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IMPACTO DE LOS MEDIOS

KAROL12345Síntesis19 de Noviembre de 2014

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IMPACTO DE LOS MEDIOS

MASIVOS DE COMUNICACIÓN

EN LAS TRADICIONES LOCALES

(ARTÍSTICAS, DE RECREACIÓN,

OCIO Y DEPORTE).La interacción de la sociedad humana con la biosfera suscita problemas y cuestiones que solo hasta nuestra época empiezan a cobrar un grave significado. Pese a que el tema ambiental ya fuese introducido como problema desde hace varias década, puede decirse que hoy su importancia es particular. En realidad, hoy son más sobresalientes los factores implicados y sus efectos de mayores repercusiones que en otras épocas, todo lo cual hace que su presencia condicione en múltiples direcciones las relaciones entre el hombre y la biosfera, y que en material de responsabilidad quede mucho por decir. En los siglos anteriores a la intervención tecnológica directa, y a los condicionamientos poblacionales a los que ha estado sometido el ambiente durante los últimos siglos, el ecosistema presentaba fluctuaciones variables, dependiendo de cambios ambientales ordinarios. La distribución de conglomerados vitales, de modo más abundante en los trópicos que en los polos, y la agrupación de poblaciones en ambientes geográficos con características más adecuadas para la supervivencia, constituyeron la conducta normal vivida durante decenas de siglos, lo que propició una fluctuación poblacional y cambios -términos de un ecosistema- casi imperceptibles. De acuerdo con las evidencias de los fósiles, las formas vitales aparecieron hace cerca de 3 800 millones de años. Inmediatamente aparecida la vida, las condiciones de la tierra empezaron a cambiar. El oxígeno que hoy respiramos y que se distribuyó en la atmósfera, nació como el producto de la actividad fotosintética de los organismos vivos. Este elemento apareció hace cerca de 2 500 millones de años. La actividad de la especie humana en los últimos 10 a 15 mil años ha generado una gran influencia ambiental en el agua, los sólidos y la distribución biológica, lo cual ha causado, como es sabido, numerosas extinciones biológicas. Con el incremento de población del hombre y el desarrollo veloz de su capacidad tecnológica -ambos fenómenos vividos en los dos últimos siglos-, el planeta y la biosfera en general se han constituido en agentes pasivos ante el poder transformador del hombre, quien transforma para sí mismo sus condiciones de vida, y ello repercute directamente sobre el medio ambiente. En términos estrictamente biológicos, el hombre ha desarrollado su capacidad de adaptación de forma muy superior en relación con las demás especies. Por ejemplo, el hombre ha vencido las inclemencias del invierno, para alojarse y reproducirse también en el invierno sin necesidad de migrar. Otras especies deben hacerla, en búsqueda de sustento y clima más aptos; en el transcurso de la migración, las posibilidades de muerte aumentan para cualquier otra especie. Por el contrario, el hombre se defiende con la electricidad, la conservación de alimentos y su actual poderosa tecnología, que junto con los conocimientos adquiridos y transmitidos durante siglos lo capacitan para defenderse de la natural enfermedad y alargar de ese modo la llegada de la muerte; otro tanto puede afirmarse en otros aspectos, como la mejora sustancial en su capacidad de alimentación, comunicación y locomoción. Todos estos cambios, generados por el cerebro y la capacidad tecnológica del hombre, son sorprendentes para él mismo, pues son los que acumulados como una forma de saber a lo largo de los siglos han posibilitado eventos nunca pensados: viajes espaciales, trasplantes de órganos, conocimiento del lenguaje genético que articula la vida, etc.

La interfase de la aplicación de la técnica en el pensamiento del hombre mediante la computadora no tiene antecedentes. Los últimos descubrimientos, en relación con el genoma, han estado mediados en su totalidad por la computadora. Otro tanto vale decir para los vuelos espaciales, las comunicaciones y, en general, toda la actividad científica. El comportamiento sui generis del hombre como especie hace pensar que su presencia sobre la biosfera es de radical importancia en relación con el planeta, pues su capacidad de acción plantea interrogantes de supervivencia, de interdependencia consigo mismo y con las demás especies, junto a cuestionamientos de justicia y de responsabilidad con el futuro de la especie y de la biosfera en general. Estos interrogantes pertenecen, de una parte, a la ecología, y de otra, a la Bioética. La destrucción del ecosistema por irresponsabilidad del hombre puede significar la destrucción de la especie misma. Y, curiosamente, la irresponsabilidad del ser humano con relación al ecosistema y al hombre mismo es casi una constante. Más aún, el florecimiento de nuestra sociedad, basada en la economía liberal, ha generado un tipo de hombre irresponsable, inconsciente, preocupado por consumir para ganar en confort e insensible frente a temas sustanciales, como el magno problema social de nuestro siglo, cual es el crecimiento de la pobreza. De hecho, puede entenderse la pobreza mundial, en términos ecológicos, como un aminoramiento de la especie, como consecuencia de sus relaciones internas dependientes de la noción de justicia. Por ejemplo, que más del 70% de las personas que habitamos la biosfera vivan en condiciones de pobreza -algunas de las cuales en real muerte por hambre y pandemia como el sida-, significa un aminoramiento de la especie en relación con otros grupos de la misma, los cuales crecen vigorosos en términos económicos e incluso biológicos. Este fenómeno muestra cómo una circunstancia puede ser comprendida en términos "ecológicos", prescindiendo del significado que desde el punto de vista social puede tener el mismo fenómeno. He aquí uno de los serios problemas que afronta la Bioética, y no puede afrontar en modo pleno otra disciplina.

