Guerra Con España
MajoCarranza24 de Junio de 2014
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GUERRA CON ESPAÑA ( 1863 – 1866 )
INTRODUCCIÓN
La guerra de la Independencia española fue la primera de las guerras nacionales de liberación y una guerra de signo romántico. Pero, además, a lo largo de ella, tuvo lugar una revolución política, aspecto de la llamada "Revolución burguesa", desarrollada en otras partes de Europa y América en la misma época. Los precedentes hemos de buscarlos en el siglo XVIII. Europa sufrió entonces grandes cambios: aumento de población, ante todo con importancia cada vez mayor de la burguesía, tanto en riqueza como en cultura. Va a ser necesario que los estados se adapten a un nuevo tipo de sociedad. Los reyes de entonces, que practicaban el despotismo ilustrado, inician las reformas.
También España ha cambiado. La población ha aumentado; nobleza y clero han disminuido, aunque conservan gran influencia. Los nobles, confundidos a veces con la burguesía y aún con el pueblo con el que luego colaborarán en la guerra, y el clero de las ciudadesy del campo toman parte en las inquietudes políticas que siguieron.
La burguesía aumenta en número y poder; de ella saldrá la minoría "ilustrada" con ánimo de reformar el país, en pugna con la mayoría que se resiste a que se ataque a las antiguas tradiciones. Artesanos y labradores siguen formando parte de la mayoría. Su nivel ha mejorado algo, pero sigue todavía muy bajo, tanto económica como culturalmente. El estallido de la Revolución Francesa y el temor al contagio de las ideas revolucionarias frena y paraliza las reformas comenzadas. Pero la necesidad de cambios está en el ánimo de todos, o casi todos. En estas circunstancias tienen lugar la invasión francesa y la guerra de la independencia que aquélla provoca.
La invasión francesa
Napoleón estableció en 1804 el Imperio Francés y se coronó emperador. Esto confirmó sus ambiciones de extenderse más allá de los límites de la Francia de los Borbones y, en 1805, se reanudaron las Guerras Napoleónicas. En los dos años siguientes venció a Austria, Prusia y Rusia, y se convirtió en el dueño de la mayor parte de Europa. Gran Bretaña se mantuvo en guerra contra él, segura de su control sobre el mar tras la destrucción de la flota francesa, aliada de la española, en 1805 en la batalla de Trafalgar. Napoleón se dispuso entonces a aplicar un bloqueo comercial sobre Gran Bretaña, conocido como el Sistema Continental, que consistía en un bloqueo sobre las mercancías británicas con el propósito de arruinar el poderoso comercio de Gran Bretaña, lo que en cierta medida le llevó a realizar acciones que serían fatales para el Imperio: las invasiones de España y Rusia.
Ni Portugal ni los Estados Pontificios se plegaron al bloqueo continental impuesto a Inglaterra. El contrabando británico se filtraba desde Portugal, aliado de Inglaterra desde siempre, desde diversos puntos del Mar Negro, Danubio arriba, desde los Estados Pontificios y Toscana, desde el mar Báltico y desde el mismo puerto de Hamburgo, frente a la isla de Heligoland, «el pequeño Londres».
Los aduaneros, sorprendidos por los abundantes entierros que se celebraban en Hamburgo, descubrieron que los féretros estaban llenos de azúcar y tejidos. La noche del 17-18 de octubre de 1810 el ejército francés hizo una requisa general en la ciudad de Francfort y en 234 establecimientos se encontraron mercancías inglesas.
Para que las aduanas funcionaran bien Napoleón ocupó la Pomerania sueca en el Báltico y los puertos de la vieja Liga Hanseática; mandó tropas a Toscana y a los Estados Pontificios, a pesar de las protestas de Pío VII. Incluso los mismos aliados protestaban y Luis Bonaparte, rey de Holanda, olvidó que era un Bonaparte menor y se quejó por la ruina que el bloqueo ocasionaba al comercio holandés.
Napoleón necesitaba el apoyo lusitano para contener el poder británico sobre el Atlántico. Al no obtenerlo decidió invadir el reino de los Braganza. Un pequeño ejército francés, al mando del mariscal Junot, y de acuerdo con las autoridades españolas, ocupó rápidamente el país y obligó a sus monarcas a huir a Brasil (noviembre 1807).
Guerra de la Independencia española
A fines del siglo XVIII España era un país con doce millones de habitantes en la que la Meseta iba perdiendo su valor demográfico y económico en valor de la periferia. Los ministros reformistas de Carlos III habían iniciado un desarrollo armónico del país que a partir de 1760 coincidió con la coyuntura europea de alza de precios. La vieja Meseta ganadera vio diminuidos sus privilegios en beneficio de la agricultura (abolición de la Ley de Posesión en 1788, supresión del servicio y montazgo en 1796) y aunque el problema jurídico de la posesión de la tierra quedaba por resolver, Carlos III había conseguido la autorización de Roma para desamortizar un séptimo de las tierras de la Iglesia, gran latifundista del momento.
