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La Trukulenta Historia Del Kapitalismo


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2013  •  1.756 Palabras (8 Páginas)  •  458 Visitas

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Por Qué el Capitalismo Triunfa en Occidente y Fracasa en el Resto del Mundo

por Hernando De Soto

Los Cinco Misterios del Capital

El problema clave es descubrir por qué ese sector de la sociedad del pasado que no dudaría en llamar capitalista, habría vivido como en una campana de vidrio, aislado del resto; ¿qué le impidió expandirse y conquistar a toda la sociedad?... [¿Por qué] solo fue posible un porcentaje significativo de formación de capital en ciertos sectores y no en toda la economía de mercado de la época?

—Fernand Braudel, Los engranajes del comercio

Para las cinco sextas partes de la humanidad, esta no es la hora del mayor triunfo del capitalismo sino la de su crisis.

La caída del muro de Berlín cerró un siglo largo de competencia política entre capitalismo y comunismo. El capitalismo queda como la única forma viable de organizar racionalmente una economía moderna. En este momento de la historia, ninguna nación responsable cuenta con otra opción. De allí que hoy los países del Tercer Mundo y los que acaban de salir del comunismo, no todos con el mismo entusiasmo, equilibren sus presupuestos, corten subsidios, acojan al inversionista extranjero, y reduzcan aranceles.

El premio a su esfuerzo viene siendo un amargo desencanto. Desde Rusia hasta Venezuela, el lustro pasado ha sido un tiempo de sufrimiento económico, de ingresos menguantes, de angustia y de resentimiento; de "hambruna, disturbios y saqueos", en las mordaces palabras del premier malayo Mahathir Mohamad. The New York Times editorializa: "Para buena parte del mundo, el mercado que occidente ensalzó luego de ganar la Guerra Fría ha sido suplantado por la crueldad de los mercados, la desconfianza respecto del capitalismo y los peligros de la inestabilidad". Un triunfo del capitalismo circunscrito a occidente podría resultar la receta para un desastre económico y político.

Los estadounidenses bendecidos por la paz y la prosperidad no han tenido problemas para desentenderse de las conmociones de otras partes del globo. ¿Cómo puede haber problemas con el capitalismo cuando el promedio Dow Jones de la bolsa de Wall Street está trepando más alto que Sir Edmund Hillary a la conquista del monte Everest? Gran parte de los estadounidenses no se percata de esta crisis; mira a otros países y advierte progreso, no importa si este es lento y desigual. ¿Acaso no se puede comer una Big Mac en Moscú, alquilar un video Blockbuster en Shanghai y acceder a Internet en Caracas?

Pero algo de resquemor flota en el ambiente, incluso en los Estados Unidos. Los estadounidenses se preocupan por una Colombia al filo de la guerra civil entre guerrillas narcotraficantes y paramilitares represivos; perciben una persistente insurgencia en el sur de México; observan a una parte importante del crecimiento económico a presión de Asia diluirse en corrupción y caos. En América Latina la simpatía por el libre mercado empieza a disminuir. En mayo del 2000 el apoyo a la privatización cayó diez puntos, a 36 por ciento. El signo más ominoso: en los países que acaban de salir del comunismo, el capitalismo no está a la altura de las circunstancias, y hay personajes de anteriores gobiernos que aguardan con calma el retorno de su poder. Algunos estadounidenses se explican el boom que disfrutan desde hace una década pensando que cuanto más precario el resto del mundo, más atractivos los bonos y las acciones de los Estados Unidos como santuario para el dinero internacional.

Los empresarios occidentales viven cada vez más preocupados de que un posible fracaso en la implementación del capitalismo en gran parte del mundo a la postre empuje a las economías ricas a la recesión. Como han aprendido con dolor millones de inversionistas que vieron evaporarse sus fondos en los mercados emergentes, la globalización es una avenida de doble vía: si el Tercer Mundo y los países que dejaron atrás el comunismo no pueden escapar a la influencia de occidente, tampoco occidente puede desembarazarse de ellos. Las reacciones adversas al capitalismo también han aumentado en los propios países ricos. Las protestas de Seattle frente a la sede de una reunión de la Organización Mundial de Comercio en diciembre de 1999 y las que vinieron unos meses más tarde en la reunión conjunta FMI-Banco Mundial en Washington, pusieron de relieve, más allá de la diversidad de los reclamos, la furia que hoy inspira el capitalismo en expansión. Muchos han empezado a recordar las advertencias del historiador económico Karl Polanyi sobre cómo los mercados libres pueden conducir al fascismo, a medida que las mayorías desplazadas lleven a que Estados acorralados cedan a la tentación de someterlas represivamente. El Japón sufre su más prolongado declive desde la Gran Depresión. Los europeos occidentales votan por políticos que les prometen una "tercera vía" de rechazo a lo que un best seller francés llama L'horreur économique —el horror económico que sufren los marginados por el proceso del mercado libre—.

Estos murmullos de alarma inquietan, pero hasta ahora no han podido impedir que los líderes de los Estados Unidos y Europa le sigan repitiendo al resto del mundo la misma monserga: estabilicen sus monedas, manténganse firmes, ignoren los disturbios de los hambrientos y esperen con paciencia el retorno de los inversionistas

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