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La Ciudad Antigua


Enviado por   •  13 de Abril de 2015  •  5.758 Palabras (24 Páginas)  •  206 Visitas

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INTRODUCCIÓN

En este ensayo se hablara sobre el libro “La ciudad antigua” del autor Fustel de Coulanges, el que observamos los principios y las reglas que gobernaban en Grecia y Roma, nos mencionan a estos dos pueblos ya que los dos nacieron de una misma raza, han tenido instituciones en común y han pasado revoluciones parecidas. A pesar de ser tan parecidos también tienen diferencias y el libro no las hace ver.

Nuestra sociedad actual ha adoptado ciertas costumbres que estos dos pueblos tenían, y a pesar de tantos años nos parecemos un poco, aunque hemos tenido una mala idea de estas dos culturas, el libro del autor Fuster nos muestra cómo eran realmente.

Observamos la estructura religiosa y familiar del pueblo romano del griego. Grecia y Roma son dos civilizaciones que han marcado la historia de la humanidad, Grecia por su cultura y Roma por su poder militar y conquista de otros pueblos. Y sobre todo por su estructura política; ya que ha sido la base de muchas culturas y en la actualidad varios países se inspiran de Roma para crear las leyes.

Observamos también que Roma estaba perfectamente estructurada en clases sociales, las cuales tenían enormes diferencias, también vemos como las clases inferiores podían ser libres y dejar de ser esclavos. Los jefes de familia y el culto a sus muertos.

La ciudad antigua es una obra que se divide en V libros, de los cuales daré una explicación para así poder entender mejor a estos dos grandes pueblos, ya que son las bases del derecho.

LIBRO I

CREENCIAS ANTIGUAS

CAPITULO I

CREENCIAS SOBRE EL ALMA Y SOBRE LA MUERTE

Las generaciones antiguas de Roma y Grecia, creyeron en una segunda existencia después de la actual, consideraban a la muerte no como disolución del ser, sino como un cambio de vida.

Según las más antigua creencias de los italianos y los griegos, a donde iban las almas no era un lugar extraño al presente donde el alma pasaría a una segunda existencia; permanecería cerca de los hombres y continuaría viviendo bajo la tierra.

También había otra creencia que decía que el alma permanecía con el cuerpo, y cuando este era sepultado el alma quedaba en la tumba.

Era costumbre, al final de la ceremonia fúnebre llamar tres veces al muerto. Se le deseaba vivir bajo la tierra; se escribía en la tumba que el reposaba allí. Se derramaba vino sobre la tumba para calmar su sed: se depositaban alimentos para satisfacer su hambre; se degollaban animales o esclavos para que le sirvieran en la tumba.

De esta creencia se derivó la necesidad de la sepultura. Era necesario que el cuerpo quedase cubierto de tierra para que este sitio le sirviera. El alma que careciera de tumba vivía errante, en forma de larva o fantasma, sin recibir ofrendas y alimentos. Atormentaba a los vivos, mandándoles enfermedades y les advertía que le dieran sepultura a su cuerpo. No solamente se tenía que dar sepultura al cuerpo sino también se debían ofrecer ritos tradicionales.

En las ciudades antiguas la ley ponía castigos a los que cometieran el delito de privación de sepultura. Entre los antiguos se estableció la misión de los muertos, que era una región subterránea pero infinitamente mayor que la tumba, donde las almas estaban lejos de su cuerpo y vivía juntas; donde se aplicaban penas y recompensas.

CAPITULO II

EL CULTO DE LOS MUERTOS

Estas creencias dieron lugar a reglas, el cuidado de llevar alimentos a los muertos era algo obligatorio para los hombres. Así se instituyo toda una religión.

No se hacía distinción entre los muertos, no era necesario haber sido un hombre virtuoso; el malo se convertía en dios como el hombre de bien. Los griegos daban el nombre de dioses subterráneos. Los romanos daban el nombre de dioses manes.

Las tumbas eran los templos de estos dioses. Por eso ostentaban la inscripción sacramental Dis Manibus, significa que el dios vivía allí enterrado. Este culto a los muertos se encuentra entre los helenos, los latinos, los sabinos, los etruscos y también en los arios de la India.

Esta religión de los muertos parece que es la más antigua que haya existido. Antes de concebir y adorar a Indra o Zeus, los hombres adoraron al muerto. La muerte hizo elevar su pensamiento de lo visible o lo invisible, de lo transitorio a lo eterno, de lo humano a lo divino.

CAPITULO III

EL FUEGO SAGRADO

La casa de un griego o de un romano encerraba un altar; siempre tenía un poco de ceniza y carbones encendidos. Era la obligación sagrada para el jefe de la casa conservar el fuego día y noche. Si el fuego se extinguía había un hogar extinguido y esto sería una familia extinguida.

Había un día del año en que cada familia debía extender su fuego sagrado y encender otro, para obtener el nuevo fuego se debían hacer algunos ritos. El fuego tenía algo de divino, se le adoraba y se le rendía un verdadero culto.

El hombre jamás salía sin dirigir una oración a su hogar, el fuego del hogar era la providencia de la familia.

El fue sagrado no solo era de Grecia y Roma, también se encontraba entro los indos, lo llamaban “agni”.

El nombre del fuego sagrado fue cambiado a “Vesta” se represento con rasgos de mujer ya que era de genero femenino. Vesta fue la diosa virgen que no representaba el mundo de la fecundidad ni el poder, pero fue el orden.

Los Lares eran el alma de los muertos. El recuerdo de uno de estos muertos sagrados estaba ligado al hogar.

Lares o héroes no eran otra cosa que el alma de los muertos, a la que el hombre imponía un poder sobrehumano y divino. El recuerdo de uno de estos muertos sagrados estaba ligado siempre al hogar. Dorando a uno no podía olvidarse al otro. Era costumbre muy antigua enterrar a los muertos en las casas.

CAPITULO IV

LA RELIGIÓN DOMESTICA

En esta religión primitiva cada dios solo podía ser adorado por una familia, la religión era puramente doméstica. Una regla del culto era que cada familia solo podía rendir culto a los muertos que pertenecían por sangre. Solo el pariente más próximo podía celebrar religiosamente los funerales. Se creía que el muerto solo aceptaba la ofenda

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