Llega El Postneoliberalismo
ruthcastaneda13 de Octubre de 2011
3.529 Palabras (15 Páginas)579 Visitas
¿llega el postneoliberalismo?
Cuba, 1959; Chile, 1970, Nicaragua, 1979. Las fechas vienen a la memoria, especialmente en el exterior, cuando se trata de dar cuenta de la victoria de Lula y de su ascenso como líder de origen obrero, a la cabeza del Partido de los Trabajadores. Pero ninguna de ellas explica cabalmente el significado de la elección de Lula a la presidencia de Brasil en 2002. No sólo las particularidades de Brasil -enormes distancias separaban a Cuba de Chile. Ni los caminos del triunfo de la Izquierda -Cuba y Nicaragua, por la vía insurreccional y Chile, por la vía electoral-, bastan para mostrar las enormes diferencias.
Las diferencias principales derivan de los distintos períodos históricos en que se han dado y de las situaciones muy distintas que vive actualmente América Latina.
La revolución cubana se dio con la guerra fría en su apogeo, como una ruptura brusca con las zonas de influencia rigurosamente delimitadas, en un marco hasta entonces rigurosamente respetado, que le habían permitido a Estados Unidos intervenir en Guatemala, cinco años antes, en 1954, sin que hubiera siquiera un esbozo de reacción internacional.
El triunfo cubano se dio igualmente, a pesar de eso, en un marco de expansión del llamado “campo socialista”: en menos de un década y media, la URSS salía fortalecida de la segunda guerra mundial, se erguía como potencia atómica, los países del Este de Europa se incorporaban a ese campo y apenas diez años antes de la entrada de Fidel Castro y sus compañeros a La Habana, triunfaba la revolución en China. El clima de “destanilización” aparecía como una “renovación democrática” en la URSS y como un contrapunto -y eventual antídoto- a las intervenciones militares en Hungría, Polonia y Alemania Oriental.
En la propia América Latina a pesar de la “sorpresa” de la irrupción revolucionaria en el Caribe, el clima de efervescencia era creciente desde la revolución boliviana de 1952. Los gobiernos progresistas de Guatemala, iniciados en 1944 e interrumpidos por el golpe pro-norteamericano en 1952, las agitaciones contra las dictaduras de Trujillo en la República Dominicana y de Somoza en Nicaragua. En América del Sur, la caída de Getulio Vargas y de Perón había cerrado un ciclo nacionalista. Sin embargo, las movilizaciones sociales se ampliaban, especialmente en el caso brasileño, hasta desembocar en el golpe de 1964. Antes que se produjera el triunfo cubano, la lucha armada se desarrollaba en Colombia y Nicaragua.
El período histórico de bipolaridad EE.UU.-URSS era, al mismo tiempo, de polarización entre capitalismo-imperialismo/socialismo para los partidos, movimientos y frentes que luchaban en torno a la cuestión nacional o directamente contra el capitalismo. La revolución soviética había abierto el horizonte al socialismo y a la revolución como realidades históricas presentes. La propia revolución cubana, nacida de un movimiento antidictatorial que rápidamente asumió una postura antimperialista, se convirtió en poco tiempo en un régimen anticapitalista como resultado de las opciones históricas de la época.
Lo mismo se puede decir del período en que se dio la victoria de Salvador Allende (1970), no obstante haberse producido en un marco diferente para América Latina, envuelta en regímenes de terror, después de la derrota de la Izquierda. Derrota de la Izquierda tradicional, especialmente en el caso del gobierno de Joao Goulart en Brasil, apoyado por el Partido Comunista, y derrota de la vía insurreccional con la muerte del Che Guevara en Bolivia, en 1967, y los reveses en Venezuela, Perú y Guatemala.
El gobierno de Allende se vio cercado por la agresiva acción de la dictadura militar brasileña, en pleno apogeo, así como por las articulaciones golpistas que se inspiraban y alimentaban en otros países de la región -Argentina, Uruguay y el propio Chile-, como se revelaría claramente poco después.
El caso de Chile
Aun así el gobierno de Salvador Allende podía -teóricamente- contar con la URSS y los países del Este europeo, apoyo que nunca se materializó cabalmente. China, como subproducto de la “diplomacia del ping pong” a que había adherido a partir de 1971, apenas si dio apoyo, o incluso hasta se opuso al gobierno de Allende, que veía especialmente como una experiencia “pro soviética”. Cuba apoyó abiertamente al gobierno chileno, que contó también con las simpatías del gobierno nacionalista militar de Velasco Alvarado en Perú y del gobierno mexicano de Luis Echeverría.
