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Historia Del Islam Clásico


Enviado por   •  24 de Octubre de 2011  •  2.879 Palabras (12 Páginas)  •  926 Visitas

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Historia del Islam clásico

El Islam clásico es un periodo de tiempo en la Historia del pueblo musulmán que abarca desde sus comienzos con los pueblos árabes hasta el último reducto ubicado en la España de finales del siglo XV en el Reino de Granada. Las tribus árabes con Mahoma a la cabeza comenzaron un movimiento migratorio de expansión y conquista que duró casi nueve siglos.

Los comienzos

Los árabes que habitaban la Península Arábiga no formaban una nación ni un Estado. Formaban diversas tribus dispersas e independientes (unas eran nómadas y otras sedentarias) y en continuas luchas. Estas tribus no reconocían un poder que fuera común a todas ellas.

Las tribus nómadas del desierto, los llamados beduinos, constituían un grupo social de unos 3.000 miembros; dicho grupo estaba a su vez dividido en familias pero unido por la herencia de sangre, que se transmitía por vía paterna. La relación entre las distintas tribus fue siempre difícil e inestable. Las características de estas tribus de beduinos eran, además de la unión de la sangre, el sentido de la hospitalidad, el tener siempre presente el honor y el valor guerreros, y el aprecio a la poesía y a la elocuencia, facultades éstas que sirvieron como instrumentos en la memoria colectiva del pueblo árabe.

Las tribus sedentarias vivían en el Yemen, al suroeste, y en los principados del norte (en realidad en estos principados las tribus eran seminómadas) que se relacionaban con Persia y Bizancio. El Yemen servía de enlace entre las rutas marítimas y las rutas de caravanas. Dichas tribus, después de tiempos de esplendor desaparecieron como entidades independientes ante la supremacía y presión de los persas en el primer tercio del siglo VI.

Por otra parte, la ciudad de La Meca (مكة), así como las ciudades del desierto centro-occidental, en esa misma época, prosperaron en gran manera a la sombra de las rutas caravaneras. Las tribus se fueron haciendo sedentarias y los mercaderes formaron una nueva entidad social acumulando riquezas y olvidando un tanto los viejos valores nómadas.

En cuanto a la religión, los árabes no eran monoteístas, veneraban piedras, árboles, astros, demonios y ciertos dioses o ídolos que eran honrados en La Meca. Eran más religiosos los beduinos que el resto de la población.

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Mahoma (Mohamed) "enviado de dios" (الله رسول محمد) y el Islam (اسلام)

Tal era el escenario y la situación en la Península Arábiga a principios del siglo VII, cuando entró en escena Mahoma (Muhammad, محمد ) y en el año 610 empezó a predicar una religión nueva y monoteísta: el Islam. Los árabes eran escépticos y positivistas y al principio se burlaron de él y hasta le persiguieron. Pero con energía y constancia más la fuerza de las armas con que intervinieron sus partidarios, Mahoma impuso su doctrina y su poder. Los árabes se dejaron arrastrar al principio sobre todo, más que por la religión, por su espíritu guerrero y conquistador, cualidades éstas que supieron desarrollar igualmente sus sucesores.

Con la ayuda de Mahoma, su nueva religión y su espíritu de expansión, las tribus árabes llegaron a tener una cierta unidad política con un jefe común. Aunque no fue nunca una cohesión fuerte y sólida, pues mantuvieron a lo largo de la Historia y en todo el territorio del Islam continuas guerras tribales, apareciendo diversos partidos y diferencias en las ideas y preceptos religiosos. La historia interna del imperio musulmán muestra continuamente una natural independencia y el recuerdo del odio entre tribus. Esta lucha constante a través de los siglos culminó con la disgregación de los dominios musulmanes y fue la causa de la ruina final del mundo islámico.

Muy importante y definitivo para las futuras conquistas fue el aporte humano de los beduinos. Su fuerza, su agresividad, sus tácticas de combate fueron en gran medida eficaces para el triunfo del Islam sobre los grandes imperios sedentarios de sus vecinos. A lo largo de la historia del mundo islámico se va a repetir continuamente este aporte humano de nuevos nómadas que seguirán los patrones sedentarios pero que llevarán siempre el recuerdo de sus orígenes, mitificando la figura del beduino como la perfección primitiva.

Las tribus árabes unidas bajo el mandato de Mahoma y sus sucesores llevaron el Islam y conquistaron en pocos años (del 697 al 708) casi toda el Asia Menor, Egipto y norte de África. Los pueblos dominados y que aceptaron la nueva religión son conocidos con los nombres de musulmanes (que viene de la voz del árabe clásico muslim de raíz trilítera SLM de la misma familia que islam), mahometanos (de Mahoma) y sarracenos (del arameo rabínico sarq-iy-in, habitantes del desierto; sraq es desierto). Entre todos ellos, el principal era el pueblo árabe, pero no el único. Estas denominaciones no son sinónimo de árabe.

La expansión

A partir del regreso de Mahoma, la ciudad de La Meca había quedado transformada en el centro de piedad del mundo islámico. Mahoma y sus seguidores empezaron entonces su expansión por toda la Península Arábiga hasta llegar al sur de Siria. En el año 632 murió el profeta y los nuevos jefes tomaron el título de califa, que significa sucesor.

El primer califa (632-634) "Jalifa,خليفة" fue el suegro de Mahoma, Abu Bakr As-Sidiq, الصديق بكر ابو. Le sucedieron los califas Omar Bin Jatab الخطاب بن عمر, Otman bin Affan عفان بن عثمان y Alí Bin Abu Talib, طالب أبي بن علي. A su muerte (fue asesinado) se desencadena la primera guerra civil.

En la segunda mitad del siglo VII tienen lugar más conquistas y la expansión llega a sus límites de fronteras estables que perdurarán así durante siglos. Es el dominio de las dinastías de los omeyas y los abasidas. Por occidente llegaron hasta Hispania y por oriente hasta China e India.

La conquista y expansión fue un fenómeno sorprendente realizado en relativamente poco tiempo y con aparente facilidad. Se dieron esas circunstancias por varios motivos, unos aportados por los propios árabes y otros por el enemigo común a todos ellos.

Los árabes musulmanes contaban en su provecho con una firme convicción religiosa, una cohesión guerrera heredada del mundo tribal de que procedían, una fuerza suficiente para poder vencer, una tendencia especial a saberse mover y controlar las rutas y además, una gran habilidad para pactar con el enemigo. Los puntos fortificados se iban rindiendo no sólo por el empuje de las armas sino por la oferta de capitulaciones benignas que aseguraban el respeto a la situación personal, jurídica,

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