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Rebelion Existencial

jovanni854 de Junio de 2012

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El hombre rebelde subraya la preocupación moral prioritaria del filósofo del siglo XX, una preocupación que hemos ido encontrando sucesivamente en todos los autores tratados hasta aquí (y que encontramos también en J.P. Sartre y en Simone de Beauvoir). Y con esa elección reconstruimos, a lo largo de los combates, el alma de una época y una Europa que no excluirá nada. Camus menciona a Nietzsche, y sin nombrarlos por su nombre, a Marx y a Lenin. Y concluye: "Todos pueden revivir pero con la condición de que comprendan que se corrigen mutuamente y que les detiene a todos un límite en el sol", entre otras.

En 1946, casi al mismo tiempo en que Horkheimer y Adorno daban a la luz la Dialéctica de la ilustración, J.P. Sartre escribe una obrita que iba a ser considerada como el manifiesto de otra de las principales corrientes de la filosofa moral del siglo XX. Su título es ya una afirmación: La existencialisme este un humanisme. A esas alturas de su vida (1905-1980) Sartre habrá publicado ya varias de sus obras más conocidas: literarias (La nausea, 1938; El muro, 1939; Las moscas, 1943; A puerta cerrada, 1945, la primera parte de Los caminos de la libertad, 1945) y filosóficas (El ser y la nada. Ensayo de ontóloga fenomenológica, 1943), y habrá fundado la revista que le dio fama: Les temps modernes.

En la Náusea J.P. Sartre habrá afirmado que los humanistas se equivocaban y se habrá mofado también de un cierto tipo de humanismo. Ahora en El existencialismo es un humanismo Sartre distingue: hay un humanismo entendido como teoría abstracta que toma al hombre como fin y como valor superior. Este es un humanismo cerrado sobre sí mismo y que, en el siglo XX, acaba conduciendo al fascismo. Pero hay otro sentido de "humanismo": el hombre está constantemente fuera de sí mismo, eso es lo que hace existir al hombre.

Otro punto que comparte Sartre con algunos de esos autores (y en su caso muy explícitamente) es la intención filosófica: la recuperación de la filosofa no solo como filosofa moral de la acción humana (frente a la "filosofa científica") sino también como ontóloga, como reflexión acerca del ser que no desprecia la especulación.

Pero, por otra parte, el hombre vive en sociedad, y esto le obliga a una segunda superación: del "ser para sí" ha de pasar al "ser para otro": "yo no puedo definirme si no en relación con otro". La existencia del otro es lo que me permite definirme a mí mismo en una relación, siempre conflictiva (puesto que el "infierno son los otros") y la autenticidad y veracidad del hombre es el estar obligadamente solo. "Soledad",

"angustia", "derilición", "desesperación" y "nausea" son estados obligados y habituales de la conciencia del hombre que quiere ser "para sí", autoconsciente.

ÉTICA DE LA REBELIÓN EXISTENCIAL SEGÚN

SARTRE, BEAUVOIR Y CAMUS

La tesis principal compartida por los diversos existencialismos del siglo XX es esta: la existencia precede a la esencia. Tal es la forma que toma la idea de que hay que partir de la subjetividad. Luego distingue entre un existencialismo cristiano y un existencialismo ateo (el suyo). Este existencialismo ateo arranca de la experiencia nihilista ("Dios ha muerto"). Pero si Dios no existe hay al menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto: ese ser el hombre, la realidad humana. No hay naturaleza humana, en abstracto, porque no hay Dios para concebirla. Solo hay "condición humana". El hombre es un proyecto hacia el futuro: conciencia de proyección hacia el futuro. El hombre será lo que haya proyectado ser (no lo que quiera ser, porque su proyecto no depende solo de la voluntad individual); de él depende la responsabilidad total de su existencia.

