Los Afrodescendientes
steph19 de Julio de 2011
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Los Afrodescendientes (Garifunas)
La presencia de afrodescendientes en América Latina está íntimamente relacionada con la colonización. La necesidad de mano de obra en el Caribe, ante el rápido descenso de la población indígena, estimuló el comercio de esclavos para suplir la falta de mano de obra. En 1501 llegan los primeros esclavos africanos a La Española y en 1530 su presencia se genraliza en el resto del Caribe.
La llegada al resto de la región tuvo lugar conforme avanzaba la colonización y su presencia fue particularmente importante allí donde la población indígena era escasa. La principal vía de llegada fue el puerto de Cartagena de Indias. Desde allí se extendieron por lo que en la actualidad conocemos como Colombia, Venezuela y Panamá, desde donde fueron trasladados, casi siempre fraudulentamente, a los esteros de la costa Atlántica y en algunas ocasiones a la Pacífica.
La llegada de africanos se incrementó en el siglo XVIII, cuando la minería de oro adquirió en la costa del Pacífico particular auge. No obstante no hubo una actividad determinada a la que se dedicara la población esclava que, junto a la ya mencionada minería, trabajó también en la agricultura, la ganadería, la artesanía, el comercio o el trabajo doméstico.
En el caso de Guatemala se da en el Ataltico en la costa del departamento de Izabal, unico lugar con mayor proporción de población afrodescendiente, su origen se relaciona con el trabajo en las plantaciones, explotaciones que empezaron en el siglo XVII, pero cuyo auge se produjo en el siglo XVIII, período donde se registran, por esta causa, las mayores entradas de esclavos.
Durante este tiempo, los esclavos desarrollaron variadas formas de resistencia que iban desde la desobediencia pasiva hasta el cimarronaje o la rebelión. Se establecieron en esta área numerosos quilombos, conocidos como los emplazamientos de esclavos cimarrones que pretendían organizarse y vivir en libertad.
Bajo multitud de formas de resistencia, en todos los contextos los africanos y sus descendientes recurrieron a la resistencia espiritual, por medio de la cultura. No abandonaron sus lenguas vernáculas, y desarrollaron una tradición oral bajo la cual crearon una contrahistoria. Las cofradías fueron refugios donde recrearon a sus ancestros y su religión.
Pese a la importante contribución al mestizaje étnico, cultural y religioso que han aportado a la realidad latinoamericana, los afrodescendientes han sido una población invisibilizada. La discriminación étnica y racial que han soportado históricamente ha conducido a amplios grupos de la población afrodescendiente a una situación de marginalidad, caracterizada por altos índice de pobreza y analfabetismo, tanto en el ámbito rural como en el urbano.
Esta misma discriminación explica en buena parte que, a pesar de su importancia numérica, haya dificultades para conocer su número con precisión. Muchas de las estimaciones realizadas han hecho apreciaciones a la baja. Pese a ello algunas publicaciones recientes presentan datos que cuantifican aproximadamente una población afrodescendiente de 150 millones de personas, en torno a un tercio de la población total de América Latina.
Una historia de la época colonial:
LOS AFRO-GUATEMALTECOS A FINES DE LA COLONIAL LAS HACIENDAS DOMINICAS DE AMATITLAN Y DE SAN GERONIMO
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LOWELL GUDMUNDSON
En los últimos años la historiografía sobre la población afroamericana en Centroamérica no ha podido avanzar al mismo ritmo de la historia social o económica en general. Sufre de varios problemas, dos de los cuales, orientan en particular nuestras investigaciones en curso sobre estas poblaciones en la Centroamérica decimonónica. Por un lado, el conocimiento que se tiene en este campo ha sido casi exclusivamente urbano cuando no capitalino, con los mejores y más numerosos trabajos hechos sobre Santiago de Guatemala o la nueva capital después de su traslado a fines de la Colonia. Por otro lado, hemos abrazado con bastante poco sentido crítico al anhelo liberal del siglo pasado con su exaltación del proceso asimilacionista de "ladinización." Si en los años más recientes no ha faltado el análisis crítico y la reflexión acerca de cómo se constituyó la categoría "indígena" y cómo evolucionó, lamentablemente no se puede decir lo mismo en cuanto a su equivalente opositor.
