Historia De La Conservacion
cordada19 de Agosto de 2013
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HISTORIA DE LA CONSERVACIÓN
(Naturaleza Educativa)
Durante la mayor parte de su historia, la especie humana ha vivido de la caza y la recolección de alimentos silvestres. Los escasos pueblos que todavía hoy tienen una asociación total con la naturaleza sin apenas influencias externas, demuestran que la relación cazador-presa es absolutamente benigna. Es evidente que las personas adquieren y pasan por tradición una cantidad notable de conocimientos acerca de las plantas y animales de quienes dependen.
Muchos avances en medicina moderna, por ejemplo, han venido de la observación de una gran variedad de culturas tribales en los usos terapéuticos de muchas plantas salvajes. De cualquier forma, es sabido que en los tiempos prehistóricos los humanos modificaron su ambiente natural. Muchas áreas de prado por todas partes del mundo, han surgido a causa del fuego que se utilizaba en la ayuda a la caza, o simplemente para adaptar la vegetación a sus necesidades.
En los primeros tiempos la caza y recolección silvestre contribuyeron al exterminio de algunas especies vegetales y animales, aunque éstas parecen haber sido más una excepción que una práctica habitual. En general, en su época más temprana, la humanidad vivió en un equilibrio estable con el ambiente natural, por ninguna otra razón más que la propia necesidad; si hubieran causado daños serios no habrían podido sobrevivir.
La agricultura se ha practicado solo durante los últimos 10.000 - 12.000 años, y la civilización urbana desde los últimos 6.000. Con la vida urbana llegó la presión sobre el ambiente natural y las tierras agrícolas. En zonas asiáticas con agricultura occidental existen evidencias muy extendidas de erosión de la tierra en tiempos antiguos. A la destrucción de la vegetación y el manto cobertor, siguieron los desiertos tras el levantamiento de las primeras civilizaciones en muchas áreas del Medio Este y África del Norte.
La práctica de la conservación en las antiguas civilizaciones
Realmente, la práctica de la conservación se desarrolló en las civilizaciones más tempranas. La religión ha tenido parte de protagonismo. Tabúes religiosos permitieron que determinadas especies animales y vegetales fueran protegidas. Asimismo, las sanciones religiosas previnieron la destrucción de muchos bosques y montañas sagradas. La Biblia está llena de referencias al uso de la tierra, y formas de gobierno de los recursos que tenían funciones de conservación.
El uso de fertilizante orgánico para mantener la fertilidad de la tierra, se halla entre la práctica de muchos pueblos primitivos, y ha tenido una larga historia en la agricultura occidental. Civilizaciones tales como los Inca o los Fenicios desarrollaron sofisticadas técnicas de sostenimiento de tierras en laderas, y de prevención de la erosión, haciendo más eficaz el uso del agua para riego. Las primeras civilizaciones también mostraron evidencias de creación de reservas o parques para proteger la fauna o áreas naturales.
La acumulación de la experiencia humana llevó a un incremento legítimo en la práctica de los usos de la tierra. Evidencias que se hallan recogidos en escritos de la agricultura romana y, más tarde, sobre las técnicas de riego de campos y jardines desarrollados durante la cultura musulmana.
La visión de la naturaleza salvaje en los tiempos preindustriales
Los paisajes agrícolas preindustriales de Europa Occidental, Japón y China, reflejan una gran habilidad en la conservación de recursos naturales. El regadío de tierras en el valle del Nilo, o las fecundas producciones en tierras volcánicas del sudeste asiático a lo largo de cientos de años, demuestran esa capacidad.
De todas formas, en los tiempos preindustriales la preocupación por la naturaleza salvaje no estaba extendida, principalmente porque se observaba ésta como vasta e inagotable. Esta visión era errónea porque los 500 millones de personas que habitaban el mundo e 1600, no disponían de las fuentes de energía y maquinaria para efectuar un gran cambio medioambiental.
Las malas prácticas sobre el ambiente natural durante los periodos de colonización
Comenzando con el viaje del descubrimiento en el siglo XV, se extendió la influencia de la cultura europea por el mundo. Los europeos del siglo XVII se equiparon con nuevas y poderosas tecnologías, y una creciente habilidad para modificar grandes áreas de la tierra y dominar otros pueblos menos agresivos.
