Principales características del proceso histórico denominado como “La emergencia”
juchuTrabajo16 de Junio de 2014
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1. Principales características del proceso histórico denominado como “La emergencia”
Durante el gobierno militar de 1943, el coronel Juan Domingo Perón logró provocar un extenso movimiento político en torno de su persona, que le permitió ganar las elecciones de 1946. Perón y el peronismo imprimieron a la vida del país un giro sustancial y perdurable.
El golpe se constituyó casi exclusivamente con militares y las decisiones giraron en torno del Ministerio de Guerra, controlado por el Grupo de Oficiales Unidos.
Coincidían en la necesidad de calmar la agitación política y la protesta social: expulsando a los comunistas, persiguiendo a los sindicatos e interviniendo la CGT. Estableciendo la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.
La percepción y la preocupación de Perón lo llevó a ocuparse de un actor social poco tenido en cuenta hasta entonces: el movimiento obrero. Se los impulsó a organizarse y a presentar sus demandas, que empezaron a ser satisfechas.
Perón expandía los mecanismos del Estado interventor y a la vez estimulaba la organización de los trabajadores. Los sindicalistas aceptaron el desafío del gobierno sin cerrar las puertas a la “oposición democrática”, tampoco las cerraba el propio Perón, capaz de sintonizar con cada uno el discurso adecuado.
Insistió en la importancia de profundizar las políticas de seguridad social, así como de asegurar la plena ocupación y la protección del trabajo. Ante unos y otros se presentaba como quien podía presentar una solución, si lograba para ello el poder necesario.
La oposición democrática empezó a reconstituirse.
La liberación de París dio pie a una notable manifestación claramente antigubernamental. Los partidos opositores reclamaron la retirada de los gobernantes y la entrega del poder a la Corte Suprema, último rastro de la legalidad republicana. Sellaron su acuerdo para las elecciones que veían próximas: la Unión Democrática expresaría el repudio de la civilidad a los militares.
Una multitud se concentró en la Plaza de Mayo reclamando por Perón y su restitución a los cargos que tenía, devolviéndolo al centro del poder, ahora como candidato oficial a la presidencia.
Su emergencia coronaba el proceso de la organización y politización de la clase obrera.
La industrialización había crecido, y la masa de trabajadores industriales había empezado a expandirse con migrantes rurales.
Con la concentración en la Plaza de Mayo se inauguró una nueva forma de participación, a través de la movilización.
Los trabajadores definieron una identidad y ganaron su ciudadanía política, sellando con Perón un acuerdo que ya no romperían.
Perón y quienes lo apoyaban se dedicaron a organizar su fuerza electoral, creando un partido político propio, el Laborista. Perón era el primer afiliado y el candidato presidencial.
Muchos dirigentes conservadores de segunda línea, el Ejército y la Iglesia lo apoyaron también.
El impacto de la Unión Democrática quedó diluido por el entusiasta apoyo recibido de las organizaciones patronales hacia Perón.
Perón asumió plenamente el discurso de la justicia social, de la reforma justa y posible, a la que sólo se oponía el egoísmo de unos pocos privilegiados. De esta manera dividió a la sociedad entre el “pueblo” y la “oligarquía”.
El triunfo de Perón en las elecciones fue claro pero no abrumador.
2. Mercado interno y pleno empleo
El nuevo gobierno mantuvo la retórica antinorteamericana, distanciada tanto del comunismo como del capitalismo, pero estableció relaciones diplomáticas con la URSS, e hizo lo posible para mejorar sus relaciones con Washington. Estados Unidos siguió dispuesto a hacer pagar a la Argentina por su independencia durante la guerra. Las exportaciones industriales a los países limítrofes, que habían crecido mucho durante la guerra, empezaron a retroceder ante la competencia norteamericana.
Las exportaciones agrícolas fueron obstaculizadas por Estados Unidos. En 1948 se lanzó el Plan Marshall, pero Estados Unidos prohibió que los dólares aportados a Europa se usaran para las importaciones de la Argentina.
