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Mann Cap 1 LAS SOCIEDADES COMO REDES ORGANIZADAS DE PODER


Enviado por   •  22 de Junio de 2014  •  4.447 Palabras (18 Páginas)  •  540 Visitas

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Michael Mann

Las fuentes del poder social, 1

Una historia del poder

desde los comienzos hasta 1760 d.C.

Versión española de Fernando Santos Fontenla

Capítulo 1

LAS SOCIEDADES COMO REDES ORGANIZADAS DE PODER

Los tres volúmenes proyectados de este libro constituyen una historia y una teoría de las relaciones de poder en las

sociedades humanas. Ya esto es bastante difícil. Pero si se reflexiona un momento parece todavía más imponente.

Porque, ¿no es probable que una historia y una teoría de las relaciones de poder sea virtualmente sinónimo de una

historia y una teoría de la propia sociedad humana? A fines del siglo XX no está de moda escribir una relación general,

por voluminosa que sea, de algunas de las principales pautas que cabe hallar en la historia de las sociedades humanas.

Esas magníficas empresas generalizadoras victorianas -basadas en un saqueo imperial de fuentes secundarias- se han

visto aplastadas en el siglo XX bajo el peso de una masa de volúmenes eruditos y del cierre de filas de los especialistas

académicos.

Mi justificación básica es que he llegado a una forma distinta y general de contemplar las sociedades humanas que

se enfrenta con los modelos de sociedad predominantes en los escritos sobre sociología o historia. En este capítulo se

explica mi enfoque. Es posible que a los no iniciados en la teoría de las ciencias sociales les resulte algo denso. En tal

caso, existe otra forma posible de leer este volumen: saltarse este capítulo, ir directamente al capítulo 2 o, de hecho, a

cualquiera de los capítulos narrativos y seguir adelante hasta que no se comprendan o se encuentren criticables los

términos utilizados a la corriente teórica básica. Entonces se puede volver a esta introducción para orientarse.

Mi enfoque se puede resumir en dos afirmaciones, de las que se desprende una metodología clara. La primera es:

Las sociedades están constituidas por múltiples redes socio espaciales de poder que se superponen y se intersectan. Se

percibirá rápidamente la peculiaridad de mí enfoque si destino tres párrafos a decir qué no son las sociedades.

Las sociedades no son unitarias. No son sistemas sociales (cerrados ni abiertos); no son totalidades. Nunca se puede

hallar una sola sociedad delimitada en el espacio geográfico o social. Como no existe un sistema, una totalidad, no

pueden existir «subsistemas», «dimensiones» ni «niveles» de esa totalidad. Como no existe un todo, las relaciones

sociales no pueden reducirse «a fin de cuentas», «en última instancia», a alguna propiedad sistémica en ese todo, como

el «modo de producción material», o el «sistema cultural» o el «normativo», o la «forma de organización militar». Como

no existe una totalidad delimitada, no sirve de nada el dividir el cambio o el conflicto sociales en variedades

«endógenas» o «exógenas». Como no existe sistema social, no existe proceso «de evolución» en su interior. Como la

humanidad no está dividida en una serie de totalidades delimitadas, no se produce una «difusión» de la organización

social entre ellas. Como no existe una totalidad, los individuos no se ven constreñidos en su conducta por la «estructura

social como un todo», así que no sirve de nada distinguir entre «acción social» y «estructura social».

En el párrafo anterior he exagerado mi posición para enfatizarla. No voy a descartar totalmente esas formas de

contemplar las sociedades. Pero casi todas las ortodoxias sociológicas -como la teoría de los sistemas, el marxismo, el

estructuralismo, el funcionalismo estructural, el funcionalismo normativo, la teoría multidimensional, el evolucionismo, el

difusionismo y la teoría de la acción- enturbian sus percepciones al concebir la «sociedad» como una totalidad unitaria y

aproblemática.

En la práctica, la mayor parte de las relaciones influidas por esas teorías toman las comunidades políticas, o Estados,

como sus «sociedades», sus unidades totales para el análisis. Pero los Estados no constituyen sino uno de los cuatro

grandes tipos de redes de poder de los que me voy a ocupar. La enorme influencia encubierta del Estado nacional de

fines del siglo XIX y principios del XX en las ciencias humanas significa que el modelo del Estado nacional domina por

igual la sociología y la historia. Cuando no ocurre así, tanto los arqueólogos como los antropólogos atribuyen el primer

lugar a la «cultura», pero incluso ésta suele concebirse como algo individual y delimitado, como una especie de «cultura

nacional». Es cierto que algunos sociólogos e historiadores modernos rechazan el modelo del Estado nacional.

Equiparan la «sociedad» con las relaciones económicas transnacionales, utilizando el capitalismo o el industrialismo

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como concepto maestro. Eso es ir demasiado lejos en la dirección opuesta. Tanto el Estado como la cultura y la

economía son redes importantes de estructuración, pero casi nunca coinciden. No existe un concepto maestro ni una

unidad básica de la «sociedad». Es posible que parezca una actitud extraña para un sociólogo, pero si

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