La libertad de comercio con América, concedida en 1788, acabó con el monopolio de la Casa de Contratación sevillana (que fue suprimida en 1790) y permitió el desarrollo comercial e industrial de Cataluña y el País Vasco. El ministro de Hacienda, Cabarrús, crea el Banco de San Carlos. El país, aunque en el fondo vivía apegado a sus viejas tradiciones, empezaba a europeizarse, por lo menos entre la «intelligenzia» y la burguesía adinerada.
Un año antes de estallar la Revolución Francesa había subido al trono Carlos IV (1748-1819), de escasas luces y débil carácter; su mujer era María Luisa de Parma.
El monarca había sido reconocido por las Cortes en 1789, las cuales solicitaron la anulación de la Ley Sálica que no permitía reinar a las mujeres. Carlos IV prometió publicar la nueva ley, pero lo olvidó, posiblemente porque tenía hijos varones que iban a sucederle. Tres años después de ceñir la corona, ocupa el cargo de primer ministro Manuel Godoy (1767-1851), un guardia de corps, ascendido a este puesto a instancias de María Luisa.
Desde 1795, España era aliada de Francia. Para concretar su objetivo de invadir Portugal, Napoleón necesitaba atravesar España. Pactó entonces con Godoy, quien permitió el libre paso de las tropas francesas por el territorio hispánico. A cambio de esta concesión proyectaron, emperador y ministro, el reparto de Portugal, correspondiendo a éste último el reino de Algarbe (Tratado de Fontainebleau, 1807).
Carlos IV había demostrado su incapacidad para gobernar cuando abandonó el poder en las ambiciosas manos de Manuel Godoy. Por su parte, el príncipe heredero Fernando lo acusaba de intentar la usurpación del trono. Cuando las tropas napoleónicas marcharon sobre suelo español con rumbo a Portugal, el partido fernandista -temeroso de una maniobra francesa para apoderarse de la Península- organizó el motín de Aranjuez, conjura aristocrática española manifestada en forma de movimientos populares violentos que tuvieron lugar desde la noche del 17 al 19 de marzo de 1808 en el Real Sitio de Aranjuez (con replica en Madrid). Amparados en la situación internacional, en el clima de inquietud provocado por la invasión francesa, y alentados por rumores que aludían a la marcha de la corte a Andalucía (quizá a las Indias), los conjurados asaltaron el palacio del favorito y principal figura del gobierno, Manuel Godoy, al que se hacía responsable de todo, y a punto estuvieron de lincharle. Este levantamiento finalizó con la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando. En toda España se celebró la caída de Godoy y la exaltación del nuevo monarca.
Mientras estos sucesos se desarrollaban en Aranjuez, Napoleón -a solicitud de Frenando- envió a Murat al frente de un ejército que se instaló en Madrid.
Al enterarse de lo ocurrido, Napoleón envió una carta a Murat: "Debe usted impedir que hagan daño al rey, a la reina y al Príncipe de la Paz. Hasta que sea reconocido el nuevo rey, haga como si el viejo siguiera reinando. Si se hablase de procesar al Príncipe de la Paz, pienso que me pedirán consejo. Dígale a Beauharnais (el embajador francés en Madrid) que es mi deseo que intervenga para que no se verifique talproceso. Diga siempre que no ha recibido instrucciones concretas. Mientras tanto, no dejo de darle algunas, diciéndole que tenga a sus tropas bien descansadas, con las raciones de comida al completo y no trate de resolver por sí mismo nada"
El Príncipe de Asturias, proclamado rey como Fernando VII, trató infructuosamente de lograr la aceptación de Murat, primero y de Napoleón, después: Francia no reconoció al flamante soberano. Carlos IV, por su parte, revocó su abdicación y el conflicto se complicó aún más.
Napoleón consiguió hábilmente que tanto Fernando VII como los reyes viejos lo nombraran árbitro de la situación. Hecho esto, convocó a Carlos y a Fernando a una entrevista a celebrarse en Bayona.
En abril de 1808 Carlos IV, Fernando y Napoleón se reunieron, tal como había sido acordado, en Bayona (ciudad francesa de los Bajos Pirineos). Allí, Bonaparte obligó a Fernando a devolver la corona a su padre. A continuación, Carlos IV cedió todos sus derechos sobre España y las Indias -en su nombre y en el de sus hijos- en beneficio de "su amigo el gran Napoleón", a cambio de una pensión y de algunas posesiones en Francia. El Emperador dispuso, de inmediato, que su hermano José, hasta entonces rey de Nápoles, ocupase el trono español y que Murat lo reemplazara en Italia.
Sin embargo, a esta operación le faltó lo esencial: el consentimiento del pueblo.
En la misma entrevista de Bayona, Napoleón dispuso que Fernando
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