Vender cereales fue cada vez más difícil. La consecuencia fue una reducción de la producción agropecuaria que se acompañó de un crecimiento sustantivo de la parte destinada al consumo interno. La guerra, la crisis y el aislamiento habían contribuido a profundizar el proceso de sustitución de importaciones. Creció así, junto a las empresas industriales tradicionales, una amplia capa de establecimientos medianos y pequeños, y aumentó en forma notable la mano de obra industrial, que se nutría de la corriente de migrantes internos.
Una alternativa a la propuesta de Pinedo de competir con los mercados externos fue profundizar la sustitución, extenderla a la producción de insumos básicos mediante la intervención del Estado y asegurar así la autonomía. La imagen de la Unión Soviética está presente en esta propuesta. La inspiración autónoma de los militares se dibuja en el Primer Plan Quinquenal.
La política del Estado apuntó a la defensa del sector industrial instalado, y a su expansión dentro de las pautas vigentes de protección y facilidad. Además, las políticas de redistribución de ingresos hacia los sectores trabajadores contribuían a la expansión sostenida del consumo. Perón había optado por el mercado interno y por la defensa del pleno empleo. El IAPI transfirió al sector industrial y urbano ingresos provenientes del campo. Era un golpe fuerte al sector agropecuario, al que sin duda ya no se consideraba la “rueda maestra” de la economía.
La política peronista se caracterizó por un fuerte impulso a la participación del Estado en la dirección y regulación de la economía. Hubo una generalizada nacionalización de las inversiones extranjeras, un proceso de repatriación.
La reforma más importante fue la nacionalización del Banco Central. Así, la nacionalización de la economía y su control por el Estado fueron una de las claves de la nueva política económica. La justicia social sirvió para el sostenimiento del mercado interno. Los salarios empezaron a subir notablemente. El Estado benefactor contribuyó decisivamente a la elevación del nivel de vida
La junta externa favorable en la que surgió el Estado peronista comenzó a invertirse hacia 1949. El desarrollo de la industria hacía al país más dependiente de sus importaciones, cuya falta dificultaba el desenvolvimiento de la industria y provocaba inflación, paro y desocupación.
En el invierno de 1952 murió Eva Perón, uno de los símbolos de la prosperidad perdida.
En 1952 el gobierno adoptó con firmeza un nuevo rumbo económico con el Segundo Plan Quinquenal. Para reducir la inflación, se restringió el consumo interno y se apuntaba a aumentar la disponibilidad de divisas para seguir impulsando el desarrollo del sector industrial, clave para el andamiaje del peronismo.
El principal problema del sector industrial era su reducida eficiencia, oculta por la protección y los subsidios que recibía del Estado. La expansión de la demanda había perdido su efecto dinamizador, de modo que el problema comenzó a ser grave para los empresarios.
La nueva política económica convocó a empresarios y sindicalistas para discutir las cuestiones de la productividad y afloraron los temas de la ineficiencia de la mano de obra y el poder excesivo de los delegados de fábrica. El gobierno puso sus mayores esperanzas en la concurrencia de capitales extranjeros. Se sancionó una ley de Radicación de Capitales en el marco de una visible reconciliación con Estados Unidos. Esta política hizo que se concretaran algunos proyectos. El más importante fue el proyecto petrolero.
Los logros de la nueva política económica fueron modestos: se redujo la inflación y se equilibró la balanza de pagos pero no se apreciaron más cambios en la industria y en el agro. La política marcaba un rumbo nuevo ya que ni se recurrió a la devaluación ni se redujo el gasto público, que subsidiaba a los sectores asalariados. Esta nueva política se mantuvo dentro de la tradición peronista.
Los comienzos de la crisis económica fueron acompañados de importantes manifestaciones de disconformidad, cuya solución implicó un avance en el camino del autoritarismo para estabilizar y controlar el frente gremial. Perón optó por aplicar una dura represión: prisión a los dirigentes rebeldes y movilización militar a los obreros. Los militares se indignaban ante avances claros del autoritarismo y se preguntaban acerca de la solidez del gobierno. Estos motivos dieron el espacio mínimo para la acción de grupos de oficiales decididos a derribar a Perón. Menéndez encabezó un intento que fue fácilmente sofocado, pero constituyó un llamado de atención
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