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LITERATURA MODERNA SIGLO XIX


Enviado por   •  8 de Mayo de 2014  •  2.747 Palabras (11 Páginas)  •  344 Visitas

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La representación de la “mujer” en Darío y Asunción Silva, como metáfora del pensamiento moderno de finales del siglo XIX

Durante pensamiento moderno de finales del siglo XIX se caracterizó, entre otras cosas, cierta representación de “la mujer” en la literatura que aparecía a modo de “la opción literaria” o en todo caso, como el arte mismo.

Para explicar esto habría que tomar en cuenta el contexto ideológico del momento o, como Aníbal Gonzáles menciona, la “ideología literaria del decadentismo” que se dio durante el siglo XIX.

Ante el desarrollo y auge de discursos como el de la ciencia o la tecnología –durante el siglo XIX- la literatura empezó a lucir como un discurso que perdía autoridad frente a los nuevos campos del saber. Ante este peligro, muchos escritores decidieron buscar un espacio autónomo para la literatura, para la indagación de la materia propia de la literatura (el “artepurismo”). Este proceso fue metaforizado como “el espacio interior” del artista, dentro del cual el autor podía analizar en el ser de la literatura, estudiar sus tópicos y desarrollo –tal cual una biblioteca o salón privado de estudio- etc. El problema fue la ironía que se causó ante la actitud artepurista que se observaba: la falta de un objeto o fin en esta literatura, la inutilidad de la misma.

Aníbal Gonzáles explica al respecto que “en el seno de lo interior, la literatura “pura” se reveló a los decadentistas como algo carente de valor propio, como una actividad ritualista y monótona que siempre debía apelar a otros discursos para legitimizarse”.

El temor que esto causaba en el artista hacia el “espacio interior” (tras el descubrimiento de la inutilidad del “artepurismo”) podría, pienso, metaforizarse también como “el miedo ante la página en blanco” e incluso como el temor hacia la creación (literaria) en sí, a este tipo de “vacío” que el arte se estaba volviendo.

Es en este contexto que encontramos al “artista” en la obra de Rubén Darío y José Asunción Silva, y de cómo esta tensión entre el arte y la función social del intelectual repercuten en cuanto a como se representará a la “mujer” en su obra, a la mujer que finalmente el artista escribe.

La mujer en Rubén Darío

Parte de este miedo “al vacío” es representado en la obra de Darío a manera de reacción: la imperiosa necesidad de hacerlo todo, conocer todo, de “llenarlo todo” (y no precisamente mediante procesos artepuristas), divagar en todo (no asentándose la voz poética en el espacio interior) y a la vez, las ganas de escribirlo todo.

Silvia Molloy afirma que “la sensación de un vacío que, por horror a ese mismo vacío, pide ser colmado –la necesidad de colmarlo- es clave del modernismo, y por ende, se aplica a Darío”.

Respuestas ante esta necesidad de trascendencia a través del conocimiento de todo, de la experimentación total de la vida (apremio que Baudelaire plasma en Las Flores de mal, como “sed no saciada”) se podrían pensar manifestadas mediante el tópico del viaje en la poesía de Darío, la presencia de lo exótico –el oriente-, las cosmopolitas descripciones de Paris, etc. Sin embargo, es en la figura de la mujer donde el “horror al vacío” se manifiesta de forma muy interesante:

“La voz poética dariana parte de un no ser; acude al otro –a las musas, a los mecenas, a los mayores- para que le digan cómo ha de cantar. Dicho de otra manera, como ha de llenarse un vació…” (S. Molloy. Voracidad y solipsismo en la poesía de Darío.)

De esta afirmación se podría despender una fórmula: son las musas, los mecenas y los mayores quienes representarían al acto creativo, o en todo caso, al motor de ellos (pues es la “creación” lo que llena el vacío de la página en blanco). En el caso de figura femenina que allí encontramos, la alusión a la creación es además, innata: se trata de “las musas”, siendo la musa el ser inspirador por excelencia, la poesía.

Pero esto es sólo un detalle general. Analizar la figura de la mujer en la poesía de Darío es encontrar no solo referencias a la musa.

En el poemario “Prosas Profanas” encontramos figuras femeninas a modo de erotismo –de las cosas, o en las cosas- a medida en que Darío reviste esta figura femenina, la llena de “estas cosas” (ya sea una de estas cosas el tópico del viaje, lo exótico, etc.) y le da así cierta despersonalización y a la vez, las vuelve “creación pura” pues, mediante la descripción de la mujer, Darío muchas veces narra imágenes literarias, como si esta mujer se tratara de alguna metáfora que él está revelando, como si la mujer incluso fuera la literatura:

“¿Vienes? Me llega aquí, pues que suspiras,

un soplo de las mágicas fragancias

que hicieron los delirios de las liras

en las Grecias, las Romas y las Francias.

¡Suspira así! Revuelen las abejas,

al olor de la olímpica ambrosía,

en los perfumes que en el aire dejas;

y el dios de piedra se despierta y ría…”

(Divagación. Prosas profanas)

Aquí, por ejemplo, el “suspiro” de la mujer es caracterizado como un productor de elementos prácticamente estéticos directamente relacionados a la poesía, privándola de una identidad propiamente humana y personal.

¿Te gusta amar en griego? Yo las fiestas

galantes busco, en donde se recuerde,

al suave son de rítmicas orquestas,

la tierra de la luz y el mirto verde.

(Divagación. Prosas profanas)

Aquí, es mediante la pregunta a la mujer que Darío – sin esperar de ella respuesta alguna, o sin indagar más al respecto- introduce el tópico (aquí muy leve) del viaje, de las ganas de conocerlo todo. La “mujer” pasa a ser el espacio donde Darío inscribe esta ideología.

Los amores exóticos acaso...?

Como rosa de Oriente me fascinas:

me deleitan la seda, el oro, el raso.

Gautier adoraba a las princesas chinas.

¡Oh bello amor de mil

...

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