Dentro del grupo ladino encontramos diversas experiencias, pero lejos de ser una identidad vacía o evasiva, de "ningunidad" como han dicho algunos, para los afro-americanos el llegar a ser ladino podía significar un cambio sustancial desde el significado peyorativo colonial de pardo y mulato hacia una ciudadanía menos restringida. Es más, la historia social de esta época se resume y se expresa en el simple hecho de constatar que los oficiales coloniales empleaban, en un mismo documento y hasta en el mismo folio a veces, los términos "ladino" y "pardo y mulato" como sinónimo, a diferencia de "español" y "español americano".
La historia social del siglo XIX se encargaría de transformar no sólo a los sinónimos, sino a la posición legalmente inferior de los afroamericanos, primero como partícipes en las luchas alrededor de la Independencia y de la Federación, luego como partidarios de la insurreción de Carrera y finalmente como figuras claves en gran parte de la expansión económica basada en el añil y la cochinilla.
Si bien es cierto que la población afro-americana fue más frecuentemente registrada y comentada en las ciudades, no es menos cierto que jugó un papel clave en la producción y distribución del azúcar, sobre todo en las haciendas propiedad de las Ordenes religiosas, los Dominicos y los Jesuitas sobre todo. Es con una comparación de las experiencias bien distintas -entre sí y aún más con la sociedad ladina en general- de Amatitlán y de San Gerónimo (Baja Verapaz) que quizás podemos avanzar hacia una mayor comprensión de este peculiar y clave contingente de los nuevos "ciudadanos ladinos."
De plantaciones y pueblos:
San Jerónimo, Baja Verapaz y San Juan Amatitlan.
El destacado papel de los dominicos en la historia colonial de Guatemala es por todos conocido. Desde las hazañas de Bartolomé de Las Casas en la Verapaz, hasta la arquitectura urbana religiosa, la historia de la Orden de los Dominicos es inseparable de la del Reino de Guatemala. Menos conocido es su papel en la producción del azúcar y el uso de la mano de obra esclava africana y afroamericana. Entre sus muchas propiedades rurales y urbanas se encontraban cuatro de singular importancia, tres haciendas azucareras, la de San Jerónimo (Baja Verapaz), la de San Juan Amatitlán y la de Palencia, además del Convento Viejo en la capital donde se preparaba y se distribuía el producto final al mercado urbano.
Los intereses azucareros de los dominicos jugaron un papel dominante en el abastecimiento de la capital con las mieles para tanto el dulce como el aguardiente. Una investigadora ha estimado que el total de los ingresos dominicos entre 1775 y 1808 alcanzó el millón de pesos y que debían de haber tenido su origen en gran parte de estas propiedades azucareras extraordinariamente productivas. De las tres haciendas la de San Jerónimo fue, con creces, la más grande. Al fin de la Colonia se estimó que la hacienda de Palencia alcanzó unas 97 caballerías de tierra, con quizás unos 50 o 100 esclavos, mientras que La Compañía (alguna vez propiedad de los Jesuitas, de allí el nombre), una de varias propiedades cañeras lucrativas en Amatitlán, contenía unas 31 caballerías. San Jerónimo achicó a estas dos, con unas 437 caballerías de tierra y unos 550 o 700 esclavos. Esta hacienda "modelo" fue descrita por Cortés y Larraz como "la más preciosa del reino" porque tenía artesanos de toda clase, horno para fundir metales, etc. El producto material de la hacienda no fue menos impresionante, estimado por Cortés y Larraz en unas 7200 arrobas por años, valoradas en no menos de 3 pesos por arroba, correspondiente a casi la mitad de la producción total destinada a la capital proveniente de las nueve haciendas azucareras más grandes (17 000-18 000 arrobas) del reino. Poco más tarde, se estimó que San Jerónimo producía unas 15 000 libras de azúcar
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