Durante esos periodos las actitudes de los exploradores y colonos se orientaron al inmediato engrandecimiento personal, la productividad de las tierras colonizadas, y una preocupación por extender las expectativas de sus propias vidas. La erosión de las tierras y la destrucción de la vegetación natural y la fauna, acompañaron a la colonización europea de las Américas, Australia y África. No obstante, durante los primeros periodos se promovían ideas y prácticas sobre la conservación. La conservación del bosque, por ejemplo, se desarrolló a principios del siglo XVII en Inglaterra y Francia, en parte a causa de la desaparición de bosques naturales, como resultado de la demanda creciente de madera para uso como combustible industrial.
Las dramáticas consecuencias medioambientales por las actividades agrícolas y cinegéticas del siglo XIX
Tan temprano como en el siglo XVIII, en América del Norte un hombre como Tomás Jefferson ya tenía importantes ideas y preocupación por el desarrollo de la fauna. El siglo XIX, de cualquier modo, dio testimonio de inusuales y severas depredaciones medioambientales.
En Australia, por ejemplo, se permitió el aumento desmedido de las poblaciones de ganado, más allá de lo que el forraje natural para su alimentación podía apoyar. Aunque millones de animales murieron durante periodos de sequía, el proceso de sobrecarga de los límites de la tierra se llevó a tal grado, que todavía en la actualidad no se ha recobrado. En África del Sur fueron cazados muchos animales hasta la extinción, y los mamíferos más grandes quedaron reducidos a muy pocos, poniendo en peligro su supervivencia.
Pero en América del Norte el cambio era más dramático. Las grandes manadas de animales que habitaban las llanuras y praderas, tales como bisontes, alces, antílopes y ciervos, desaparecieron o fueron reducidos a unos pocos a manos de los cazadores. Igualmente, se exterminaron muchas aves y grandes rapaces, y otros animales como variedades de oso pardo, puma y lobo llegaron a quedar extintos.
Los fuegos amenazaron hermosos bosques en Nueva Inglaterra y las proximidades de los Estados de los grandes lagos y el Sur. Muchos prados quedaron asolados, y en áreas de California la vegetación nativa fue eliminada en la mayoría de especies y reemplazada por otras de origen europeo y asiático. Plantas nativas y especies animales quedaron erradicados y ocupados su hábitat por invasores exóticos.
En contraste, grandes áreas de Europa y Asia quedaron mucho menos marcadas, como resultado de haber persistido la orientación hacia la conservación y utilización prudente de las tierras
Se podía predecir que los movimientos modernos de conservación tendrían sus principios, no en las tierras del Viejo Mundo, sino en las áreas del Nuevo Mundo, donde dentro de la memoria de una sola generación existía un extremo cambio en el paisaje y la abundancia de la fauna. La reacción a la destrucción de los recursos naturales en esos lugares precipitó la formación y crecimiento del movimiento de conservación.
Obras y personajes que despertaron el interés por la conservación
Tan temprano como en 1882, George Catlin, un autor y artista estadounidense, fue el primero en proponer la idea de parques nacionales rodeados de áreas mayores, en que los indios y la naturaleza salvaje podían guardarse conjuntamente.
En la misma época, el botánico Guillermo Bartram y el ornitólogo John James Audubon despertaban un interés en la fauna y su conservación. Un poco más tarde, los escritores Ralph Waldo Emerson y Enrique David Thoreau, presentaron potentes argumentos acerca de la importancia de la supervivencia continuada de la naturaleza salvaje, para el bienestar psicológico de la humanidad.
Thoreau llegó a ser uno de los primeros defensores de la conservación del desierto. El primer libro sobre conservación "hombre y naturaleza", por George Perkins, apareció en 1860. En los mismos periodos el autor y naturalista John Muir establecido en California fue también uno de los principales valedores de la preservación del desierto.
En 1872, el Congreso de Estados Unidos proclamó el parque nacional de Yellowstone, región de Wyoming, estableciendo también en los primeros momentos un importante papel al gobierno en la protección y administración de esas áreas.
Los movimientos "conservacionistas"
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