La Cultura De Hauch
pachahunter6 de Junio de 2013
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Introducción
Hacia el año 1350 los incas establecieron los límites del Tahuantinsuyo sobreponiéndose a los estados, confederaciones de ayllus y comunidades libres que poblaban su territorio. La relación de los miembros recientes o antiguos con el gobierno central del Cuzco parece haber sido desigual, en algunos casos se ocupó sus tierras y se exterminó o dispersó a sus habitantes, pero fue más frecuente exigir un compromiso o mañay, por el que los nuevos sujetos intercambiaban su trabajo o los productos del mismo, para recibir bienes simbólicos e integrarse en una alianza desigual.
En cualquier caso, fue necesario unir los nuevos territorios a la red de caminos imperiales, construir un templo al Sol, dios supremo de los incas y ligar su fuerza de trabajo a los tambos, a través del servicio por turnos, (mita) de los hombres o de las mujeres (acllas). Pero también fue imprescindible adoptar formas estéticas incaicas, que hoy son testimonio de su presencia.
Es así como se divulgan las formas austeras de decoración geométrica, sobre todo en su arquitectura y su cerámica, muy lejos de los refinamientos a los que llegaron los artistas de las culturas pasadas como la nazca o moche, cuyos colores y formas fueron dejados de lado. Justamente, nos interesa recordar que los moches y mochicas alcanzaron altos niveles de perfección al reproducir la figura humana, y que sus “huacos –retrato” son un ejemplo en el arte de copiar la faz de hombres y mujeres. Para la zona que nos interesa (Ayacucho), conviene resaltar que tampoco los incas mantuvieron la calidad de los enormes cántaros ceremoniales de los waris, pintados de colores, ni la belleza de la cerámica de Qonchopata, que debió ceder ante la severa estática de los señores del Cuzco.
Estas formas son las que encontrarán los miembros de la hueste española. Esto no quiere decir que los incas no conocieron las habilidades de sus vasallos: orfebres y ceramistas de distintas partes del imperio fueron llevados al Cuzco para deleite de la clase gobernante. Pero se trata de una presencia mínima. La estética incaica era el sello de su condición dominante y se extendió creando lo que los arqueólogos llaman “horizonte tardío”, que tiene, entre otras, esas características.
Lo dicho no significa que existiese alguna forma de persecución de las imágenes, a la manera en que se desarrolló en la Europa después de Lutero, y que desencadenó el motivo antropomorfo en la pintura y escultura piadosas de los países católicos. Hay suficientes ejemplos en el arte incaico de que se usó la imagen humana o humanoide para la representación divina aunque su cantidad, o al menos la que hasta ahora se conoce sigue siendo muy pobre. Sin embargo, hay alguna mención de que Punchau, el sol del amanecer, estaba esculpido en oro, en forma de niño pequeño. También se habla de la decoración del templo de Poquecancha en el Cuzco, y todavía no se encuentran los dibujos que mandó hacer el virrey Francisco de Toledo a pintores indígenas para enviarlos a la corte española. Aun con ellos, o con la estatua de piedra de Viracocha en Cancha; o de Illapa, si es cierto lo que dice el cronista Inca Gracilazo, es difícil hacer un recuento numeroso de representaciones antropomorfas de los incas. Por el contrario, los invasores europeos, viviendo la fiebre del Renacimiento y la urgencia de la Contrarreforma, inundaron sus tempos en América de cuadros y estatuas de santos, vírgenes, cristos, todos ellos de forma humana.
Pintar o esculpir una imagen que luego se podrá consagrar, era uno de los mandatos de la evangelización. Ante la imposibilidad de dirigirse a un auditorio que no hablaba español, y con un número muy reducido de sacerdotes, la utilidad de las estatuas, cuadros, murales, etc., en el proceso de cristianizar era indispensable. No hay rincón en las Américas hispánicas en que falten las iglesias y con ellas, los objetos mencionados. Justamente Huamanga, capital del actual departamento de Ayacucho es célebre por el volumen de templos y capillas. Sus modelos arquitectónicos y decoración responden a las tradiciones artísticas de Europa ya mencionadas, y sobre todo al Barroco, que las sucedió y que en cierta forma se repite hasta nuestros días. A dichas iglesias acudían y acuden los campesinos, a prestar respeto a las imágenes que llegaron desde el siglo Xvi, aunque su percepción de las mismas sea bastante lejana del dogma católico.
Es interesante recalcar que desde un primer momento fue necesario enseñar a los indígenas a pintar y esculpir figuras sacras. Hacia el siglo Xvii, ya se habían consolidado como profesionales de estas artes, e incluso, habían nacido corrientes definidas como escuelas en Quito y Cuzco, donde las imágenes cristianas recibían tratamientos y decoraciones en las que se puede percibir la mano del artista nativo. Debió, entonces, ser inevitable que para uso cotidiano, estos artistas desarrollaran sus actividades, a pedido no sólo de la iglesia local, sino también de particulares o de gremios o comunidades no religiosas, pero que sentían la necesidad de contar con las imágenes.
