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Magdalena Galindo- La Montaña Rusa De La Historia


Enviado por   •  12 de Mayo de 2014  •  7.528 Palabras (31 Páginas)  •  397 Visitas

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Capítulo 1

LA MONTAÑA RUSA DE LA HISTORIA

Vivir el inicio de un siglo, y con mayor razón el principio de un milenio, tiene algo de cabalístico o de misterioso. No es extraño que allá por el año 1000, en plena Edad Media, se hayan multiplicado las profecías que anunciaban el fin del mundo —y, por supuesto, la temida llegada del Juicio Final— o al menos el surgimiento de una nueva humanidad, de una distinta forma del acontecer humano. A esa creencia en el advenimiento de un cambio radical se le llamó milenarismo

Hoy en que la ciencia es diosa suprema y el habitante de nuestro planeta bien puede definirse como el hombre tecnológico, la catástrofe del año 2000 ya no está vinculada a las creencias religiosas, ni de manera tan directa al temor del hombre ante lo desconocido, sino a la imprevisión de los programadores de computadoras que olvidaron que el año 2000 estaba a la vuelta de la esquina y que, al fechar los años únicamente con las dos últimas cifras, no cayeron en la cuenta de que las atónitas máquinas al ver dos ceros, confundirían el año 2000 con el 1900, con el consiguiente enredo en los registros.

No obstante, aunque curiosamente el hombre del ya pasado siglo XX confió en que el XXI sólo traería la continuidad de lo conocido, la verdad es que ahora sí puede afirmarse, sin calenturas de la imaginación, que ante nuestros ojos está surgiendo un nuevo mundo o, dicho de otra manera, las transformaciones en curso son tan radicales que significan una ruptura con la realidad tal como la conocimos por lo menos durante los últimos cuatro siglos.

Además, hay que señalar que en nuestros días la historia tiene un nuevo ritmo. Me parece que bien podría establecerse una ley de la historia que advirtiera una constante tendencia hacia la aceleración. En la prehistoria del hombre hubo que esperar varios miles de años para el descubrimiento del fuego y de la agricultura, y luego muchos cientos para conocer el mundo en su redondez, y más tarde algunos siglos, ya menos, pues la historia empezó a caminar más rápido a partir del siglo XVIII, para llegar a la máquina de vapor. Ya más cerca, basta leer a cualquier periodista del siglo XIX para encontrar la sorpresa que acompañó a ese siglo de revoluciones, ante la invención del ferrocarril o la electricidad. Y en el siglo XX, la lista de nuevos instrumentos del hombre, desde el avión hasta el transistor y más tarde el microchip, las telecomunicaciones y la multiplicación de usos de las computadoras, sería prácticamente interminable.

La historia de la humanidad no puede reducirse a los descubrimientos tecnológicos, no obstante, es un hecho que los inventos y las distintas técnicas van abriendo nuevas perspectivas y de refilón van intensificando las relaciones entre los hombres. Así, puede afirmarse que si la proliferación de inventos fue un rasgo del siglo XX, los acontecimientos políticos y sociales también experimentaron una multiplicación. Basta pensar, para no mencionar otro tipo de sucesos, que en esos cien años se vivieron las dos guerras de mayor alcance en la historia y que las de mediana o baja intensidad, como se les ha llamado, o guerras locales, limitadas se cuentan por cientos. La proliferación de los acontecimientos en un tiempo y espacio determinados —es decir un siglo y el planeta Tierra— significa que necesariamente tienen que asumir una mayor velocidad. Y en efecto, la avalancha de fenómenos y acontecimientos es incontenible. Cualquiera que se asome a una página de periódico o vea y escuche los noticieros televisivos y radiofónicos, puede constatar que al final del siglo XX y principios del XXI la historia parece haber abordado una montaña rusa, de modo que al observador sólo puede acompañarle el vértigo. Hoy no existe un solo analista que sea capaz, ya no digamos de interpretar el mundo, sino ni siquiera de llevar un registro de los fenómenos más relevantes. La velocidad y la calidad de los hechos determinan que, como decía párrafos más arriba, esté surgiendo un nuevo mundo, una realidad distinta a aquella que conocieron no digamos nuestros ancestros, ni siquiera nuestros padres, sino nosotros mismos o los más jóvenes durante los años de su infancia.

A manera de un muestrario, sólo para barruntar el alcance de las mutaciones, enumeraré enseguida algunos de los nuevos fenómenos en los que me detendré en los siguientes ensayos no necesariamente en el orden en que aquí se presentan. El cambio que me parece más relevante es la tendencia hacia la desaparición de las naciones, a partir de la conformación de grandes bloques económicos y el surgimiento de un nuevo sujeto histórico que a falta de un mejor nombre podríamos llamar las meganaciones, esto es, la aparición de nuevas estructuras supranacionales que constituyen un reto no sólo para la democracia, que hoy resulta un concepto demasiado limitado para enfrentar la realidad que se nos viene encima, sino también para el conjunto de las expresiones culturales, que hasta ahora —y desde el siglo XVI aproximadamente— tuvieron una base nacional. En términos generales, ese proceso podría resumirse bajo el nombre de globalización que, por supuesto no sólo pone en entredicho la permanencia de las naciones, sino también implica nuevos fenómenos en el terreno económico, como la intensidad de las vinculaciones entre los diversos mercados, el consiguiente rápido contagio de los problemas y las crisis, el peso mayor del sector financiero y, en fin, lo que puede describirse como una economía líquida, o sea una en la que no existen fronteras entre los diversos componentes.

Junto al surgimiento de estas entidades que se colocan por encima de las naciones y tienden a disolver las diferencias económicas, políticas y culturales, habría que subrayar las grandes migraciones de trabajadores que al igual que sus semejantes de la prehistoria, están obligados a movilizarse en busca del sustento. A diferencia del hombre prehistórico, sin embargo, estos nómadas modernos no están limitados a la fuerza y la fatiga de sus piernas, sino disponen de medios de comunicación tan avanzados que no resulta falso afirmar el empequeñecimiento del mundo, una de cuyas consecuencias es la convivencia, el intercambio y el enfrentamiento entre las culturas más diversas.

Y no es la única modificación que está experimentando el mundo del trabajo. En nuestros días, aquel asalariado que se especializaba en un tipo de tarea y de por vida se encadenaba a un puesto de trabajo tiende a desaparecer. La palabra clave en las empresas contemporáneas es la flexibilidad y con ella .se quiere significar lo mismo la incorporación y el despido fáciles de acuerdo con las necesidades de la producción, que la

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