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La guerra de las imagens Serge Gruzinski


Enviado por   •  26 de Febrero de 2017  •  Apuntes  •  2.215 Palabras (9 Páginas)  •  409 Visitas

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La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colon a “Blade Runner” (1492 – 2019)

Serge Gruzinski

  No era la primera vez que la imagen inquietaba al mundo occidental, y por razones espirituales (los imperativos de la evangelización), lingüísticas (los obstáculos multiplicados por las lenguas indígenas), técnicas (la difusión de la imprenta y el auge del grabado), la imagen, ejerció en el siglo XVI, un papel notable en el descubrimiento, la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. Como la imagen constituye, con la escritura, uno de los principales instrumentos de la cultura europea, la empresa de occidentalización que se abatió sobre el continente americano, adoptó la forma de una guerra de imágenes que se perpetuó durante siglos y que de ninguna manera parece haber concluido.

  Desde que Colón pisó las playas del Nuevo Mundo, se planteó la cuestión de las imágenes. Sin tardanza, los recién llegados se interrogaron sobre la naturaleza de las que poseían los indígenas. Muy pronto, la imagen constituyó un instrumento de referencia, y luego de aculturación y de dominio.

  América colonial fue un fabuloso laboratorio de imágenes. En él descubrimos como las “Indias Occidentales” entraron en la mira de Occidente antes de afrontar las imágenes, los sistemas de imágenes y los imaginarios de los conquistadores.

  La América española, y más particularmente México, es el inicio de un observatorio sin igual. “Conflicto de dobles”, la América Colonial duplica al Occidente por sus instituciones, prácticas y creencias interpuestas. Desde el siglo XVI, la Iglesia traslado a sus misioneros, quienes difundieron el cristianismo erigiendo por doquier parroquias y diócesis. La corona española la dividió en virreinatos, estableció en tribunales, instaló una burocracia en escala continental. Pretendió imponer una lengua, el castellano, y durante 300 años sometió a la misma legislación (las Leyes de Indias) las inmensidades americanas. La corona hizo surgir  ciudades; la Iglesia construyó conventos, iglesias, catedrales, palacios; Europa envió a sus arquitectos, sus pintores y sus músicos…Pero también era el corazón floreciente de un imperio que emprendió la tarea colosal de integrar las sociedades y las culturas indígenas a las que había desmantelado. Algunos indios se resistieron, otros se opusieron a base de ardides, buscaron e imaginaron acomodos con el régimen de los vencedores. Las etnias se mezclaron; la América hispánica se volvió la tierra de todos los sincretismos, el continente de lo hibrido y de los improvisado en un clima de enfrentamientos y de intercambios en que podríamos reconocernos. Las reacciones de los grupos indígenas a la dominación española no dejaron de construir y reconstruir sus culturas.

  Las comunidades indias sobrevivieron al apocalipsis demográfico que las disgregó y llegaron a crearse identidades nuevas, a inventarse memorias y a hacerse un espacio en el seno de la sociedad colonial que las discriminaba, si lograban que la fascinación de la ciudad mestiza, el alcohol, la explotación forzosa y el anonimato no las quebrantaran o dispersaran.

  El Occidente proyectó sobre la América india unas categorías y unas redes para comprenderla, dominarlas y aculturarla. Con esta intención, para identificar al adversario al que deseaban convertir, los misioneros recuperaron la terminología de los Padres de la Iglesia y denunciaron infatigablemente las “idolatrías” indígenas al mismo tiempo que perseguían a los “idolatras”. Se sucedieron las teorías y las interpretaciones.

  1. Puntos de referencia

  El texto trata de mostrar las diferentes miradas de los primeros momentos de colonización y nos permite discernir:

  • 1° momento: caracterizado por una curiosidad etnográfica inicial. Los dominios encontrados se limitaban al Caribe. Colón y Pané. Zemies.

Las miradas del almirante

  El 29 de octubre de 1492 Cristóbal Colón arriba a las Antillas Mayores, Cuba lo deja maravillado. Allí establecieron los primeros contactos con seres y cosas que ignoraban y que les habían sorprendido. Colón buscaba un camino hacia las Indias y su oro. Se disponía desembarcar en la isla de Cipango (Japón) o la China del gran Khan. Nada de eso. Descubrió a unos hombres de cuerpos desnudos y pintados, que creían que los españoles eran llegados del cielo. Esas gentes poseían algunos objetos que llamaron la atención del almirante.

  Entre las cosas que mostraban los indígenas, Colón notó lo que llamaríamos “objetos figurativos”: ¿eran objetos de culto o piezas decorativas? ¿Para qué servían? Y no ¿qué representaban? Como si pareciera más urgente identificar la función que la naturaleza de la representación.

  Convencido de haber tocado las costas de Asia, el genovés se preparó para encontrar pueblos idolatras o “sectas”, es decir, musulmanes y judíos. Pero la realidad fue otra. Observó que los isleños no tenían “religión” (“secta”) y, poco después, que no eran idolatras, por lo tanto no poseían ídolos. Más adelante hubo que matizar esta comprobación por ausencia.

El descubrimiento de los Zemies

  Con el tiempo los recién llegados se dieron cuenta de que los indígenas en realidad reverenciaban objetos, fuesen figurativos o no. Colón y Pané fijaron su atención sobre el conjunto de cosas que los indígenas adoraban.

  Esas cosas tienen en taino, la lengua de las islas, el nombre genérico de Zemies, y se les da el nombre de un antepasado. Provistos de funciones políticas, de propiedades terapéuticas y climáticas, los zemies tienen sexo, hablan y se mueven. Cada zemi tiene un origen singular. Unos contienen los huesos de sus parientes y antepasados, los cuales eran hechos de piedra y madera; y de ambas clases tienen muchos. Se presentan bajo las apariencias más diversas y representan demasiadas cosas.

  A diferencia de los ídolos o falsos dioses, los zemies son cosas de existencia o no: “cosas muertas formadas de piedra o hechas de madera”, piedras que favorecen los partos, que sirven para obtener lluvia, sol o cosechas. Lo sabía Colón, que se guardó de emplear la  palabra “ídolo” y negó la idolatría, tampoco se habla de idolatría ni de idolatras en el texto de Pané.

  Ambos en lugar de seguir el ejemplo portugués (el de emplear el término vernáculo y medieval de “fetiche”) o de adoptar la categoría de ídolo, que les ofrecía la tradición clásica, tomaron de las culturas de las islas el termino autóctono de zemi. La elección de tal término revelaba una curiosidad etnográfica. Exploraron temas diversos sin que la observación penetrara nunca en el estereotipo y el prejuicio, Pané abrió las puertas a una interpretación de las culturas amerindias, atenta a su especificidad.

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