Proyeco De Nacion
juanamontielglez9 de Enero de 2012
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PROYECTO DE NACION
LIC. LUCILA SILVA HERNÁNDEZ
JUANA SOLEDAD MONTIEL GONZALEZ.
TRABAJO DE INVESTIGACION
Se realiza este trabajo con la finalidad de un mejor aprendizaje y conocimiento de nuestra historia mexicana y que se aplique la actualización de nuestra vida y profesión para dar una mejor atención y ver como ha ido cambiando la visión y la globalización durante las épocas.
Independencia y construcción del Estado Nacional (1821-1867)
La República centralista vive en crisis recurrentes. Se suceden los presidentes y los levantamientos. La economía está en ruinas. Apenas terminada la guerra contra Francia, Mariano Paredes y Arrillaga encabeza un movimiento reaccionario (1841) contra el régimen conservador del presidente Anastasio Bustamante, que fue aprovechado por Santa Anna para llegar al poder y gobernar como dictador. En un contexto de violencia armada, se proclaman las Bases Orgánicas (1843) que centralizan en forma absoluta en el Poder Ejecutivo la administración de las provincias. Ni con el bloqueo norteamericano de Veracruz ceden las luchas entre los bandos.
En 1846 un pronunciamiento, esta vez federalista, encabezado por José Mariano Salas, pone fin al centralismo. Tras una breve estancia en el poder, Salas ofrece la primera magistratura a Santa Anna, quien la deja en manos de Gómez Farías mientras sale a combatir la invasión estadounidense (1846-1848) al mando de un ejército de más de 14 mil hombres. De acuerdo con los Tratados de Guadalupe (1848), que pusieron fin a la contienda intervencionista, México perdió Texas, Nuevo México, Arizona y la Alta California. Ante el estrepitoso desastre, Santa Anna huyó al extranjero.
Aunque la guerra había conmocionado al país, todavía no se lograba crear una auténtica conciencia nacional, pero sí era evidente que ya se estaba planteando en algunos sectores la necesidad de unificar al país y transformarlo, conduciéndolo a la modernidad. Esta tarea no pudo efectuarse inmediatamente después de la guerra, cuando los liberales moderados ascendieron al poder, en el que permanecerían hasta ser expulsados por el cuartelazo de 1852.
Los centralistas que se pronunciaron demandaron el regreso de Santa Anna, quien asumió el poder llevando a Lucas Alamán como jefe del gabinete. La muerte de Alamán dejó a Santa Anna cómo único dueño del poder y de la Nación. El Consejo de Estado le concedió entonces facultades absolutas y el título de "Alteza Serenísima", lo que le permitió establecer una dictadura de corte monárquico en extremo oneroso para la nación.
Santa Anna fue expulsado del escenario político que había dominado durante tres décadas, por la revolución triunfante de Ayutla (1854-1855). Esta capacidad de permanencia, representando a fuerzas políticas opuestas, hace de Santa Anna una figura única en la historia de México. Carismático, gobernó el país con los fusiles, con el Congreso y sin él, con el apoyo del pueblo y sin su consentimiento, alcanzando la Presidencia en once ocasiones. Sujeto a múltiples controversias, héroe para unos y traidor para otros, fue el hombre indispensable para resolver o intentar resolver las situaciones contingentes de la Nación.
Enarboló la bandera republicana contra Iturbide y traicionó a la República para instaurar su propia dictadura de corte monárquico. Con él inicia y concluye el ciclo de las luchas federalistas y centralistas, que a partir de Ayutla se entablarán entre liberales y conservadores, republicanos e imperialistas, hombres distintos de una misma batalla entre lo viejo y lo nuevo para forjar una nación que no acababa de encontrarse a sí misma.
El Plan de Ayutla no fue un pronunciamiento más para derrocar, en ese caso, a Santa Anna. Estuvo dirigido contra los gobiernos tiránicos que quisieron encarcelar el movimiento de 1810 en temas como "o encierro, o destierro, o entierro". Aunque proclamado por el coronel Tilorencio Villarreal, sus impulsores fueron el General Juan Álvarez, caudillo del movimiento, que gozaba de gran popularidad, y el liberal moderado Ignacio Comonfort, que dio un giro social al movimiento apoyado por la población.
El Porfirismo (1876-1910)
El Presidente Lerdo de Tejada encontraría en un antiguo correligionario el fin de su gobierno.
Así, en 1876 el general Porfirio Díaz le desplazó de la Presidencia enarbolando la bandera de la no reelección. Las elecciones de mayo de 1877 llevaron al general Díaz a la Presidencia, misma que no dejaría sino hasta 1911, a raíz del avance de la Revolución proclamada en 1910. Ejerce el poder de manera casi ininterrumpida por aproximadamente 30 años, sólo alterada por la presidencia de Manuel González, su cercano amigo, quien ocupa formalmente el poder entre 1880 y 1884.
