los trabajadores; en otras palabras, se defendían a costa del hambre de sus trabajadores.

Las labores de "corta" eran obligatorias para todos los trabajadores de las plantaciones bananeras; en los días de "corta" todos los que el patrón necesitara debían trabajar como cortadores, concheros, muleros y carreros. Y como los barcos de la United "no podían esperar en el puerto", esas labores debían realizarse en cualquier tiempo y en cualquiera condiciones. A veces tenían que efectuar la "corta" enfermos y bajo furiosos temporales; a veces tenían que terminar el acarreo del banano de noche, bajo la lluvia, alumbrándose con lámparas de canfín, bregando con mulas chúcaras, corriendo por líneas mal construidas, pasando sobre puentes improvisados y peligrosos; por eso los accidentes se repetían con tanta frecuencia. Y todas esas labores de la "corta" las pagaban los finqueros a tantos centavos por racimo recibido (ojo, compañeros: por racimo re-ci-bi-do). Esto quiere decir que los trabajadores de aquella pequeña plantación del Ramal de Línea Vieja, que se habían sudado y desvelado para poner en la plataforma mil quinientos racimos de banano, sólo percibieron en esa ocasión el pago sobre los doscientos veinticinco racimos recibidos por la United; la "corta" y el acarreo de los otros mil doscientos setenta y cinco racimos rechazados resultó para esos trabajadores esfuerzo inútil, trabajo y sudor botados. Y si a semejante mostruosidad agregamos el maltrato, la explotación de los "comisariatos", la falta de asistencia médica, las pocilgas en que los obligaban a vivir, etcétera, ya podemos imaginarnos cuánta desesperación humana y cuánta justa cólera

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