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La Historia Me Adsorvera


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2013  •  1.399 Palabras (6 Páginas)  •  397 Visitas

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Con estas palabras – Condenadme, no importa, la Historia me absolverá- Fidel Castro daba por finalizado su alegato de defensa ante el tribunal que lo juzgaba en la Habana en el mes de septiembre de 1953 como principal inculpado por el asalto al cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, y que es el embrión de la posterior revolución cubana de 1959.

Al serle negada por el tribunal la posibilidad de contar con una abogado, Castro, joven abogado de profesión, no tiene más opción que afrontar su propia defensa, la cuál fue publicada con posterioridad bajo el título de La historia me absolverá y que sigue siendo una de las obras más famosas realizadas por el dictador.

Conflicto deudor del tiempo histórico en el que se desarrolló, la evolución y mantenimiento de la revolución cubana no se puede entender sin el marco temporal en el que se inserta, la Guerra Fría. Si al principio de su estallido, según aportan diversas fuentres, carecía el proceso revolucionario de una ideología política que lo arropara, su posterior desviación hacia el comunismo como única salida posible para seguir existiendo, no se explica sin el enfrentamiento a nivel mundial que mantenían los EEUU y la URSS y del que, sin duda, Castro se aferró para afianzar y perpetuar su obra.

El delicado estado de salud de Castro ha saltado a la primera página de todos los medios de comunicación del mundo. Tras años y años de elucubraciones – concretamente 48 – parece que el final de la aventura revolucionaria se acerca, más que nunca, a su fin.

Y digo a su fin porque la historia nos ha mostrado varios ejemplos de cómo edificios tan grandes como el que representa la dictadura cubana se han derrumbado – igualmente hay casos en los que no ha sido así – con la desaparición de su máximo representante. Para mí, la transición de la dictadura del general Franco en nuestro país hacia una democracia parlamentaria es el espejo en el cual se mirará Cuba tras la desaparición de Fidel. Esta presunción es, a la par, tanto un deseo como un hecho razonado.

La revolución cubana de 1959 se ha convertido en uno de los acontecimientos históricos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Y creo que su importancia radica en el hecho de que su devenir ha venido marcando el imaginario colectivo de varias generaciones, ya sea de políticos, periodistas, intelectuales, estudiantes, artistas, etc. que han visto en ella el escenario perfecto en la batalla de las ideas que ha marcado el siglo pasado, liberalismo frente a comunismo, democracia frente a totalitarismo. En un mundo donde el debate entre ideologías parece superado – aunque Bobbio, entre otros, pensara lo contrario- por el torbellino de la globalización, el régimen cubano nos permite a todos elucubrar sobre la conveniencia o no del modelo político que representa.

Igualmente, la revolución cubana atesora otro polo que hace que mantenga su atractivo tan impoluto como el primer día en que vino al mundo. Sin duda alguna, ese polo de atracción es la figura de Fidel Castro, una personalidad arrolladora que ha concitado sobre sí desde las más altas loas hasta los más profundos reproches. Pero de lo que no hay duda es que tanto Fidel como el Che Guevara funcionan como dos imanes que te atraen sin freno hasta abrasarte y que hacen muy difícil lograr un estudio objetivo de sus obras.

Pero centrándome en el tema que mueve este escrito, creo que sí, por supuesto, que será la Historia con mayúsculas la que se encargue de juzgar a Fidel Castro. Tanto o más de lo que lo harán los ciudadanos cubanos, los que permanecieron en Cuba como los del exilio, así como las generaciones futuras cuando el comandante ya no esté entre nosotros.

Entre los aciertos del régimen cubano figurará su apuesta decidida por extender la educación y la sanidad por toda la isla. En el curso de 1989-90 casi 2 millones de niños y adolescentes cubanos estaban escolarizados y otros 240.000 estudiaban en la universidad y el analfabetismo era del 4 por 100. En la sanidad, de 6.285 médicos en 1958, Cuba alcanzó los 34.000 en 1989 y los hospitales pasaron de 95 a 265.

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