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Mujer En La Literatura Mexicana Del Siglo XIX


Enviado por   •  26 de Junio de 2013  •  666 Palabras (3 Páginas)  •  730 Visitas

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Independencia subordinada a la belleza que es requerimento/gusto/placer del hombre :. Subordinación al hombre

La mujer decimonónica

He pasado el día cuestionándome cómo es que hay una abismal diferencia entre las mujeres de este tipo y las que todavía mantienen la idea de ser la ama de casa perfecta.

Ni siquiera (Aunque pudiera pensarse que) debido a la dispersión de las órdenes religiosas, la vida de la mujer decimonónica separó de la tradición religiosa: la castidad, pureza, el amor natural, eran las virtudes que idolatraban los hombres de la figura femenina, colocada en un altar inmaculado de erotismo o de infaustos deseos. Un altar de confinamiento en donde la mujer fue designada por el hombre para desarrollarse alcanzando su plenitud en los deberes hogareños y las exigencias masculinas.

La burguesía, mientras tanto, se colaba entre el colectivo mexicano como el modelo ideal para una forma de vida. Comienzan a abundar los estereotipos reforzados por imágenes (primero retratos en óleo, después daguerrotipos) que imitaban la iconografía europea; los hombres enorgullecidos de sus propiedades aparecían en los retratos serios y serenos enmarcados por sus haciendas o lujosas casas. Por otro lado, a la mujer no se le dejó ver la luz del sol, así que permaneció en la casa retratada en amnbientes familiares o festivos, limitando su imagen a la representación de su rol biológico, el de la madre protectora, ángel del hogar, pilar del edificio social irremovible de sus cimientos.

Desafortunadamente, este ostentoso estilo de vida no tenía los brazos tan largos como para abarcar a todos los mexicanos, pero sí logró escudriñarse en la cabeza de la población. Progresaba el país mediante el comercio, signo de mentalidad moderna, representada por la moda femenina. El templo femenino, puro y casto, se vuelve la mercancía que el vestido vende, ¿quién es el verdadero consumidor si no es quien compra el vestido? Nada menos que el hombre.

Cuando se convierte en el objeto fetichista del deseo, no se hacen más alegorías a la pureza con la imagen de la mujer; en su lugar, entra un vínculo entre el sujeto femenino y la comercialización. Es el nuevo rol de la mujer: el objeto estético invocado metonímicamente por sus atavíos. Del mismo modo, la sensualidad se objetiviza, excluyendo a las mujeres reales del diálogo literario y conservando la concepción femenina en la que la misma mujer, por su virtuosismo, no puede vivir ni su sensualidad ni su sexualidad, en cambio el hombre sí puede gozar de la sensualidad femenina.

Dentro del colectivo femenino despertó una arrogancia al ser tan idealizadas por su belleza; las virtudes religiosas que antes hacían brillar a la mujer, de pronto pasaron a segundo plano. La pseudoindependencia que encontraron en la expresión corporal fue confundida con su naciente egolatría.

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