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Hobsbawn, Naciones y nacionalismo desde 1780


Enviado por   •  20 de Enero de 2014  •  1.450 Palabras (6 Páginas)  •  268 Visitas

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Hobsbawn, Naciones y nacionalismo desde 1780

Francisco Javier Pérez Gutiérrez

Este libro cuenta con una introducción y seis capítulos. En la Introducción, Hobsbawm aclara algunos de sus puntos de partida y premisas de arranque, entre las que destaca el hecho de que “el sentido moderno de la palabra [nación] no se remonta más allá del S. XVIII”; también que “al abordar la cuestión nacional es más provechoso empezar con el concepto de la nación (es decir, con el naciona­lis­mo) que con la realidad que representa”. Así mismo, aclara por tanto, que el nacionalismo antecede a las naciones, lo que lo lleva a afirmar que “las naciones y los fenómenos asociados con ellas deben analizarse en términos de las condiciones y los requisitos políticos, técnicos, administrativos, económicos y de otro tipo”.

En el primer capítulo, titulado La nación como novedad: de la Revolución al Liberalismo, pueden verse dos grandes partes. La primera, como el mismo autor la llama, consiste en una Begriffsgeschichte de los términos nación, tierra, patria, entre otros, para lo cual se vale de una serie  de diccionarios y enci­clo­­pedias mediante cuyas definiciones logra brindar al lector una idea de la evolución del término y de sus significados. Una segunda parte está compuesta por su intento de definir la teoría burguesa liberal de la “nación”. Para ello vincula este concepto de nación con el relativo a la economía nacional, cuyo fo­mento sistemático por el estado en el marco del siglo XIX europeo quería decir proteccionismo.

Citando a List (1827) y a otros, caracteriza el concepto liberal de nación diciendo que esta (la nación) “te­nía que ser del tamaño suficiente para formar una unidad de desarrollo que fuese viable”, lo que conlleva a una subsecuente jerarquización por tamaños y a una relevancia cada vez mayor del pro­ce­so (o, por lo menos su capacidad potencial) de expansión que la nación lleve a cabo.

De esta caracterización, Hobsbawm presenta lo que se podría denominar como los criterios que per­mi­tían que un pueblo fuera clasificado firmemente como nación; estos son, a saber, la aso­cia­ción histórica con un estado, la existencia de una antigua élite cultural y la probada capacidad de conquista.

El autor concluye el capítulo exponiendo las justificaciones de la burguesía liberal en lo referente al nuevo concepto de nación. Dos pequeñas citas para ilustrar estos argumentos: “debido a que la nación misma era una novedad desde el punto de vista histórico, era blanco de la oposición de los conservadores y los tradicionalistas y, por consiguiente, atraía a sus adversarios” y “Los argumentos favorables a la nación decían que representaban una etapa en el devenir histórico de la sociedad humana, y los argumentos a favor de la fundación de un estado-nación determinado […] dependían de que pudiera demostrarse que encajaba en el evolución y el progreso históricos o los fomentaba”.

El segundo capítulo, Protonacionalismo popular, se encarga de analizar sistemáticamente algunas de las características de este fenómeno, entre las que se encuentran la cuestión de la lengua nacional, la et­ni­cidad, la religión y la “conciencia de pertenecer o haber pertenecido a una entidad política duradera” (nación histórica). Sobre la primera, Hobsbawm anota que ésta surge tras una construcción de un idioma estandarizado, diferente a la lengua materna, cuyo concepto es literario, mas no existen­cial. Sobre lo segundo –la etnicidad-, plantea sus tres características: (1) división más horizontal que vertical, (2) la etnicidad visible tiende a ser negativa y (3) la etnicidad negativa no puede entenderse como protonacionalismo. Sobre la religión, más que centrarse en su importancia como marco metafísico de comunión colectiva, recalca la importancia de las imágenes y los rituales vinculados a ella, como un puente entre la población y el estado. Sobre lo último –nación histórica- Hobsbawm sugiere que esta conciencia surge más en un ámbito de elite, que permite a los grupos socioeconómicos dominantes desarrollar su propia identidad en oposición a otros grupos semejantes.

Así, concluye el autor este capítulo afirmando que el protonacionalismo no lleva mecánicamente al desarrollo de un nacionalismo pero que, no obstante, funciona en tanto alista el terreno para su ulterior aparición.

Si en el capítulo anterior se centró más que todo en una visión desde debajo de la “nación”, en el tercer ca­pítulo, La perspectiva gubernamental, su punto de vista es el de los gobernantes. Así pues, plantea una de las cuestiones que aparece en el escenario político y cuya solución debe ser encontrada por los go­bernantes.

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