NI INDECENCIA NI REVOLUCION
FRANLI6 de Septiembre de 2013
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COLEGIO DE BACHILLERES DEL ESTADO DE QUINTANA ROO
PLANTEL PLAYA DEL CARMEN
ESTRUCTURA SOCIOECONOMICA DE MEXICO
TEMA: NI INDEPENDENCIA NI REVOLUCIÓN “ENSAYO”
DOCENTE: CARLOS ENRIQUE URIBE VELÁZQUEZ.
ALUMNA: FRANCISCA LILIAN VELÁZQUEZ MEDINA
GRADO: 4° GRUPO: “I” TURNO VESPERTINO, ESPECIALIDAD REDES.
8 DE ABRIL DEL 2013
INTRODUCCION
El humor político de calidad suele ser uno de los ácidos que corroe y destruye esa parte del discurso del poder, con el que buscan ocultar abusos y hacer pasar por alta política la irresponsabilidad e ignorancia combinada con prepotencia, arbitrariedad y corrupción.
El libro “ni independencia ni revolución” -Rius aborda el tema de la historia (política) mexicana. Esta es una verdadera interpretación de nuestro pasado, una que busca crear conciencia y explicar la naturaleza de los problemas contemporáneos por vía de sus orígenes.
Se abre la oportunidad de acercarnos a este autor no sólo para examinar sus ideas sobre la independencia y la revolución, sino a su empeño por salvar vía caricatura y el humor crítico, lo que hay de esencial en México.
En las 192 páginas de la obra se encuentra un resumen de los diferentes libros de historia, narrando el pasado mexicano desde sus orígenes prehistóricos hasta el presente.
Despierta esa indignación por la nación, ya que hemos sido México de ayer, de hoy y por desgracia parece ser que de siempre (Octavio Paz). Dejando en claro los procesos que dieron lugar tanto la independencia como la revolución, procesos que finalmente no llevaron ni a una independencia efectiva ni a un cambio realmente revolucionario. En consecuencia, no hay nada que celebrar.
El instrumento político empleado por Rius tiene una fuerte raíz histórica. Caricaturas que narran solo la pura verdad.
DESARROLLO
Vivimos una época en que las élites dominantes están ocupadas en la construcción de las obras de las revoluciones mexicanas que solo fueron una serie de rebeliones inconexas. Para algunos son sucesos del pasado lejano que no tienen ningún mensaje claro para el presente y el futuro previsible, forman parte de una historia de la cual podemos enorgullecernos o avergonzarnos pero que carece de voz o mensaje directo para la vida presente. Esto nos permite percatarnos de que estamos siendo participes de lo que será nuestra patria en el futuro, y en consecuencia hay quien piensa que la posibilidad de una revolución NO como las pasadas se está volviendo inevitable, esta vez debemos actuar con inteligencia y eficacia.
Las revoluciones de hoy no tienen por qué ser como las de ayer. Males de las dos revoluciones pueden evitarse, hay sufrimientos causados por la guerra civil que no tienen que repetirse; algunos ven la perspectiva con temor y otros con una sensación de liberación. No creemos en la repetición de la historia y tienen para esto mensajes muy actuales, el primero, que en México se puede humillar y ofender repetidamente al pueblo sin que suceda nada, aun cuando el maltrato y la humillación sea brutal. Pero hay un proceso acumulativo invisible. Y después, en el momento más inesperado, por la causa más nimia en el lugar menos previsto se produce la explosión. Para otros, inmersos en la debilidad que vivimos, los centenarios tienen un sentido muy diferente; repentinamente somos conscientes de la persistencia acumulada de viejos problemas cuyo peso se vuelve insoportable porque los gobernantes, concentrados en la lucha por espacios de poder temporales han dejado de abordarlos.
La desigualdad económica, social, educativa, la corrupción a todos los niveles, la economía que ha dejado de crecer, la descomposición social, crisis económica, inseguridad y violencia creciente nos afecta desde todos los ángulos, Y sin embargo no vemos quién pueda ser el sujeto de cambio, quién logre llevarnos a la otra orilla del turbulento río.
Se generaliza la convicción de que no podemos seguir así, y la sensación fatalista de que no sabemos cómo salir. Ante el reto de un futuro público sombrío, la mayoría de la gente se refugia en la oscuridad de una vida individual sin perspectivas, pero no todos; muchos se preparan para la acción. En 1810, nadie esperaba que los 600 vecinos que inicialmente siguieron al padre Hidalgo, cuya edad no era idónea para dirigir revoluciones, se transformaran en una multitud de 80 mil hombres y mujeres venidos de quién sabe dónde y quién sabe cómo.