2- Sarhua
El distrito de Sarhua es parte de la provincia de Víctor Fajardo, en el departamento de Ayacucho, en la sierra centro-sur del Perú. Se encuentra al borde del río Pampas, que divide Ayacucho, aproximadamente en dos mitades (norte y sur), su ubicación, en la ladera de un cerro, a mas de tres mil metros de altura, la aísla de las rutas transitadas por la gente de Cangallo o Huamanga. Además, la manera menos difícil de alcanzar el poblado es cruzando el Pampas, y eso puede hacerse a través de un puente muy deteriorado o bien vadeando el río durante la temporada seca, entre julio y septiembre, cuando tiene poco caudal y sólo un automóvil todo terreno puede arriesgarse a hacerlo.
Dado que no existe un censo nacional desde 1993, tenemos que atenernos a las cifras que nos ofrece la municipalidad del lugar. Son unas 80 casas las que componen la zona construida de Sarhua, los residentes permanentes apenas superan el millar. El número de habitantes es difícil de precisas, porque no menos de un tercio de la población joven y adulta, para largas temporadas en las alturas trabajando en sus cultivos o cuidando ganado. Por otra parte, no son muchos los incentivos que ofrece el centro urbano, uno de ellos es la escuela (primaria y secundaria) donde a los niños de 1° al 6° grado se les provee de desayuno gratuito. Lo que hacer frecuente que los padres o más bien sus abuelos (los padres suelen estar en el campo) los lleven para que reciban los alimentos y la instrucción es dejada de lado. Como tal incentivo no existe para los niños mayores, el ausentismo es notable, los padres prefieren que trabajen a su lado, en el proceso agrícola o el pastoreo de vacas, ovejas o cabras. Quienes en algún momento rechazan este género de vida, migrarán a Huamanga o Cangallo, o incluso a Ica, sobre la costa del Pacífico, pero las opciones laborales son mínimas, también para los pocos que llegan a al capital.
No hay labores rentadas en Sarhua. Incluso cuando la municipalidad emprende tareas de edificación, lo que sucede en pocas ocasiones, prefiere contratar a empresas que viajan con su propio personal obrero o que se encargan de contratarlos fuera de Sarhua, buscando equipos de construcción con cierta experiencia para acelerar el trabajo. Tampoco hay mucho dinero circulante al interior del distrito, lo usual es que los sarhuinos intercambien productos usando patrones tradicionales para establecer el calor de los objetos vegetales o animales en las transacciones.
Fuera del contexto urbano, la autoridad está en manos del Presidente de la Comunidad, que rige sobre las acciones de pastores y agricultores. En realidad, no hay diferencias entre quienes realizan cualquiera de estas dos actividades, ya que cada comunero posee un pequeño campo de cultivo y algunas piezas de ganado. Los espacios no están marcados en términos occidentales, pero los comuneros saben definir los límites de sus propiedades (terrenos y animales) aunque a los ojos de un visitante se vean entremezclados. Un cierto número ( entre 6-10) de varayocs (personas que poseen al bastón o vara de autoridad) acompaña al presidente en el gobierno de la comunidad. Sólo pueden ser elegidos dentro del grupo de comuneros que ha cumplió todos los "cargos" (responsabilidades) que se exige a un sarhuino, desde que es niño hasta cuando se casa y se convierte en persona de respeto.
Sólo en el centro urbano puede escucharse hablar español, fuera de esta área, el único idioma es el quechua. Las ropas que se usan a diario son las tradicionales de la región, los niños la cambian por el uniforme del colegio apenas en horas de clase. Hay un solo teléfono público (“comunitario”) que lo conecta con el exterior, que se encuentra en el interior de la bodega mejor surtida del pueblo, a un costado de la plaza de armas. El alumbrado eléctrico se reduce al perímetro de la plaza, aunque se pueden hacer conexiones válidas en caso todas las casas del centro de Sarhua, lo que no es posible en las que se han construido en las colinas o cerros que la rodean. Hay pilones de agua en muchas de las casas, pero no hay desagües, lo que convierte al poblado en un lugar de contaminación permanente. Las enfermedades registradas en el precario centro de salud son relacionadas con el aparato digestivo y respiratorio. La mortalidad infantil debe ser alta, pero no hay documentación fidedigna sobre sus cifras.
Al momento de nuestro último trabajo de campo (2004), la municipalidad de Sarhua tenía muy poco apoyo de las autoridades provinciales o
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