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Hobsbawm: “La revolución”

gabrieladeneco871 de Agosto de 2014

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Hobsbawm: “La revolución”

I

La bibliografía sobre la “revolución” se incrementa notablemente entre 1960 y mediados de 1970. Según Hobsbawm pueden hacerse tres observaciones acerca de la historiografía sobre este tema: 1) en su gran mayoría tratan sobre las “grandes revoluciones”: por ejemplo, china, francesa, y rusa. 2) Todas las demás revoluciones se juzgan a partir de estos ejemplos. 3) La historiografía sobre revoluciones (R) es muy desigual, por lo cual es difícil establecer comparaciones o generalizaciones.

La mayor parte de los estudios sobre este tema, tratan de las causas o el desarrollo de las revoluciones, Hobsbawm (H) se propone, en cambio, estudiar cómo y cuándo terminan. Así parte de tres premisas fundamentales: 1) el estudio histórico de las R no puede separarse del período histórico en los que se producen. 2) Nunca puede separarse de la historia del período en el que el investigador realiza su trabajo, ni de su inclinación personal. 3) H descarta cualquier versión según la cual “la R siempre puede evitarse si se puede realizar el potencial creativo de la organización política”.

II

Según H, carece de interés en este estudio analizar detalladamente las numerosas definiciones del término R. Todas ellas proponen una aplicabilidad universal del concepto; pero hoy día los historiadores tienen sus dudas acerca de esta universalidad. De todos modos, se intenta no remontar demasiado lejos en el pasado la idea de las R como causantes de un “cambio de sistema”. Se lo piensa más como un concepto moderno.

Las definiciones más útiles son descriptivas o sintéticas. H resalta la existencia del elemento de movilización de masas, sin la cual pocos historiadores identificarían como tal a una R. Así, la R sería una combinación de síntomas más que la aparición de uno o varios de ellos por separado. Esta definición sintética aúna dos elementos fundamentales: el carácter de “rebelión” y el cambio de poder de un “antiguo régimen” a un “nuevo régimen”. Aunque no siempre sean victoriosas.

Por muy prolongadas en el tiempo que puedan ser esas “eras revolucionarias”, hay que distinguirlas de los macrofenómenos históricos en los cuales están insertas, como el cambio de las sociedades precapitalistas a las sociedades capitalistas. Además, estos macrofenómenos de transformación histórica no implican el microfenómeno de la R.

Por otro lado, desde hace mucho tiempo se acepta la idea de que la teoría “contrarrevolucionaria” aspira a proteger el orden social frente a una forma de cambio drástico, atendiendo de forma distinta a las exigencias de cambio. En este caso, el mismo análisis puede aplicarse, trátese de R o de contraR. Así, cualquier forma específica de transferencia insurreccional del poder, es tan sólo una de las varias formas posibles que adoptan esos cambios.

De todas formas, no pueden existir discrepancias respecto de los dos principios, según los cuales desde el siglo XVI han sido inevitables algunos cambios funcionalmente revolucionarios, y algunas revoluciones han sido evitables aunque sólo sea porque de hecho se han evitado [¿?].

Pero, para lo que le interesa a H, no es necesario llevar más allá este análisis [¡gracias a Dios!, diría mi abuela]. Sin embargo, nos deja otras tres observaciones: 1) una época de R social sin una serie de Rs concretas y significativas es muy difícil de concebir en teoría e improbable en la práctica. 2) Deben aspirar a la “transformación social”. Deben implicar cambios drásticos y radicales. 3) Las diferentes formas de conseguir esas transformaciones, sean revolucionarias o de otro tipo, producen resultados socioeconómicos y políticos muy diferentes.

III

Las Rs son episodios en los que grupos de individuos persiguen una serie de objetivos, sean cuales fueren las causas y motivos que les llevan a actuar o la diferencia que existe entre sus intenciones y los resultados de la acción.

Aquí H plantea el margen de acción que los individuos tienen en estas instancias: la historia la hacen las acciones de los hombres y sus elecciones son concientes y pueden ser significativas, pero las acciones planificadas se desarrollan en un contexto de fuerzas incontrolables (Lenin). De hecho, la situación puede ser tan estructurada que el margen de acción puede resultar muy limitado. Las Rs tiene un alto componente de incontrolabilidad, por lo cual las teorías que ponen un énfasis excesivo en los elementos voluntaristas o subjetivos, deben ser tomadas con cautela.

