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Proyecto Creatividad


Enviado por   •  15 de Marzo de 2017  •  Ensayos  •  2.131 Palabras (9 Páginas)  •  197 Visitas

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Diana Marbeli Bello Hernández

Alitzel Adriana Macías Infante

Moisés Sabás Navarro Vértiz

Luis Gerardo Santos Priego

Proyecto Creatividad

Tomó una bocanada grande de aire mezclada con un poco de agua mientras pataleaba y luchaba por salir a la superficie. En cada movimiento que hacía, se notaba la desesperación que regía también en su mente, incapaz de concentrarse en otra cosa que en el hecho de que se estaba ahogando. Sus movimientos y patadas se empezaron a tornar gradualmente más débiles y lentos, su mirada de desesperación y de ayuda seguían ahí, cómo tratando de escapar de sus ojos, pero ahora tenían un tinte también de resignación, desolación y miedo, pero un miedo puro, un miedo infranqueable.

Súbitamente, el niño ya no sintió que se ahogaba, aunque seguía rodeado de agua; la desesperación, desolación y resignación habían también desaparecido, aunque por alguna razón el miedo seguía ahí, junto con un intenso frío que le llegaba hasta los huesos. Estaba ahora muy confundido: era como si flotara, sólo que podía no hacer absolutamente ningún movimiento y no se hundía, casi como si él mismo fuera parte del agua, casi como magia. Fue así como la conoció directamente.

Habían estado ya indirectamente cerca dos veces, y fue en la primera donde ella se enamoró de él. Él tenía 11 años cuando la conoció por primera vez, aunque para él la experiencia no fue tan agradable como para ella. Fue durante el día, aproximadamente a las 13 hrs, una de las peores horas del día para que alguien muera, no para morir, sino para que alguien muera, es decir, no para la “víctima” sino para los conocidos de ella: cuando sucede en las mañanas, puede que algunas personas lo esperen y no se sorprendan tanto como en otras horas del día: un accidente al ir al trabajo, en la rutina diaria, tal vez incluso una caída fatal en la bañera. Aún más, la noticia les sería dada temprano en el día, de forma que pueden planear su día alrededor de ella, cambiar planes. En las noches es quizá la mejor hora: ya el día a casi terminado, se está exhausto mentalmente, incluso el sentimiento es diferente: las noches tiene un tinte de melancolía y nostalgia (que no he alcanzado completamente a entender) que van con la ocasión de una muerte, es incluso como una analogía que se complementa: la noche es el final de un día como la muerte lo es de una vida. A la mitad del día sin embargo, es algo totalmente diferente: la noticia cae totalmente de sorpresa, es algo tan brusco que parece tan ajeno como si fuera de otra realidad, de otro tiempo incluso; te parte el día a la mitad: ya empezaste muchas de tus actividades, y ahora tienen que ser cambiadas o reacomodadas, porque aunque no tengas que realizar acción alguna al respecto, la conmoción no deja que las concluyas correctamente. Así mismo, no hay otro momento del día en que la muerte contraste más o sea tan irónica, ya que normalmente a medio día es cuando se está más vivo, y no sólo individualmente, sino también la ciudad: la mayor parte de la población ya no duerme, y todos están inmersos en sus actividades, y hay mucha actividad que se está llevando a cabo. Sucedió entonces a la una de la tarde aproximadamente, fue su papá.

El ingeniero Torres estaba en su oficina cuando le llamaron por teléfono por parte de la escuela de su hijo para avisarle que tenía que pasar por él porque estaba enfermo del estómago. Un poco molesto porque aún tenía que terminar planear una presentación para unos clientes, recogió sus llaves, cartera y celular y salió en dirección a la escuela. En el camino se fue inconscientemente reprochando haberse puesto en la escuela como el principal contacto de emergencias en vez de su esposa. Por suerte la escuela quedaba a sólo 15 minutos a pesar del tráfico, así que llegó rápido y no perdió mucho tiempo atorado en el traslado. Se bajó del coche y se dirigió hacia la dirección escolar para recoger a su hijo. Estaba sentado en una banquita con los ojos cerrados y sus pertenencias a un lado, se veía muy pálido y su cara era de ligera molestia, seguro lo peor ya había pasado. Se dirigieron unas pocas palabras y, aprisa porque aún tenía mucho trabajo por terminar, lo condujo hacia el hospital, donde su esposa los estaría esperando para acompañar al niño con un doctor. Al estar manejando, de pronto sintió un agudo dolor en el pecho, que al principio decidió ignorar pero conforme la intensidad del dolor crecía empezó a disminuir la velocidad del coche y a buscar un lugar dónde orillarse.

El niño seguía mareado y con los ojos cerrados, y como había puesto música en el coche, no se había percatado de lo que sucedía al lado suyo, sino hasta que el coche ya estaba en alto total. Volteó a ver a su papá para obtener una explicación, pero cuando volteó se quedó petrificado: su padre estaba inmóvil, en una postura extraña, medio inclinada, con la mirada perdida y la boca semi abierta. Después de superada la primera reacción de estupefacción, el niño empezó a observar el cuerpo inerte con curiosidad, llegando incluso a estirar el brazo y tocar el rostro de su padre con la yema de sus dedos, mientras una música alegre sonaba en el radio, ni siquiera una lágrima alcanzó a surcar por su rostro.

Mientras tanto, la muerte estaba en la parte trasera del coche, elegante y sobria, observando al niño con la misma curiosidad y fascinación con la que él observaba y examinaba a su padre. Se quedó pasmada ante él, pero no era sólo por la falta de emoción y expresividad del niño, era algo más lo que la fascinaba, aunque no sabía qué, era un sentimiento nuevo para ella: casi de nerviosismo, como un miedo quisquilloso, rehusada pero a la vez esperando que el niño fuera a voltearse, percatarse de su presencia, y examinarla con la curiosidad con la que examinaba a su padre muerto.

El niño no la notó, y siguieron cada uno adelante con sus respectivas vidas, pero la muerte no podía sacárselo de la cabeza. Para ambos el tiempo, al ser relativo, transcurría de manera diferente. Dado que la muerte es eterna, para ella el tiempo pasaba mucho más rápido que para los humanos en general, y lo que ella percibía como una semana, para nosotros era un año. Así, la muerte pasó 4 semanas con el niño en su mente, observándolo esporádicamente, y viendo cómo su relación con su madre crecía y se hacía más fuerte e íntima después de la muerte de su padre.

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