Como producto de la época y de la coalición que lo apoyaba -básicamente de los partidos Comunista y Socialista- el gobierno de Allende produjo una ruptura con el capitalismo a partir de la expropiación de los 150 principales monopolios de la economía, lo que configuraba una forma de socialización o de estatización de los grandes medios de producción.
La victoria sandinista se dio todavía en ese período histórico, aunque inscrita en la dinámica de las victorias internacionales que se habían desplazado de América Latina para irse al Asia y Africa como el triunfo vietnamita en el conjunto de Indochina, como la independencia de las colonias portuguesas en Africa, con la victoria de la revolución iraní, e incluso en el Caribe, con el surgimiento de un régimen izquierdista en Granada. Las guerrillas habían resurgido en Guatemala y se desarrollaban en El Salvador, revelando un cuadro diferenciado en América Central en relación con el reflujo experimentado en América del Sur. La entrada victoriosa de los sandinistas a Managua fue posible también porque las derrotas norteamericanas en el plano externo -Indochina- e interno -movimientos por los derechos civiles, de rechazo a la participación en la guerra, la crisis de Watergate- produjeron un hiato por el reflujo momentáneo de las políticas intervencionistas norteamericanas, en retroceso durante la presidencia de Jimmy Carter.
Desde entonces en el mundo se han producido cambios radicales, que han alterado no sólo la correlación de fuerzas del período histórico, sino el período mismo que empezamos a vivir, con reflejos directos en América Latina.
Sin entrar a profundizar en los cambios producidos en las últimas dos décadas, basta citar que con la desaparición del entonces llamado “campo socialista”, desapareció el horizonte histórico, el socialismo y la revolución anticapitalista como actualidades históricas, en el sentido en que Lukács pensó la “actualidad histórica” del socialismo a partir de 1917, en el libro que escribió sobre Lenin.
Bastaría eso para inscribir los triunfos de la Izquierda en un marco diferente al que, por ejemplo, correspondió a la victoria chilena, que se proponía formar parte del movimiento histórico entonces en desarrollo para la construcción mundial del socialismo, o del triunfo sandinista que pretendía ser parte del Movimiento de los Países no Alineados y del entonces llamado Tercer Mundo. Porque el fin del “campo socialista” forma parte del nuevo período histórico, dominado por la hegemonía unipolar de Estados Unidos y de las políticas neoliberales, con todas las transformaciones que ha introducido en la economía, en las relaciones sociales, en la política y en la ideología contempóraneas.
Entre los cambios más significativos del nuevo período histórico, se cuentan la casi desaparición de los partidos comunistas, la reconversión neoliberal de la socialdemocracia y de muchos nacionalismos de la periferia capitalista, entre ellos especialmente el peronismo en Argentina y el PRI en México y el debilitamiento de los movimientos sindicales. Conforme el capitalismo asumía al neoliberalismo como proyecto hegemónico, la Izquierda pasó a precisar su campo en función de la lucha antineoliberal. Los movimientos sociales surgidos en ese período -como el movimiento zapatista, el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST), o el propio Foro Social Mundial, así como las nuevas movilizaciones de masas, iniciadas en Seattle-, definen como su objetivo la lucha contra el neoliberalismo
Del antimperialismo y del anticapitalismo al antineoliberalismo
En ese horizonte se ha dado la victoria de Lula en Brasil en 2002, con todas sus particularidades. Un país caracterizado a lo largo del siglo XX, por el atraso relativo de su estructura social y de su Izquierda, en relación a países comparables en el continente como Argentina y México. Su economía siguió siendo predominantemente agrícola y su estructura social mayoritariamente rural hasta entrada la segunda mitad del siglo XX. Brasil no dispone de nada comparable a la urbanización y a los niveles de escolaridad de Argentina, ni de un movimiento popular como el que protagonizó la revolución mexicana e hizo la reforma agraria.
La modernización brasileña se dio en América Latina de manera más o menos similar a la vivida por Prusia bajo el régimen de Bismarck. Desatada por Getulio Vargas como reacción a la crisis de 1929, tuvo otros dos ciclos significativos y coherentes con su carácter conservador. Tal como la etapa bismarquiana tuvo dos regímenes dictatoriales, el de Vargas (1930-1945) y su retorno como presidente electo, pero con fuerte continuidad con el período anterior y el de las dictaduras militares de la ideología de la “seguridad nacional”, entre 1964 y 1985. El otro, fue el período posterior al suicidio de Vargas (1954), orientado por el “desarrollismo” de Juscelino Kubistchek.
Si el primer período introdujo el sindicalismo legal en el país, lo hizo en forma completamente vinculada al Estado, conforme al modelo de la “Carta del Lavoro” de Benito Mussolini, reduciendo su aplicación
...