Desde el punto de vista de los historiadores, las fuerzas organizadas de los revolucionarios y sus estrategias son secundarias, su logro consiste en aprovechar en beneficio propio una situación cambiante. Los intentos de planear desde abajo el estallido de las Rs han fracasado casi siempre.

Al igual que los ejércitos y las guerras, los movimientos revolucionarios y las Rs engendran modelos de comportamiento identificables y tienden a reclutar a aquellos a los que apelan. Según Lenin, en esas situaciones pasan a ser revolucionarios unos individuos que no lo son en una situación normal. Qué intereses persiguen los grupos sociales movilizados no se corresponden con su comportamiento en ese momento histórico particular, no se puede prever cuál será su actitud subjetiva. Las consecuencias de un mismo comportamiento de grupo varían debido al contexto situacional. La estructura y la situación interactúan y determinan los límites de la decisión y de la acción, pero es la situación la que delimita fundamentalmente las posibilidades de acción.

IV

Durante la generación pasada, los estudiosos de la R que seguían el método comparativo concentraron su atención en las causas y circunstancias determinantes de su estallido y su éxito. Pero estos estudios tienen limitaciones. 1) Aquéllos que se basan en el supuesto de que la R es fundamentalmente una forma de inestabilidad o lucha civil, sólo aportarán datos sobre las condiciones de esa lucha. 2) Los que se preocupan sólo en la predicción del estallido se concentrarán en las causas y perderán el interés cuando las R ocurren o han sido evitadas. 3) también pueden ser muy abstractas. Las generalizaciones basadas en realidades históricas objetivas no presentan en gran medida esos inconvenientes (por ejemplo la dicotomía [“díada”, diría Ansaldi] ciudad-campo).

En Genaro, los análisis tienden a distinguir entre “condiciones previas” (causas subyacentes a largo plazo) y “desencadenantes” (factores fortuitos que generan el estallido). Esta distinción presenta tres inconvenientes [a este tipo no le gusta nada…]: 1) tienden a sumir que ninguna R es evitable a largo plazo. 2) muchas veces no es posible distinguir entre “condiciones previas” y “factores desencadenantes”. 3) Tiende a minimizar la interconexión fundamental entre los factores estructurales-coyunturales y los situacionales.

Ahora H pasa a analizar dos aspectos sintomáticos de la R: “las crisis históricas” y “las situaciones revolucionarias”.

El análisis de las rupturas contemporáneas se ha centrado en el estudio comparativo; pero la posibilidad de comparar distintas R es muy insegura, dado que éstas se producen en sociedades y estructuras políticas diferentes.

La difusión de modelos comunes a través de la ideología, el mercado o el simple poder es característica de un sistema y, cuando éste no existe, la simple sensibilidad a un motivo común de perturbación no suele ser suficiente para construirlo. Las diferencias estructurales, históricas y de otro tipo entre los diferentes componentes han resultado decisivas.

De todas forma el concepto de “crisis general” es útil para recordarnos que se producen revoluciones de otro tipo de rupturas en los sistemas, que atraviesan por períodos de descomposición y de reestructuración y, al mismo tiempo, para corregir la tendencia a generalizar sobre la R en abstracto, reduciendo el análisis concreto de las Rs a la suma de ejemplos distintos.

La crisis general a largo plazo que atraviesa el mundo desde comienzos del siglo XIX contiene cuatro períodos de conmoción de todo el sistema: las dos guerras mundiales, la depresión económica 1929-1933, y la depresión mundial de 1970.

Por otro lado, una “situación revolucionaria” puede ser definida como una crisis a corto plazo dentro de un sistema con tensiones internas a largo plazo, que ofrecen posibilidades de un estallido revolucionario. En consecuencia, su existencia es discutible hasta que realmente se produce la R. Así, las “situaciones revolucionarias” se mueven en el ámbito de las posibilidades y su análisis no resulta profético. Según Lenin, el análisis de estas situaciones comprende: 1) La crisis en la política de las clases dirigentes. 2) Agudización del descontento en las clases inferiores. 3) Un incremento considerable de la actividad de las masas.

Según H, el punto central del análisis leninista reside en la interacción de una “crisis de las clases altas”, indispensable, y de la rebelión de las masas, empujadas a realizar una acción histórica independiente, siendo ambos elementos necesarios e interconectados. Cada uno de ellos puede provocar el otro o pueden aparecer de forma independiente. Lenin añade que la conjugación de ambos fenómenos es independiente no sólo de la voluntad de grupos y facciones separados, sino incluso de las distintas clases. Esto indica que una situación revolucionaria es incontrolable.

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