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La Europa de Bismarck (1870-1890): Los sistemas bismarckianos


Enviado por   •  4 de Marzo de 2013  •  Trabajos  •  2.524 Palabras (11 Páginas)  •  808 Visitas

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La Europa de Bismarck (1870-1890): Los sistemas bismarckianos

Principios generales

La derrota de Francia en la guerra franco-prusiana alteró nuevamente el equilibrio de fuerzas en Europa. El resultado de la contienda desplazó el centro del predominio continental de París a Berlín. El papel de árbitro de los conflictos europeos que hasta ese momento había representado Napoleón III fue tomado ahora por el flamante canciller del Segundo Reich alemán, Otto von Bismarck. De hecho, su figura se convirtió en el símbolo de las Relaciones Internacionales durante veinte años, hasta su dimisión en 1890. Su política exterior se basó en el deseo de afianzar la unificación de Alemania, convirtiéndose en garante del equilibrio europeo. Sin embargo, Bismarck se lanzó a la búsqueda de dicho equilibrio a través de un complicado sistema de alianzas diplomáticas de carácter ofensivo-defensivo que sólo podían sobrevivir mientras Alemania se mantuviese fiel a la política de no expansión. Asimismo, resultaba necesario que sus aliados –sobre todo Austria-Hungría y Rusia- decidiesen momentáneamente olvidar sus disputas. Algo que la reapertura de la Cuestión de Oriente, ahora centrada en los Balcanes, echó por tierra. La desaparición de Bismarck coincidió con un cambio en la acción internacional germana, así como un resurgimiento de las ambiciones austríacas y rusas en los Balcanes. Todo lo cual, unido a los roces que había creado el propio conjunto de alianzas de Bismarck, condenó a la política internacional europea a una serie de disputas y a una carrera de armamentos que introdujo a las grandes potencias en el camino hacia la guerra mundial.

Como se ha dicho, el objetivo principal de Bismarck pasaba por afianzar la unificación alemana, demostrando al resto de grandes potencias que la patria de Guillermo I no deseaba más ajustes territoriales en Europa, y se encontraba determinada a convertirse en garante del statu quo. Los germanos contaban con los elementos necesarios para llevar a cabo estos propósitos:

- Una población en constante ascenso (42 millones de habitantes en 1871, 50 millones en 1890)

- Un espectacular desarrollo económico, basado en la riqueza carbonífera y la industria siderúrgica.

- La posesión de un ejército sin par, que contaba con 500.000 hombres en 1890, y la capacidad de movilizar hasta 1,5 millones en caso de conflicto.

Armado con estas premisas, Bismarck deseaba aparecerse como el creador del equilibrio europeo, que para él se basaba en tres principios:

1. El aislamiento diplomático de Francia: Bismarck concibió el resurgimiento de Francia como el mayor peligro tanto para sus propios intereses como para el equilibrio europeo. Una percepción que parecía tener visos de realidad gracias a la combinación del sentimiento revanchista galo con la pronta recuperación comercial y financiera de la economía francesa. En 1870, el estado de Francia era de postración tras la derrota de Sedán, acompañada de importantes pérdidas materiales, económicas y financieras, así como de la amputación de Alsacia y Lorena. Sin embargo, a pesar de las indemnizaciones impuestas por Alemania por el Tratado de Frankfurt, para 1875 la producción textil francesa había rebasado a la de antes de la guerra; la producción minera la duplicó, de manera que hacia 1880, Francia controlaba un 9% de la producción industrial mundial. De hecho, fue la potencia financiera gala la que acabaría convirtiéndose en una de sus principales bazas diplomáticas. Ahora bien, durante dos décadas, ninguna potencia parecía estar dispuesta a jugar con las ansias revanchistas de Francia. Gran Bretaña las consideraba peligrosas para el statu quo del Viejo Continente, y prefirió dejar hacer a Bismarck. Rusia e Italia optaron, como veremos, por hacer caso de las advertencias alemanas antes de arriesgarse a una empresa expansiva con Francia.

2. La alianza permanente con Austria-Hungría: Si Bismarck optó por continuar su enfrentamiento con la potencia recién derrotada, se avino a reconciliarse con el otro gran perdedor de la unificación alemana: Austria. Para Berlín la supervivencia del Imperio de los Habsburgo como gran potencia era un componente clave del equilibrio europeo à la Bismarck. De hecho, la alianza austro-germana fue la única pieza de la política exterior bismarckiana que sobrevivió hasta 1918. Sin embargo, el mantenimiento de Austria como puntal del sistema exigía una serie de compromisos que corrían en contra de la propia estabilidad europea. El principal tenía que ver con las nacionalidades existentes dentro del Imperio, y sobre todo en el polvorín de los Balcanes. Desde 1848 se había puesto de manifiesto la incapacidad de Austria para mantener quietas esas reivindicaciones, y además el asunto tenía claras implicaciones internacionales. La zona de los Balcanes incluía algunas áreas todavía dentro del Imperio Otomano, pero en un estado de potencial rebeldía que hacía de su futuro una cuestión incierta. El caso de Bulgaria fue paradigmático. Si se aceptaba su independencia: ¿no redundaría eso en una mayor agitación de las nacionalidades dentro de Austria-Hungría? Si se desmembraba, ¿no acabaría produciendo un enfrentamiento entre las dos potencias con mayores intereses en el área: Austria y Rusia? Todo ello por no hablar de Inglaterra, que seguía de cerca las evoluciones del Imperio Otomano. De hecho, la situación podía derivar en una tentación rusa de aliarse con Francia. Resultaba imperante evitar que el Imperio de los Zares se enfrentase a Austria en la zona. Y aquí nació la tercera y más débil de las piezas del sistema bismarckiano.

3. Una alianza de seguridad con Rusia: Bismarck no quería dejar de la mano a Rusia para que pactase con Francia, ni los rusos tampoco deseaban verse aislados de manera fatal como en Crimea. En Rusia existían importantes movimientos paneslavistas, partidarios de extender la protección rusa a los eslavos, tanto del Imperio austro-húngaro como del Imperio otomano. Sin embargo, la política oficial de Alejandro II se mostró partidaria de evitar cualquier aventura exterior. Su principal objetivo radicaba en la revisión del Estatuto del Mar Negro.

Aparte de estos tres principios, la diplomacia bismarckiana utilizó otras dos piezas del puzzle europeo que se le mostraron favorables durante esos años:

4. Gran Bretaña: Sigue apegada a una política insular y pacifista, aunque participa ocasionalmente de los problema europeos, siempre que se refieran a su objetivo primordial: la consolidación de su Imperio. Inglaterra está contenta con el equilibrio de sabor germano implantado en Europa, que durante mucho tiempo

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