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Intermediarios


Enviado por   •  17 de Octubre de 2013  •  1.496 Palabras (6 Páginas)  •  189 Visitas

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Leoncio, un campesino serrano, bordeaba los cincuenta años de edad, sin embargo su contextura física no aparentaba más de cuarenta, por mostrar musculosos brazos capaces de arrancar de raíz un árbol de molle, eucalipto, álamo, retama o cualquiera de los que habían crecido en sus terrenos, allá en el lejano pueblo de Huayllahuara, plantados no se sabía por quién de sus antepasados. Compartía sus días cansados con su mujer Jacinta, los siete hijos que tienen ya abandonaron el hogar paterno y cada quien se fue a distintos lugares con sus maridos y mujeres, porque hay que saber que en esos lugares, hombres y mujeres tienen sus parejas desde muy jovencitos.

Esa noche, bastante clara por la presencia de los luceros y la luna, era diferente a la mayoría de noches oscuras, tétricas, que ayudaban a que las penas sean más grandes. Los esposos no podían conciliar el sueño, no por la falta de cansancio sino más bien por la preocupación que los embargaba en esa ocasión. Con la mirada fija en los agujeros de las calaminas del techo por donde se filtraban los rayos lunares, Leoncio casi soltó un murmullo: ¡Jacinta! Este año hemos trabajado harto en la chacrita y Dios nos está bendiciendo porque vamos a tener bastante cosecha. Con la misma forma ceremonial Jacinta continúa con el diálogo iniciado diciendo que tenía razón y que de esa chacrita habían vivido siempre, desde que sus hijos estaban chiquititos, y con sus endebles cuerpecitos, habían arado la para arrancarle los frutos a la Pachamama.

Esa noche era muy importante para ellos, se habían enterado por los vecinos que en la madrugada llegarían los comparadores de papas en camiones procedentes de la costa; y, era a ellos a quienes tenían que vender toda la cosecha ya que de lo contrario qué harían con tanta papa y simplemente se perdería. Haciendo cálculos mentales, íntimos planes a futuro ya ni pensar en dormir. Jacinta le decía que con la platita arreglarían las calaminas que estaban agujereadas; que cada vez que había lluvia las grandes gotas pasaban con mucha facilidad inundando toda su vivienda quedando el piso lleno de barro.

Por su parte Leoncio soñaba con viajar a Lima, había escuchado que Lima era una ciudad grande, con muchas casas, mucha gente, bonitas mujeres. Al pensar en las bonitas mujeres, sin querer; esta expresión salió nítidamente de su boca, a lo que de inmediato recibiendo una andanada de puñetazos, Jacinta le reprochó sus malas intenciones diciéndole: ¡Sinvergüenza! ¡En esas cosas nomás estás pensando! ¡Tú quieres ser como tu primo Prudencio, que cada año viene de Lima con una mujer distinta. ¿Te acuerdas el año pasado que trajo una mujer vestida de blanco? Dijo que era enfermera ¡Qué enfermera ni qué enfermera, esa mujer era una pelandusca, que es solo sirvienta, dicen que allá en Miraflores, a las sirvientas las visten de blanco! ¡Nada que enfermera!

En esa meditación, apareció la figura del empleado del banco, quien había amenazado visitarlos por esos días para el pago de la deuda por el préstamo otorgado. Pero llenándose de fe y entusiasmo, muy rápidamente la pareja encontró la solución; la deuda se pagaría con la venta de la papita y ¡Terminado el problema! Que al fin y al cabo los bancos eran para prestar plata.

La papa está bien bonita y grande repetía Leoncio. Tiene buen peso y es de mejor calidad que la de sus compoblanos. Esta papa va a volar en Lima, es rica en vitaminas por eso tenemos que aprovechar y sacarle buen precio.

Con sentimientos encontrados de alegría y temor, ambos comenzaron a recordar la cosecha del año pasado por lo que Jacinta, le dijo a su marido que no se vaya a dejar engañar, que se llevaron toda la papa por un sencillo que no les alcanzó para nada, ni siquiera para las polleras nuevas que Leoncio le había prometido, ni las frazadas que quería remplazar porque estas estaban muy desgastadas y todo el frío penetraba a través de ellas. ¡Sí! Asentó Leoncio, tampoco pude comprar el radio que tanto quería para escuchar el “perreo” que te pone en “fa”. ¡Bien mañoso eres Leoncio! Replicó Jacinta. Fíjate que el compadre Obdulio por estar enamorado, ha dejado abandonada a la comadre Teresa y tú no sabes cómo sufre ella! En la oscuridad de la habitación Jacinta captó que su marido abrió los ojos de manera extraña para decir: ¡Con la venta de la papita, le daremos a la comadre, ella está muy joven para quedarse sola, es nuestra obligación ayudarla; es más deberíamos llevarla a la casa y allí aprovechas para que te ayude con las cosas!

¡Cuidado con lo que dices Leoncio! ¡Tus pensamientos, yo los conozco! ¡Mucho cuidado sinvergüenza porque si no te corto los “runtos”! Leoncio algo nervioso por lo que ocurría, solo atinó a decir con

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