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Historia Del Vestido


Enviado por   •  2 de Mayo de 2013  •  5.274 Palabras (22 Páginas)  •  304 Visitas

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El origen de las modas

Antes de tener vestimenta bella y cómoda, el hombre soportó la tortura de modas absurdas y crueles.

La necesidad de cubrirse el cuerpo de las primeras que debió de sentir el ser humano. No es fácil decir que fue lo primero que el ser humano empleó como vestido. Algunos opinan que, antes de pensar propiamente en vestirse, lo que hizo fue cubrirse el cuerpo con pintura o con tatuajes.

Por la observación de los pueblos más salvajes de la actualidad se sabe que, mucho antes de aprender a tejer o a curtir, los individuos de esos pueblos se “embellecen” embadurnándose el cuerpo, o `perforándose los dientes, o aplastándose la cabeza, u oprimiéndose la cintura con angostos aros de hierro. Y, además, usan adornos de plumas, anillos en la nariz, aretes, collares de conchas marinas, sortijas, brazaletes, ajorcas y cinturones.

Es muy posible que la primera prenda de vestir del hombre primitivo le fuera sugerida por los cinturones. Porque parece natural que, en su deseo de bien parecer, tanto los hombres como las mujeres se engalanaban colgando hierbas o plumas de un cinto, Satisfacían también así, un instinto rudimentario de pudor.

Pero lo que es indudable es que aquellos hombres sintieron ya la necesidad de sujetarse a ciertas normas en el vestir. ¡Habían nacido las modas! Porque los hombres consideran decoroso aquello a que se acostumbran. A las mujeres de algunos países musulmanes de hoy no se les ocurriría aparecer ante los hombres sin llevar cubierto el rostro sin el velo: les parecería que iban desnudas. Y en el Asia Central se horrorizaría de que alguien les viese las yemas de los dedos. Como ocurre hoy, el hombre primitivo sólo se sentía vestido decorosamente cuando usaba lo mismo que los demás.

Pero un día volvió a su casa el hombre fuerte de la tribu, pavoneándose con la piel de un gran animal que había matado y llevaba sobre los hombros. Esto hizo surgir inmediatamente la moda de las capas de piel, y todos los cazadores guardaban la mejor que podían conseguir para lucirla en las mejores ocasiones. No es posible decir si la piel les gustaba porque se creían más importantes así o porque, hasta en el cálido clima en que vivían los primeros hombres, las noches eran a menudo frescas, y una capa de piel de oso resultaba muy útil.

Desde luego, el rey o el jefe de la tribu o del clan exigían ciertos derechos en materia de indumentaria, y lo mismo los hombres principales de la colectividad. Aún antes de que existiera algo que pudiera llamarse ropa, la jerarquía de cada hombre se advertía en su adorno personal.

Más tarde, en el Egipto primitivo, el rey usaba una cola de león como signo de realeza, pero ninguno de sus súbditos podía burlarse de aquel seductor ornamento. Desde tiempos remotos, los gobernantes han usado coronas u otros emblemas de un rango y mantos de púrpura o de armiño. Incluso hoy, los monarcas de los países más civilizados ostentan en las ceremonias de gala unos anacrónicos uniformes, con corona y un cetro labrado de oro y con incrustaciones de piedras preciosas.

Cuando se mira por primera vez a los hombres con ese largo catalejo que se llama la historia, se los ve ya muy complacidos de sí mismos con un breve traje de lana o lino. Desde luego, las clases inferiores no podían aspirar a tanta grandeza, pero la “clase alta” de Sumeria, hace cinco o seis mil años, usaba una especie de sintética camisa de noche, a menudo de lana, que dejaba un hombro al descubierto, Encima de esto, un hombre o una mujer acaudalados solían echarse una pesada capa, pero no podían pasar de ahí. Las imágenes conservadas muestran que sólo los dioses y los reyes podían ponerse un sombrero. Para compensarlo, tanto los hombres como las mujeres usaban el cabello largo; y las damas de Ur, en la Sumeria, se enorgullecían de sus peinados.

Poco más o menos en la misma época, en Egipto, los hombres de las clases superiores se sentían elegantes con una breve faldilla blanca de lino. Más tarde la alargaron suficientemente para que llegara a las axilas; y el que quería engalanarse de verdad se hacía almidonar la ropa…, y un rey hasta solía usar una de color.

Con el tiempo, las clases humildes comenzaron a usarse taparrabos, y pronto estos se convirtieron en faldillas. Porque aunque un taparrabos estaba ceñido simplemente a la cintura, y atado o doblado delante, resultaba bastante fácil alargarle las puntas, convirtiéndolo en un delantal que llegaba a las rodillas, y ensancharlo luego formando una faldilla que rodeaba todo el cuerpo. Cuando se descubrió el algodón, y se mejoraron las artes del hilado y el tejido, las prendas se hicieron más refinadas, y los estilos cambiaron…, pero muy lentamente.

Alrededor del año 1900 a. C., la indumentaria adquirió más gracia. La gente aprendió a portar un chal o un manto de tal modo que formara suaves pliegues. En Grecia, esos pliegues eran a menudo muy hermosos, probablemente tan artísticos como los trajes más bellos que haya visto el mundo, y la misma moda fue adoptada por los romanos.

Los griegos usaban sobre la piel una túnica larga, de lino y sin mangas, que llamaban “chitón”. Sobre ella amoldaban, formando pliegues, una larga prenda oblonga de lana, que llamaban “peplos”. El peplos excedía probablemente en unos 30 centímetros la estatura del que lo usaba y ceñía el cuerpo de la cabeza a los pies; lo sujetaban con broches.

GRECIA BELLEZA CORPORAL

La belleza y la limpieza eran importantes para los antiguos griegos. En la escultura y en los vasos se ve a hombres y mujeres llevando prendas de vestir elegantes y graciosamente plegadas y manteniendo actitudes airosas. Los jóvenes se preocupaban de sus cuerpos, manteniéndolos fuertes y en forma para llegar a ser buenos soldados y atletas. La desnudez era considerada bastante normal en los jóvenes, que siempre competían desnudos en los juegos. Después del ejercicio, los hombres y los muchachos se frotaban unos a otros con aceite de oliva para mantener su piel flexible. Las mujeres cubrían todo su cuerpo cuando salían, incluso sus cabezas. Sin embargo, sus vestiduras estaban tan finamente tejidas, que a veces eran casi transparentes y debían ser ligeras y frescas para el ardiente verano. Las mujeres llevaban aceites perfumados y procuraban resguardarse del sol lo más posible, ya que el bronceado por el sol no se consideraba bonito. Las mujeres ricas poseían joyas, la mayor parte de ellas oro y plata y muy adornadas.

Las prendas estaban a menudo brillantemente muy coloreadas, y los peinados eran muy complicados y además regularmente adornos en la cabeza. Las mujeres utilizaban unos tarros especiales, redondos y planos, llamados pyxis, donde guardaban sus perfumes y cosméticos. Estos

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