En septiembre de 1910, Porfirio Díaz, en la plenitud del poder y majestuosidad, festejaba el centenario con el propósito de establecer el paralelismo y la continuidad entre el “padre de la patria” y el “elevado benefactor de la patria”: de Hidalgo a Díaz, ese era el mensaje. Las misiones extranjeras con embajadores especiales y militares simbólicos, las fiestas y desfiles en todo el país proclamaban la durabilidad y solidez del régimen, los efectos catastróficos de la oposición al cambio de total convencimiento y sin detenerse ante ningún obstáculo de la búsqueda del cambio inmediato, es una lección ya aprendida. La tentación natural es repetir el pasado, el impulso reflexivo es corregirlo y superarlo. Ideas son las que faltan, carecen de un soporte ideológico que impresione. Estados Unidos solicita su independencia pidiendo libertad, democracia y una república, nosotros casi forzados por hechos ajenos al país.
Madero es el más acabado caso de ingenuidad, fue afortunado, pudo recibir proyectos y planes del más allá (benéfico). ¿Cómo vamos a ser los mexicanos dentro de algunos años? ¿Seguiremos siendo parte de una lamentable ideología real (de derecha o izquierda) o simplemente la historia nos seguirá llevando cual hoja al viento? ¿Por qué no conmemorar el Bicentenario creando un sistema político racional más acabado? quizá un nuevo congreso constituyente, pensar en el famoso Estado de bienestar. Para la revolución me gustaría ver actos concretos que nos permitan salir del atraso económico, político y social al igual que en 1910, Hemos pasado el tiempo en festejos y lamentaciones y así el país se ha ido deteriorando; al menos hemos logrado conservar la mitad del territorio original, escasa democracia, mucha corrupción, una religión fatal. Parece que los pobres y los indios tendrán todavía que esperar un rato para que se les haga justicia. El objetivo era echar a los gachupines, a partir de allí se acabó la intervención de España, pero sólo se refiere a una guerra, pues en términos económicos y políticos, la independencia hoy no es para nada evidente. Sabemos que México depende mucho, en su política exterior, de Estados Unidos.
Las figuras más limpias fueron asesinadas y los caudillos que quedaron eran casi todos unos traidores a la patria. No aportaron más que puras penas para el pueblo mexicano. A quien le debemos la primera constitución es a Morelos, en donde se plantearon por escrito muchas de las mejores aspiraciones del pueblo mexicano. Y junto con el otros visionarios que irremediablemente fueron muertos, del mismo modo que fueron traicionados y asesinados en la Revolución, Villa y Zapata. Hay que tomar en cuenta que estas figuras limpias no tuvieron nunca realmente el poder, y los que sí lo tuvieron fueron precisamente quienes los traicionaron y asesinaron han pasado cien años de la guerra revolucionaria y aún continúan las mismas demandas sociales, necesidades e injusticias con excepción del período de Lázaro Cárdenas, a quien debemos el reparto de la tierra a los campesinos, la expropiación petrolera y la instauración de una educación laica, además de otras cosas positivas, los demás regímenes electos después de la Revolución, lo único que han mostrado son los intereses personales de cada gobernante.
Hay muchos que incluso ignoran la historia y, con ello, el valor de las pocas conquistas revolucionarias que se hicieron realidad. Lo que persiguen es enriquecerse. La no reelección se ha mantenido, pero no así el sufragio efectivo, casi siempre burlado. Hay cosas que son más bien episódicas. En realidad, España no tenía posibilidades de darle a México los satisfactores necesarios; de tal forma que la dependencia había llegado a su fin casi de modo lógico.
En México, los gobiernos hacen mucho escándalo de todo aquello que les conviene. Las fechas finalmente para mí no significan nada, y sobre todo cuando parten de algo hueco, sin sustancia. Tanto la Independencia como la Revolución tenían postulados que eran muy valiosos de haberse conservado, y ahora de todo aquello no queda nada. La realidad en el campo mexicano es terrible y todas nuestras riquezas se venden o malbaratan al extranjero cuando no se las roban los gobernantes.
Insisto en que fuera del sexenio de Lázaro Cárdenas, todo lo demás es mediocre o definitivamente nulo. No nos dejemos engañar: para lo único que sirven hoy los postulados de la Independencia y la Revolución es para pronunciar discursos vacíos de sentido, los últimos treinta o cuarenta años, mencionaría el fortalecimiento de la conciencia crítica de la gente.
Díaz Ordaz es el ejemplo más nefasto, porque era un salvaje y lo demostró en el movimiento estudiantil del 68; de este pasó a Echeverría, luego a López Portillo y después a De la Madrid, para terminar con un Salinas y Zedillo, algo de lo más terrible que le ha sucedido a México, una serie de presidentes que parecía que eran seleccionaba
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