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La violencia política durante el ascenso del fascismo en la primera mitad del siglo XX

Luis Alejandro Castro AlvarezDocumentos de Investigación25 de Septiembre de 2022

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La violencia política durante el ascenso del fascismo en la primera mitad del siglo XX.

Ensayo sobre Richard Bessel. Violence: A modern obsession. Politics.

Luis Castro Alvarez

Instituto de Historia

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

luis.castro.a01@mail.pucv.cl.

A lo largo de toda la historia podemos observar como el desarrollo de la política ha estado vinculada de manera estrecha con la violencia. Bessel en su libro Violence: A modern obsession nos presenta como el siglo XX, se convirtió en uno de los más violentos a lo largo de la historia de la humanidad, dejando en clara evidencia las características de un mundo sumergido en una obsesión por la violencia, la cual también se ha dejado entrever en el siglo XXI, aunque en menor escala a comparación del siglo anterior.

     Pareciera ser que la violencia está en la mente de todas las personas, quizás de manera ilustrativa la podríamos vincular a la basura, pues a nadie le gusta pero la violencia siempre va a estar presente en mayor o menor medida dentro de la humanidad. En su libro Bessel plantea específicamente como la violencia ha encontrado su plenitud en la modernidad de la sociedad, ejemplificado en las distintas convulsiones revolucionarias, levantamientos e incluso actos terroristas que sucedieron en el pasado y que siguen sucediendo en la actualidad en todo el mundo. Sin dejar afuera obviamente las estropitosas dos guerras mundiales que provocaron consecuencias inigualables y nunca antes vistas en la historia de la humanidad, generando catastroficos genocidios como fue el caso de los judíos europeos.

     El autor plantea cómo esta violencia se logra evidenciar de manera categórica en la vida cotidiana de las personas, con periodos de mayor o menor intensidad. Lo que no cabe duda, es cómo el desenvolvimiento de esta violencia genera problemas graves y alarmantes dentro de la sociedad, los cuales afectan y alteran de manera considerable y profunda las relaciones sociales, políticas e interpersonales.

     Bessel dentro de su texto busca analizar en detalle el fenómeno de la violencia desempeñada en la política, buscando así, entender cómo durante el siglo XX e incluso XXI el desarrollo de la violencia ha ido afectado diferentes parámetros que componen al mundo y su entorno, como por ejemplo la religiosidad, la política, la confrontación militar, el rol del Estado, y las relaciones interpersonales e íntimas de la sociedad. Buscando así, indagar nuestro desempeño y relación actual con la violencia y cómo, a pesar que esta es continua e inevitable, la humanidad se ha esmerado en limitarla y reprimirla.

     En su texto, el autor critica el desarrollo de la violencia intensa y despiadada ejercida por la humanidad, mostrando cómo el lugar de la violencia en el mundo moderno presenta una serie de paradojas y cómo es un tema inevitable en la historia de la humanidad. Por ejemplo, “Bessel plantea el problema de la violencia, de manera similar a como Eric Hobsbawm habla de la barbarie como un elemento central dentro de la historia del siglo XX el cual él cataloga como un siglo breve. Para justificar su sus comentarios, Hobswaum recuerda una investigación estadística que fue realizada por el consejero del Departamento de Estado norteamericano, Zbigniew Brzezinski, en donde se logra evidenciar que, entre los años 1914 y 1990, las víctimas de violencia, guerras y genocidios políticos en todo el mundo fueron ciento ochenta y siete millones de personas.

     Esta altísima cifra abarca el período transcurrido entre 1914 y 1990, es decir, entre la Primera Guerra Mundial y la caída de la Unión Soviética, lo que quiere decir que hay otros genocidios y guerras que no son tenidas en cuenta en este cálculo. El historiador reflexiona sobre este dato y concluye: «eso significa dos veces la población europea en la mitad del siglo XVIII»”.[1] Por lo cual, podemos observar como la violencia durante el siglo XX encontró su clímax, evidenciada en las altas tasas de mortalidad provocados por los conflictos bélicos y ataques violentos, los cuales se desarrollaban principalmente por el ímpetu de la imposición política.

     Por consiguiente, podemos visualizar, como durante el siglo XX se produce una especie de paradoja y contradicción, puesto que por un lado, la humanidad que alardeaba por el aumento de la modernidad y la fe en el progreso, tanto en aspectos tecnológicos, comerciales y políticos, los cuales se basaban en la libertad, predominancia e individualidad del ser humano, terminaron siendo el punto clímax de la violencia y la barbarie. Usando todo el avance tecnológico, científico y armamentístico que poseía a su alcance para el desarrollo de la imposición ideológica.