No obstante, es preciso admitir que la expansión poblacional de la especie humana no ha considerado la finitud de los recursos biológicos que requiere para su sustento. El mundo no es el lugar infinito que era pensado en otras épocas. Se trata de un planeta con recursos que se consideraron abundantes, pero sobre los cuales no puede pensarse que sean ilimitados. Sus elementos biológicos y energéticos pueden extinguirse, de seguir en el ritmo de consumo que hemos llevado en el último siglo. De cara a las próximas generaciones, emerge la responsabilidad de dejar un planeta agotado en sus recursos por un afán de crecimiento sin una conciencia del futuro (1).

Estos interrogantes hacen necesario que las relaciones del hombre con el ambiente sean pensadas desde una óptica no solo ecológica, sino también bioética. La ecología es una disciplina que se ocupa de la biología e interdependencia de los sistemas y subsistemas biológicos, en los que se incluye el hombre, pero no indaga la eticidad de las relaciones entre la especie humana y su comportamiento interno, ni sus relaciones con el ecosistema. La Bioética, por el contrario, apoyada con los datos de la ecología y de otras disciplinas, puede reflexionar más allá de la misma ecología, investigando cuestiones aún más difíciles, como la determinación del lugar del hombre dentro del cosmos y la conducta que, en consecuencia, puede asumir, considerando su libertad y su capacidad racional para conducirse en medio del alto poder tecnológico obtenido en los últimos años. En el marco de esta problemática, la Bioética, en relación con el medio ambiente, se inscribe con una aspiración en concreto: establecer la eticidad de las relaciones del hombre con la naturaleza, es decir, de terminar no que la preservación del ambiente sea un deber y una necesidad -lo cual ya ha sido formulado y suficientemente reiterado por otras disciplinas-, sino establecer un campo de reflexión sobre las relaciones del hombre, como especie y como grupo, en relación con la biosfera, de modo que se investiguen no solo los mecanismos de preservación del ambiente, sino también la legitimidad ética de los mismos, dentro de una filosofía de la naturaleza que justifique el lugar del hombre y el sentido de su acción sobre sí mismo y el ecosistema.

Las relaciones del hombre con el ambiente no fueron objeto de reflexión en ningún momento de la historia hasta el siglo XX. Parece que la frase del Génesis, "creced y dominad la tierra", fue la inspiración de la actividad humana y a la vez la que llevó al olvido del ambiente mismo.

El mundo griego se incorporó a sí mismo, e incluso a sus dioses, dentro de la noción de la physis. Todos los presocráticos, entre los que se reconocen los filósofos cosmólogos, convergen en que tanto el hombre como el cosmos están constituidos por los elementos fundamentales; Tales Anaximandro, Anaxímenes, pensaron el mundo y la realidad como un cosmos vivo, en el que el hombre desempeñaba un papel de participante y espectador. El cosmos comprendido por los pitagóricos era una gran criatura viviente. La noción de physis como proto-materia, es decir, aquello de lo cual están hechas todas las cosas, permitió que los problemas en relación con el hombre y todo el ambiente que lo rodea fueran una misma cosa. El ser humano como parte del cosmos fue una noción que posibilitó una comprensión del cosmos y del hombre mucho más cercana de la realidad y distante de lo que hoy pretendemos, de la realidad y distante de lo que hoy pretendemos. "Así como nuestra alma, siendo aire, nos gobierna, así también el soplo y el aire, todo abarcando, gobierna" (Anaxímenes) (2). "De este logos, que siempre existe, los hombres permanecen ignorantes, antes de haberlo escuchado y aun después que por primera vez lo escuchan; porque aunque todas las cosas según este logos se originan, se asemejan aquellos a los ignorantes, pues tantean por medio de palabras

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