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Globalizacion Y Desigualdad


Enviado por   •  4 de Mayo de 2015  •  5.457 Palabras (22 Páginas)  •  209 Visitas

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Globalización y desigualdad

Pasemos a la siguiente predicción importante hecha por Marx. Ya en 1847, Marx explicó que el desarrollo de un mercado global vuelve "imposible toda la estrechez y el individualismo nacional. Todos los países, incluso los más grandes y poderosos, ahora están totalmente subordinados a toda la economía mundial, que decide el destino de los pueblos y las naciones". Este brillante pronóstico teórico, mejor que cualquier otra cosa, muestra la superioridad inconmensurable del método marxista.

La globalización es generalmente considerada como un fenómeno reciente. Sin embargo, la creación de un único mercado global bajo el capitalismo fue predicha hace mucho tiempo en las páginas del Manifiesto. El dominio aplastante del mercado mundial es ahora el hecho más decisivo de nuestra época. La enorme intensificación de la división internacional del trabajo desde la Segunda Guerra Mundial ha demostrado la corrección del análisis de Marx de una manera casi de laboratorio.

A pesar de esto, se han hecho grandes esfuerzos para demostrar que Marx se equivocó al hablar de la concentración del capital y, por lo tanto, del proceso de polarización entre las clases. Esta gimnasia mental corresponde a los sueños de la burguesía para redescubrir la desaparecida edad de oro de la libre empresa, de la misma forma que un viejo decrépito anhela en su senilidad los días perdidos de su juventud.

Desafortunadamente, no hay la más mínima posibilidad de que el capitalismo recupere su vigor juvenil. Hace mucho tiempo que ha entrado en su fase final: la del capitalismo monopolista. Los días de la pequeña empresa, a pesar de la nostalgia de la burguesía, han sido relegados al pasado. En todos los países los grandes monopolios, estrechamente relacionados con la banca y enredados con el Estado burgués, dominan la vida de la sociedad. La polarización entre las clases continúa sin interrupción, y tiende a acelerarse.

Tomemos la situación en los EEUU. Las 400 familias estadounidenses más ricas tienen tanta riqueza como el 50 por ciento de la población más pobre. Los seis herederos individuales de Walmart "valen" más que el 30 por ciento más pobre de los estadounidenses puestos juntos. El 50 por ciento más pobre de los estadounidenses poseen sólo un 2,5 por ciento de la riqueza del país. El uno por ciento más rico de la población de los EEUU aumentó su participación en el ingreso nacional del 17,6 por ciento en 1978 a un sorprendente 37,1 por ciento en 2011.

Durante los últimos 30 años la brecha entre los ingresos de los ricos y los pobres se ha ido ampliando paulatinamente hasta convertirse en un profundo abismo. En el Occidente industrializado el ingreso promedio del diez por ciento más rico de la población es de aproximadamente nueve veces más que el del diez por ciento más pobre. Esa es una diferencia enorme. Y las cifras publicadas por la OCDE muestran que la disparidad que se inició en los EEUU y el Reino Unido se ha extendido a países como Dinamarca, Alemania y Suecia, que tradicionalmente han tenido una baja desigualdad.

La riqueza obscena de los banqueros es ahora un escándalo público. Pero este fenómeno no se limita al sector financiero. En muchos casos, los directores de las grandes empresas ganan 200 veces más que sus trabajadores peor pagados. Esta excesiva diferencia ya ha provocado un resentimiento creciente, que está convirtiéndose en furia derramada en las calles, en un país tras otro. La creciente tensión se refleja en las huelgas, huelgas generales, manifestaciones y disturbios. Se refleja en las elecciones mediante el voto de protesta contra los gobiernos y todos los partidos existentes, como hemos visto recientemente en las elecciones generales italianas.

Una encuesta de la revista Time mostró que el 54% tiene una opinión favorable del movimiento #Occupy, el 79% piensa que la brecha entre ricos y pobres ha crecido demasiado, el 71% piensa que los directores ejecutivos de las instituciones financieras deben ser procesados, el 68% piensa que los ricos deberían pagar más impuestos y sólo el 27% tiene una opinión favorable del movimiento Tea Party (33% desfavorable). Por supuesto, es demasiado pronto para hablar de una revolución en Estados Unidos. Pero está claro que la crisis del capitalismo está produciendo un creciente ambiente de crítica entre amplias capas de la población. Hay un fermento y un cuestionamiento del capitalismo que no estaban antes ahí.

La lucha de clases

Marx y Engels explicaron en el Manifiesto Comunista que un factor constante en toda la historia es que el desarrollo social se lleva a cabo a través de la lucha de clases. Bajo el capitalismo, esto se ha simplificado en gran medida con la polarización de la sociedad en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado. El enorme desarrollo de la industria y de la tecnología en los últimos 200 años ha llevado al aumento de la concentración del poder económico en unas pocas manos.

"Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases", dice el Manifiesto en una de sus frases más célebres. Durante mucho tiempo, a muchos les parecía que esta idea era anticuada. En el largo período de expansión capitalista que siguió a la Segunda Guerra Mundial, con pleno empleo en las economías industriales avanzadas, con el aumento de los niveles de vida y las reformas (¿recordáis el Estado del Bienestar?), la lucha de clases, efectivamente, parecía ser una cosa del pasado.

Marx predijo que el desarrollo del capitalismo conduciría inexorablemente a la concentración del capital, una inmensa acumulación de riqueza por un lado, y una inmensa acumulación de pobreza, miseria y trabajo insoportable en el otro extremo del espectro social. Durante décadas, esta idea fue desmentida por los economistas burgueses y los sociólogos de universidad que insistieron en que la sociedad se estaba volviendo cada vez más igualitaria y que todo el mundo se estaba convirtiendo en clase media. Ahora todas estas ilusiones se han disipado.

El argumento, tan querido por los sociólogos burgueses, de que la clase obrera ha dejado de existir ha caído por su propio peso. En el último período se han proletarizado capas importantes de la población activa que antes se consideraban de clase media. Los maestros, los funcionarios públicos, los empleados de la banca y otros han sido empujados a las filas de la clase obrera y del movimiento obrero, donde constituyen algunos de los sectores más militantes.

Los viejos argumentos de que todo el mundo puede prosperar y todos somos de clase media han sido falsificados por los acontecimientos. En los últimos 20

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