     Esto nos deja entrever un grave problema, desarrollado desde comienzos del siglo XX, nos referimos específicamente desde el comienzo de La Primera Guerra Mundial, El periodo entreguerras y La Segunda Guerra Mundial, donde la violencia comenzó a normalizarse y a utilizarse como una especie de herramienta para ejercer e imponer la política misma. Bessel nos explica como “La Primera Guerra Mundial fue un catalizador no sólo de la destrucción de los sistemas políticos y sociales y de las jerarquías establecidas, sino también de la creación de un nuevo mundo de violencia, y de la política en una clave nueva y violenta, que sigue siendo chocante para quienes consideran que la violencia manifiesta en la política es fundamentalmente ilegítima. A principios del siglo XIX, Carl von Clausewitz describió la guerra como "una mera continuación de la política por otros medios". En la Europa de la primera mitad del siglo XX, parecía que la relación se había invertido: la política se había convertido en una continuación de la guerra.”[2] 

     Durante el periodo entreguerras la violencia aumentó, porque esta comenzó a ser bastante más legitimada, pues el ejercicio de la violencia en la política comenzó a ser la ampliación de la guerra durante las primeras décadas del siglo XX. Los ataques políticos, matanzas, ataques terroristas, alzamientos de grupos violentos fueron muchos más aceptables, pues el contexto mundial que se vivía durante aquel periodo era altamente hostil; esto llevó a validar la violencia y utilizarla para el beneficio político, pues como la misma autora Hannah Arendt nos explica, “el poder comenzó a ser entregado a sí mismo, y este sólo puede lograr más poder, por lo cual, la violencia administrada en beneficio del poder (y no de la ley) se convierte en un principio destructivo que no se detendrá hasta que no quede nada que violar”.[3]

     El contexto del periodo entreguerras era realmente caótico, pues por un lado, existía la crisis liberal, evidenciada en la crisis del 29, la cual había sometido a la sociedad a grandes problemas, tales como el hambre, el aumento de la cesantía y la incertidumbre, la cual generaba alteración y consternación en el mundo entero. Por el otro lado, existía un constante avance del pensamiento comunista, impulsado desde el Este por la Unión Soviética la cual amenazaba a occidente, mayoritariamente a Europa, con el avance de su pensamiento ideológico, lo que en teoría llevó a la clase burguesa occidental a refugiarse en cierta medida en los totalitarismos como el Nacionalsocialismo en Alemania y el Fascismo en Italia, doctrinas de pensamiento que nacieron como tercera vía para la política de la sociedad de las primeras décadas del siglo XX.

     Este escenario de incertidumbre fue el momento ideal para que la violencia se masificara de manera letal, y lo que era peor aún, que la sociedad comenzará a entenderla como algo aceptable y legítimo. Por ende, podemos decir que esta violencia no pudo encontrar un mejor escenario social, económico y político para poder desarrollarse de manera masiva dentro de la sociedad. Bessel explica cómo antes del siglo XX también se habían desarrollado hechos violentos, pero no de la magnitud que se generó en el periodo de entreguerras y las décadas posteriores.

     Como nombramos anteriormente, los asesinatos que se realizaban por la ideología comenzaron a ser legítimos, pues comenzaron a tener mayor aceptación popular ya que aunque “la gente no participaba en la violencia, si apoyaba a líderes totalitarios como Hitler o Mussolini para enfrentar amenazas violentas como el comunismo”[4], esto generaba que se justificara matar a ciertas personas, pues, se buscaba salvar a la sociedad de enemigos que supuestamente generaban una gran amenaza.

     Tal como ejemplifica Bessel en su texto con el asesinato brutal provocado por nazis a un simpatizante comunista Konrad Pietczuch el 9 de agosto de 1932. “Bessel explica que la muerte de Pietczuch no fue más que una de las docenas de personas que encontraron la muerte como resultado de la violencia política durante los últimos días de la República de Weimar, este asesinato atrajo una enorme atención en toda Alemania”. [5] La naturaleza de la sociedad comenzó a ser viciosa en torno al crímen, los discursos políticos también comenzaron a ser de inspiración violenta. Paxton bien explica cómo este fenómeno que pareció surgir de la nada, y adoptó formas múltiples y variadas, exaltando el odio y la violencia en nombre de la gloria nacional, consiguiendo de manera paradójica, atraer a estadistas, empresarios, profesionales, artistas e intelectuales cultos y prestigiosos.[6] 

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