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HISTORIA DE RANCAGUA

gamberra9 de Noviembre de 2014

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Los picunches promaucaes son los primeros habitantes conocidos del Valle de Rancagua. Los promaucaes iniciaron la construcción de un pucará en el Cerro La Compañía y un puente colgante de cuerda y mimbre sobre el río Cachapoal, que facilitó las expediciones incaicas hacia el sur de su imperio. Los incas fortificaron el pucará utilizándolo como fuerte. La presencia incaica no significó la pérdida de autoridad local, ni de sus tierras a los caciques picunches. El puente fue utilizado por los españoles para extender hacia el sur la conquista territorial y constituía el paso obligado de los viajeros en el tiempo de la Colonia.

Antecedentes[editar]

Varios factores contribuyeron a la fundación de la ciudad de Rancagua. Entre ellos se encuentra el deseo de la corona y autoridades de asegurar las conquistas, atraer colonos y beneficiarse económicamente de los nuevos territorios. Por ejemplo, en 1647 el gobernador Mujica observó que

El distrito de ochenta leguas que hay de esta ciudad (Concepción), a la de Santiago, y otras tantas de ella a la de Coquimbo, no hay ningún pueblo fundado de españoles y están los que eran de indios arruinados y totalmente inhabilitados.

Otro factor fue la existencia de un caserío -de aproximadamente diez familias- en los tiempos de la conquista. Ese caserío estaba cerca de un puente de mimbres construido por los incas, aproximadamente a un kilómetro de los actuales. Ese puente fue reparado en 1545 por orden del Cabildo de Santiago. Es probable que en ese caserío haya existido una posada (como la que había en Rengo).

Desde esa época hasta 1723, el caserío en este "lugar de cañas" (Rangkülwe, mapudungun "cañaveral") creció lentamente y se creó una pequeña industria de producción de paños, frazadas y cordeles. Al mismo tiempo, la explotación de las minas de Alhué y de El Sauce (oro) y la que eventualmente seria llamada El Teniente (cobre) fue motivo de que más personas se trasladaran a vivir allí y el caserío cobró entonces una existencia más segura y el nombre comenzó a ser usado oficialmente. Por ejemplo, en 1580 fue fundada la parroquia del Sagrario de Rancagua. Y la hacienda que tuvieron los jesuitas en las inmediaciones se llamaba “Estancia de Rancagua”.

La región en que se encontraba era conocida como la provincia o corregimiento de Rancagua.

Un tercer factor fue el deseo del rey y de las autoridades de la colonia que querían imponer la voluntad real y la legislación vigente por sobre las tendencias autárquicas y el sistema semi-feudal que los encomenderos, órdenes religiosas y otros estaban implantando. Ese sistema favorecía la explotación de los aborígenes y perjudicaba los intereses del imperio español y el desarrollo económico de las colonias, que el gobierno hispánico buscó impulsar (véase, por ejemplo: Leyes Nuevas y ilustración española). Finalmente el rey emitió un edicto que dice en parte:

Siendo tan propio que los españoles vivan en poblaciones con buena administración de justicia, así por la común sociedad, como para dar ejemplo a que los indios se pueblen voluntariamente, ha parecido ordenar i mandar, como lo hago, a mi gobernador de esas provincias dé las órdenes que convengan, mandando con graves apercibimientos, que todos los españoles que se hallaren en ese reino en ranchos, haciendas i chacras, se reduzcan y vayan a vivir a las ciudades i poblaciones de españoles (...) I si los dichos españoles no se quisieren reducir a las ciudades o pueblos de españoles o a las nuevas poblaciones que se señalaren, dentro del término prefinido o que se prefiniere, se les confisquen por el mismo hecho todos sus bienes i haciendas i se les destierre del reino, o pongan en los presidios que pareciere como a gente vaga i sin reconocimiento de domicilio

Cédula Real, 26 de abril de 1703.

Sin embargo, los abusos continuaron cada vez más agudos y extremos, hasta el punto que, en 1723, se produjo un alzamiento general de indígenas. Una vez restablecido el control español, las autoridades tomaron medidas para evitar nuevas rebeliones y se ocuparon de acabar con los peores abusos. En Rancagua fue apresado Diego de Encalada -encomendero- pero su influencia y la lejanía e ineficacia del gobernador, unido a la falta de autoridades locales, impidieron que se tomaran medidas efectivas. Lo mismo sucedió a nivel más general: la política de explotación y degradación de la población nativa (incluyendo por ahora el creciente mestizaje1 ) continuó. Como el cabildo de Concepción indicó -en relación con la política que se seguía hacia la población local: si se le quitan las borracheras se irán al enemigo y por el vino están entre los españoles.

