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Literatura Para Mujeres En La Segunda Mitad Del Siglo XIX


Enviado por   •  12 de Octubre de 2013  •  1.877 Palabras (8 Páginas)  •  488 Visitas

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De cultas a marisabillidas.

Literatura para mujeres tapatías en la segunda mitad del siglo XIX

E. Lorena Cortés Manresa

Centro de Estudios Humanísticos

Campus Universitario los Lagos

Universidad de Guadalajara

Palabras preliminares. Contexto de los textos tapatíos decimonónicos

Agradezco este espacio académico para reflexionar sobre el quehacer historiográfico de la literatura.

En los últimos 16 años, la investigación cotidiana terminó por confirmar la vocación que adopté entonces: leer, disfrutar y analizar textos literarios y, en un segundo momento, considerar los contextos en los que se vendieron, se obtuvieron, se leyeron y qué significaron. Lo que me llevó por buen camino fue la lectura de folletería, revistas y periódicos editados o circulantes en Guadalajara en el siglo XIX, que termina por transmitir una sensación de complicidad distante con un anónimo lector decimonónico.

La lectura de un texto escrito en el siglo XIX para un lector del mismo siglo, no es decodificada de la misma forma por nosotros, lectores del siglo XXI. Un texto decimonónico, además del goce estético y la euforia histórica que puede provocarnos, ofrece varias lecturas posibles que nos enfrentan reiteradamente a las minucias de su construcción, estrechamente vinculadas a los contenidos que transmite. El análisis intrínseco de la obra literaria, si bien aporta una dimensión profunda y detallada de los elementos de composición que la integran, toca ligeramente otros aspectos relevantes para la ubicación y comprensión de los significados de los textos. Una perspectiva semántico-filológica revela el sentido del texto en cuanto que trata de decodificarlo partiendo de lo que los antropólogos llamarían las “categorías nativas”, esto es, considerando lo que los textos expresan a partir del lenguaje contemporáneo del período en el que fueron impresos y circularon.

Para los poemas, novelas, cuentos, discursos, sermones, reglamentos, artículos de opinión, obituarios, cartas, etcétera, cada lectura es una oportunidad más para que el texto nos ofrezca información a favor de la transmisión de su mensaje; no solo aquella relativa a su composición sino a la de la dimensión de los significados, cuando el texto va más allá de los personajes involucrados ―quienes hablan― y nos familiariza con los escenarios gustativos, olfativos, auditivos y táctiles que enmarcan las acciones; nos remite a un contexto histórico preciso, a una atmósfera de insalubridad idónea para la transmisión de “fiebres”, a una forma de concebir la patria, a una ideología y una política ―liberal o conservadora― en el gobierno, a una reglamentación de los asuntos “públicos”; nos recrea un código moral cristiano que pretende regular los asuntos privados, y condena las prácticas “modernas”, como los bailes, con argumentos moralistas y médicos. En síntesis, la lectura de la textualidad tapatía generada durante la segunda mitad del siglo XIX, nos remite a una realidad textual que indica las alusiones reiteradas a términos como “progreso”, “civilización”, “instrucción”, “ilustración”, “educar”, “iluminar” en los discursos que constituyen los textos ―literarios y no literarios― y que son utilizados en contextos muy peculiares.

Ante esta realidad textual, las dos preguntas obligadas son, en los discursos que emplean o aluden al vocabulario moderno ¿quiénes son o se asumen como instructores? y ¿qué procedimientos emplean para “educar” al pueblo, para cumplir la “misión” de “iluminar” a su comunidad?

La textualidad que se editó y / o circuló en Guadalajara en la segunda mitad del siglo XIX, nos expone las preocupaciones de una minoría ilustrada ansiosa por ingresar a la Modernidad. Esta minoría no correspondía con alguna clase social en particular, el común denominador que permite su agrupación es el de su formación profesional y el de su coincidencia en pro de la ilustración del pueblo, desde luego, desde diferentes perspectivas. Estaba involucrada en la administración pública, la educación, la literatura, las ciencias y las artes; esta élite lectoescritora expresaba y difundía representaciones del “mundo moderno”, positivas y negativas, a través de la palabra impresa en las publicaciones periódicas y la folletería. La representación más transmitida es sin duda la de una sociedad igualitaria constituida por ciudadanos libres, civilizados, instruidos, productivos y felices. En estos textos, la mujer ni siquiera aparece mencionada, su participación queda relegada al ámbito de lo privado.

Los textos impresos emplean un discurso que refleja cierto interés de los ilustrados por igualar a México con las “grandes naciones civilizadas” de la época: Francia, Inglaterra, Estados Unidos, al contar con un sistema liberal republicano de gobierno, democrático, con un gran desarrollo económico-productivo y tecnológico, y con una currícula educativa modernizada. Durante la segunda mitad del siglo XIX, el dogma liberal integra a la enseñanza pública la instrucción del ciudadano en sus derechos y deberes para vivir en un régimen de legalidad, aunque ficticio; el dogma cristiano trata de mantener y reforzar su potestad de lo privado censurando aquellas prácticas que atentan contra el pudor, el decoro, las tradiciones y las “buenas costumbres”.

¿Cómo es que pretendían sacar de las “tinieblas” y de sus prácticas promiscuas a ese pueblo tradicional en tránsito a la Modernidad? La respuesta era evidente: difundiendo el imaginario político moderno y las prácticas sociales que implicaba a través de dos vías: la verbal en el espacio social del aula, el salón o la tertulia; y la escrita: en las páginas de los impresos y publicaciones periódicas. Fueron principalmente las generaciones que adquirían su formación profesional a fines de los años cincuentas del siglo XIX, las que paulatinamente adoptaron no solo el vocabulario moderno sino también una serie de prácticas, como la creación de sociedades de ideas formalizadas, con reglamento constitutivo, entre las que se contaban las literarias, las científicas, las de músicos; las mutualistas, etcétera Todas compartían el objetivo de “adelantar”, “avanzar” , “progresar” en cualquier disciplina, profesión u oficio.

Socializar

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