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Industrialización En Lugar De Importación (1930-década De 1960)


Enviado por   •  8 de Febrero de 2015  •  1.389 Palabras (6 Páginas)  •  282 Visitas

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La Gran Depresión tuvo en su inicio efectos catastróficos sobre las economías latinoamericanas. El precipitado declive de Europa y Estados Unidos redujo de improviso el mercado para sus exportaciones. La demanda internacional de café, azúcar, metales y carne pasó por una aguda reducción y no se pudieron hallar salidas alternativas para estos productos. Cayeron el precio unitario y el volumen de exportación, por lo que el valor total durante los años 1930-1934 fue un 48 por 100 más bajo que el de 1925-1929. Una vez más, los acontecimientos sucedidos en el centro industrializado del sistema mundial tuvo efectos decisivos (y limitadores) sobre América Latina y otras sociedades del Tercer Mundo.

La depresión mundial que siguió causó una gran presión en los sistemas políticos de los países latinoamericanos, muchos de los cuales sufrieron golpes militares (o intentos de golpes). Más o menos en el año siguiente a la quiebra de la bolsa en Nueva York, los militares habían buscado el poder o lo habían tomado en Argentina, Brasil, Chile, Perú, Guatemala, El Salvador y Honduras. México soportaba su propia crisis constitucional y Cuba sucumbió a un golpe militar en 1933. Sería una exageración afirmar que los efectos económicos de la Depresión causaron estos resultados políticos, pero pusieron en duda la viabilidad del modelo de crecimiento basado en la exportación-importación, ayudaron a desacreditar a las elites políticas gobernantes e hicieron que las masas estuvieran más preparadas para aceptar regímenes militares. A partir de la década de 1930, el ejército reafirmó su papel tradicional como fuerza principal en la política latinoamericana.

Los gobernantes de la región tenían dos opciones para responder a la crisis económica global. Una era forjar vínculos comerciales aún más estrechos con las naciones industrializadas para asegurarse compartir equitativamente el mercado sin que importase su tamaño y desajustes. Por ejemplo, Argentina tomó esta vía al luchar por preservar su acceso al mercado británico de carne. En 1933 firmó el Pacto Roca-Runciman, mediante el cual retendría cuotas aceptables del mercado inglés a cambio de garantizar la compra de bienes británicos y asegurar las ganancias de los negocios británicos en Argentina. De este modo, algunos países trataron de mantener el funcionamiento del modelo basado en la exportación-importación, a pesar de la reducción en la demanda ocasionada por la Depresión.

Una vía alternativa, que no contradecía necesariamente a la primera, era embarcarse en la industrialización. Una de las metas de esta política, a menudo apoyada por el ejército, sería conseguir una mayor independencia económica. La idea era que, al levantar su propia industria, América Latina dependería menos de Europa y Estados Unidos en cuanto a artículos manufacturados. Para los militares esto significaba armas. Al producir bienes industriales, agrícolas y minerales, las economías latinoamericanas se integrarían más y se harían más autosuficientes. Y, como resultado, serían menos vulnerables a los choques causados por la depresión mundial.

Un objetivo adicional era crear puestos de trabajo para las clases trabajadoras que habían seguido aumentando su tamaño e importancia desde comienzos del siglo XX. El proletariado latinoamericano se concentraba casi totalmente en las ciudades y seguía luchando por organizar y sostener movimientos sindicales. Y en contraste con la generación anterior, ahora trababa de ejercer poder como fuerza social. En algunos países como Chile, los movimientos sindicales se vieron relativamente libres de la participación arbitraria del gobierno. En otras partes, como en México y Brasil, los políticos reconocieron el trabajo como un recurso político potencial y tomaron parte directa en estimular (y controlar) las organizaciones laborales. Ya se percibiera como aliada o amenaza, la clase trabajadora urbana buscaba un empleo seguro y los dirigentes latinoamericanos vieron la industrialización como un medio de responder.

Pero la forma más razonable de desarrollo industrial no era copiar simplemente los senderos trazados, por ejemplo, por la Inglaterra del siglo XIX. En su lugar, las economías latinoamericanas comenzaron a producir artículos manufacturados que antes importaban de Europa y Estados Unidos. De aquí proviene el nombre para este tipo de desarrollo: “sustitución de importaciones”.

Desde finales de los años treinta hasta los sesenta, las políticas de este tipo tuvieron un éxito relativo, al menos en los países grandes. Argentina, Brasil y México pusieron en marcha importantes plantas industriales que ayudaron a generar crecimiento

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