Es sobre ese telón de fondo, que tuvo lugar el nombramiento, en 1736, de José Manso de Velasco como Gobernador de la Capitanía General de Chile. Sus preocupaciones principales fueron el saneamiento de la administración colonial y el aumento de la hacienda fiscal, a fin de beneficiar al Reino. Fundamental para ese propósito era fundar centros a través de los cuales se pudiera implantar un sistema político administrativo que representara tanto los intereses del imperio como los de los súbditos españoles comunes y corrientes. Es decir, la fundación de localidades en las cuales existieran tanto cabildos independientes de los encomenderos, sus administradores y órdenes religiosas como corregidores que representaran a la autoridad central. En una apartado del Código de Instrucciones que acompaña a la Cédula Real de 1703 cuando se refiere a la organización de una nueva ciudad estipula:

(Habrá una plaza y) en uno de los costados de ésta, se cerrará una cuadra en área para casa del Ayuntamiento, de Corregidor i Cárcel i lo restante para propios de la villa

Véase también: Ciudad colonial española

Fundación[editar]

Monumento a José Antonio Manso de Velasco, fundador de Rancagua.

Debido a esos factores, el 5 de octubre de 1743 el Gobernador del Reino de Chile, José Antonio Manso de Velasco, fundó -no sin oposición tanto de los encomenderos como de algunas órdenes religiosas- la nueva villa, en terrenos cedidos por el Cacique Guaglén, a cambio del reconocimiento de su título por el rey. Como gesto simbólico de las intenciones y antecedentes mencionados, Manso de Velasco tomó el

estandarte de la compañía de esta doctrina (y) lo fijó en señal de posesión, tomándola y comunicándola a los pobladores de dicha villa en nombre del rey nuestro señor; y le puso por título y nombre Santa Cruz de Triana, con lo que con mucho aplauso de los circunstantes y de los vecinos del dicho partido fue aceptada y recibida

El acto fue aprobado por Real Cédula del 29 de julio de 1749.

Parece que el nombre Rancagua era ya de uso anterior o se le aplicó pronto a la nueva ciudad. Según el director del diario local El Rancagüino, Héctor González, en su libro "Rancagua en la Historia", el motivo es que

el pueblo con raíces indígenas encontró más fácil decir 'Rancagua' que el largo nombre que le diera el fundador. (...) El pueblo, tradicionalista y cómodo, fue con el transcurso de los años, perdiendo la costumbre de hacer una distinción y la villa comenzó a ser mencionada con el nombre de su entorno y de su pueblo natural: Rancagua.

Tal como había hecho en la planificación de diversas ciudades, Manso de Velasco la proyectó, de acuerdo con las ordenanzas mencionadas, e influido por la concepción urbanística de Felipe II,2 como un damero, que consiste en un plano similar a un tablero de ajedrez; 8 cuadras por 8 cuadras. Cada cuadra se dividía en 4 partes, denominadas solares. La villa estaba rodeada en sus cuatro lados por acequias (en las llamadas cañadillas). Se destacó la plantación de algunos árboles, especialmente álamos, que dieron origen años después a la "Alameda".

Manso de Velasco nombró como Protector de la Villa a Martín de Jáuregui, quien repartió las cuadras y solares demarcados para las diversas funciones de la época. En adición a las asignaciones mencionadas -casa del Corregidor, Cárcel y Ayuntamiento-, donó 2 cuadras (8 solares) a la orden de los franciscanos. Dicho terreno, actualmente constituye las dos manzanas delimitadas por las calles Estado, Almarza, Millán e Ibieta. También asignó terrenos para los jesuitas y para el Convento de Nuestra Señora de la Merced.

Adicionalmente, Gerónimo Hurtado de Mendoza (miembro de una destacada familia local) fue nombrado Corregidor, Justicia Mayor, Lugarteniente de Alcalde y Mayor de Minas; Pedro Lasso de la Bega, pregonero; Ignacio Baeza Valenzuela y José Alarcón, alguaciles; José de Burgos, escribano. Sin embargo el Cabildo no se constituyó por mucho tiempo, posiblemente hasta el año 1786, cuando una Real Cédula (14 de marzo) proveyó su constitución con los siguientes cargos: dos Regidores; Alférez Real; Alcalde Provincial; Alguacil Mayor, y Depositario General. El pregonero de aquel tiempo (Antonio Soto) tuvo una dura tarea: algunos de los cargos en remate fueron anunciados más de treinta veces con pregón a son de tambor. La vara de Alguacil

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