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Globalización


Enviado por   •  20 de Febrero de 2013  •  7.637 Palabras (31 Páginas)  •  210 Visitas

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Agustín González Enciso es Catedrático de Historia Moderna

Artículo publicado en la Revista "Empresa y humanismo", Vol. V, Nº 1/02, pp 95-117, Universidad de Navarra.

La globalización no es un fenómeno nuevo. Por más que hoy se den condiciones diferentes -sobre todo por las nuevas posibilidades tecnológicas-, la globalización ha acompañado todo el proceso de desarrollo de la economía desde antiguo. Se podría decir que la historia económica es la historia de la globalización. Esta identidad esencial es la que hace posible que enfoquemos la historia desde esta perspectiva y que podamos aprender alguna de sus lecciones que pueden ser pertinentes para conducir el proceso de globalización en nuestros días. El enfoque que aquí se toma tiene en cuenta, sobre todo, las cuestiones éticas de fóndo de cara a conseguir un desarrollo armónico.

LA GLOBALIZACIÓN, o mundialización, empieza a ser un tópico demasiado manido; no obstante, es necesario hablar de ello porque en ello estamos hoy más que antes. En puridad, la globalización afecta a todos los aspectos de la vida, pues la comunicación mundial -la famosa aldea global hace que todas las cuestiones sean compartidas, tanto las políticas y culturales, como las económicas. Por ello, conviene recordar que reducir la globalización a los factores económicos es un error1. Aquí hablaremos del fenómeno que nos ocupa desde una perspectiva preferentemente económica, pero intentaremos no descuidar su relación con otras cuestiones a la hora de hacer una valoración en cada caso.

Otra cuestión previa a considerar es el hecho de que la globalización no es, a pesar de todo, completa. Es decir, hay muchos mundos fuera de la globalización, bien porque están más aislados de los intereses comunes, bien porque, aun estando relacionados, responden a mercados muy protegidos que les apartan de una dinámica global que intenta moverse en mercados más abiertos; o sencillamente, porque no están capacitados para adaptarse a ese entorno general. Por comenzar ya con un apunte histórico podemos recordar lo que se dice en los libros cuando se habla de revolución industrial: la revolución industrial comienza en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII. Pues bien ¿cuántas regiones de ese país estaban integradas entonces, e incluso mucho más adelante, en esa pequeña economía global que unas condiciones de revolución industrial presuponen? ¿Cómo se fueron integrando a las nuevas circunstancias los países que fueron detrás? Por otra parte, las bolsas de pobreza o de subdesarrollo que todavía hoy subsisten en los países del «primer mundo» nos recuerdan lo difícil que es llegar a todos.

Esta última consideración tiene un doble objetivo. Uno quiere ser profundo, recordar que riqueza y pobreza están a menudo muy cerca, al otro lado de la calle -literalmente-, y no por ello los ricos resuelven los problemas de los pobres si no se lo proponen. El otro objetivo es interesado para la perspectiva histórica: si hoy la globalización no es total, parece lícito hablar de globalización en el pasado y hacer las comparaciones pertinentes. Aunque entonces tales procesos fueran más reducidos, no dejaban de ser procesos de globalización en los que se creaban condiciones económicas más complejas que iban integrando más países y sectores sociales.

La globalización económica suscita, cuando menos, una triple reflexión: aceptar el hecho, manifestar una actitud y vivir de esperanza. Primero, la aceptación del hecho exige el reconocimiento de que todo crecimiento económico ha sido y es globalización. La perspectiva histórica de la que nos vamos a ocupar en este trabajo así intentará mostrarlo. La globalización no es, en sí misma, nada nuevo, por lo tanto, en segundo lugar, la actitud que hay que manifestar es la de siempre ante el hecho económico: una actitud empresarial activa que afronta un escenario que cambia y que normalmente se amplía. Un segundo aspecto de esta actitud es uno de los que se debe mostrar ante el hecho histórico: intentar aprender de los aciertos y de los errores; aprender también de los cambios, pues lo que en un momento pudo ser acertado, más tarde puede no serlo tanto, y al revés.

Finalmente, en tercer lugar, la esperanza que cabe tener es la de que los nuevos modos del capitalismo sean de verdad responsables, no sólo para que hagamos buen uso de las instituciones que nosotros mismos nos demos (2) [y la globalización precisa de nuevas instituciones, por cierto(3)] sino para que en todo momento, a través de la economía, se respete a la persona y se promueva una cultura de la solidaridad, de modo que el crecimiento económico que la globalización augura esté integrado con otro tipo de valores(4). Y no sólo por respetar a aquéllos con quienes hacemos negocio. Parece evidente que en las relaciones entre empresas, como entre individuos o naciones, «los mejores socios no son personas o instituciones con intereses idénticos, sino los que logran comprender los intereses de la otra parte»(5). Está claro que la confianza entre socios favorece la cooperación, pero el interés debe llegar más allá, debe conseguir que «las relaciones basadas en el beneficio mutuo», como se dice en el mismo artículo citado, lleguen efectivamente a todos, no sólo a unos socios iguales.

No parece que las cosas estén muy claras al respecto en estos momentos, ni desde la perspectiva internacional, ni siquiera desde la consideración que los efectos de la globalización crea en su mismo epicentro(6). La historia demuestra que la expansión económica nunca se ha producido sola, sino que ha ido siempre unida a un paradigma político, social y ético, es decir, a un contexto integral de circunstancias sociales y de ideas. Por lo tanto, las consecuencias de tal expansión no han sido solamente los previsibles beneficios económicos, sino otros efectos perversos, casi siempre generadores de desigualdad social, porque en todo proceso de cambio hay ganadores y perdedores.

LAS MULTINACIONALES EN LA ANTIGÜEDAD

En un atrevido libro, Moore y Lewis explican lo que ellos llaman el nacimiento de las multinacionales(7). Se pueden explorar ya en la Antigüedad una serie de factores que plantean unos problemas y unos retos que se convierten en soluciones empresariales; por ejemplo, asuntos de integración regional en la Edad del Bronce, búsqueda permanente de recursos naturales en lugares lejanos como motivo de inversión y de actividad mercantil en Mesopotamia; organización de una economía liberal y monetaria en la Grecia clásica, que llevó a la sustitución de los fenicios en todo el mundo colonial mediterráneo; o la división

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