La etapa liberal fue sustituida por el denominado porfiriato o porfirismo, que expresó la personalidad férrea de Porfirio Díaz, de brillante historial militar, patriota, héroe de la guerra de intervención, hombre de armas que trajo la pacificación del país, y que ya en el poder se convirtió en dictador. La bandera de la no reelección, de la que fue portaestandarte, la suplió por la de reelección continua. Cambió el texto constitucional para reelegirse en 5 períodos consecutivos.
Si los liberales habían creado un Estado-Jurídico y habían concedido la igualdad de derechos a los mexicanos, a Porfirio Díaz se debe la formación territorial del Estado-Nación y la supresión de los derechos cívicos de los mexicanos. Díaz creó la infraestructura para la unificación del territorio: una amplia red de transportes (20,000 kilómetros de vías férreas), base para formar un mercado nacional. En esta tarea fue notable la labor de José Ives Limantour, el responsable de la hacienda pública, quien organizó el financiamiento del proyecto de expansión económica, gravó con impuestos la producción, acabó con los impuestos al tráfico interno de las mercancías, reorganizó la deuda pública (1893), reorganizó las instituciones de crédito (1897), llevó a cabo una reforma monetaria (1905), y, en consecuencia creó un clima de confianza a los inversionistas extranjeros.
La "paz social" imprescindible para llevar adelante esa empresa, se consiguió "matando en caliente", a los que levantaban las armas contra el régimen y suprimiendo todas las libertades civiles.
El orden y el progreso fueron la divisa y la justificación de un régimen que privilegió ostentosamente a los grandes propietarios urbanos y terratenientes y a los capitalistas ingleses y norteamericanos, dueños de las tres cuartas partes de la industria minera y de la mitad de la explotación petrolera, iniciada durante el período. Los avances en la industria no repercutieron en el campo, donde se mantuvo una organización semifeudal. Las leyes de colonización y baldíos condujeron al despojo de los pequeños propietarios y a la concentración de la propiedad.
El régimen cayó por los males sociales, pero también por aquel espíritu de conciencia nacional que había cundido entre los políticos e intelectuales de la nueva generación, que prepararon y acaudillaron el movimiento revolucionario de 1910. El cambio de los hombres fuertes por las instituciones vendría con esta revolución, la primera democrática triunfante del siglo XX y el movimiento social que más influjo tuvo en todas las esferas de la vida nacional.
Revolución de 1910 (1910-1920)
La Revolución puede dividirse en tres etapas: política, social y constructiva. En la primera la figura central es Francisco I. Madero, quien inicia el movimiento armado con el Plan de San Luis Potosí (5 de octubre de 1910). La promesa de restitución de las tierras comunales a sus antiguos poseedores incorpora al movimiento a jefes tan destacados como Francisco Villa y Emiliano Zapata, que imprimen un carácter social a la revolución.
Con la firma de los tratados de Ciudad Juárez se inflige una herida a la revolución. Por ellos renuncia Díaz a la Presidencia pero los porfiristas siguen en el gobierno. A menos de un año de iniciada la lucha, Madero toma posesión de la Presidencia, dando legalidad a un movimiento que todavía no concluía. Lo acompaña como vicepresidente José María Pino Suárez
Emiliano Zapata, caudillo de los campesinos del sur (Estado de Morelos), renuente a deponer las armas hasta no conseguir la restitución de las tierras a las comunidades de la región, se levanta contra Madero (Plan de Ayala 1911) y lo mismo hace por razones oportunistas Pascual Orozco en Chihuahua (1912). Madero tuvo que hacer frente también a la reacción porfirista, representada por el general Bernardo Reyes y por Félix Díaz, sobrino del dictador, el cual se levanta en armas en Veracruz (octubre de 1912) acusando a Madero de incompetente para controlar la situación.
Las fuerzas federales derrotaron con facilidad a Felix Díaz, quien fue apresado y trasladado a la capital para someterlo a juicio de guerra. Indultado por los ministros porfiristas de la Suprema Corte, fue confinado en Lecumberri. De ahí sería liberado, lo mismo que Reyes, de la prisión de Tlatelolco, por los pronunciados del 9 de febrero de 1913, encabezados por el General Manuel Mondragón. Este pronunciamiento, que se conoce como la "Decena Trágica" (del 9 al 17 de Febrero de 1913), fue instigado y apoyado por el diplomático estadounidense Lane Wilson, quien desplegó una exaltada actividad para derrocar a Madero. Félix Díaz se refugió en la Ciudadela con 1500 soldados, mientras Madero nombraba al general Victoriano Huerta
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