El hombre se elige y, al elegirse, elige todos los hombres. La vida en sociedad es, sobre todo, (compromiso). La responsabilidad, en cada caso, es tan grande que nuestra elección afecta a toda la humanidad. De ahí brota la angustia y la desesperación. No es que el hombre se angustie, el hombre es angustia. Pues si huye de la responsabilidad ante su elección encogiéndose de hombros cae en la mala fe. Todo ocurre como si para todo hombre toda la humanidad tuviera los ojos fijos en lo que él hace y se rigiera por lo que él hace. Pero la angustia existencial no es algo que conduzca a la inacción, al quietismo, a la resignación o a la consolación. "La angustia es parte de la acción", fundamento de la acción comprometida.

Sartre dice que no hay determinismo en el que mecerse, el hombre es libre, el hombre es libertad. Estamos solos y sin excusas. El hombre está condenado a ser libre, es responsable de todo lo que hace. El hombre es responsable de su pasión, El está condenado a inventar al hombre; El hombre es el porvenir del hombre.

No hay, por tanto, moral en general; ninguna moral en general puede indicarnos en cada caso concreto lo que hay que hacer. Hay, pues, que actuar sin esperanza. Pero esto no quiere decir abandonarse al quietismo. Solo hay realidad en la acción. El hombre es solo su proyecto y solo existe en la medida en que el se realiza. A pesar de lo cual el existencialismo sartriano no se considera pesimista, dice defender un optimismo duro, crudo; es una moral de la acción y del compromiso. Es una filosofía moral de la dignidad del hombre. Es también otra afirmación de la subjetividad: el hombre descubre en el cogito a los otros y los descubre como la condición de su existencia; se da cuenta de que no puede ser nada salvo cuando los otros le reconocen como tal. El descubrimiento de mi intimidad me descubre al mismo tiempo al otro como una libertad puesta frente a mí.

En los años inmediatamente siguientes (1947, 1948) J.P. Sartre redactar un par de cuadernos (que no llegó a acabar) en los que iba a tratar sistemáticamente de la moral. Las notas redactadas quedaron sin concluir, solo fueron publicadas (en 1983) después de su muerte con el título Cahiers pour une morale (Gallimard, París).

Lo que hay en estos Cuadernos es precisamente una tentativa de superar la contradicción existente entre la negativa a aceptar una moral universal y la pretensión del carácter universal de la acción individual del hombre que esta obligado a la libertad.

La argumentación de J.P. Sartre se puede resumir a través del infierno de la relación con el otro y, con ella, la universidad de la condición humana. Solo que la universalidad del hombre no esta dada. No hay naturaleza humana compartida; y, en este sentido preciso, no hay "humanidad". Solo hay "condición" humana. Pero la "condición"" es algo que se hace, que se crea, que se inventa en cada caso, que es perpetuamente construida. La condición humana es proyecto y el proyecto individual es también comprensión de cualquier otro hombre. Siempre estamos obligados a elegir; eso implica compromiso, afirmación de determinados valores.

J.P. Sartre compara la elección moral individual con la construcción o producción de una obra de arte. Entre la moral y el arte hay algo en común: ambas son creación e invención. Después de la muerte de Dios no hay ley moral dada. Estamos obligados a inventar en cada caso nuestra propia ley. El hombre se hace escogiendo la propia moral. Pero esto no tiene que interpretarse como una retirada al esteticismo, ni quiere decir tampoco que no podamos juzgar las acciones de otro en absoluto. Podemos juzgar al menos en un sentido, decir que todo hombre que se refugia tras la excusa de sus pasiones, todo hombre que se inventa un determinismo justificatorio o consolador de sus acciones, es un hombre de "mala fe".

Simone de Beauvoir empieza rechazando las doctrinas morales clásicas, de base religiosa o laica, que, en todos los casos, buscan la consolación del hombre. La condición humana es la ambigüedad. Y esto es particularmente patente después de Stalingrado, después de Buchenwald y después de la bomba atómica. El existencialismo es precisamente la filosofía de la ambigüedad del hombre. La historia del hombre es, ciertamente, un fracaso, pero también ese fracaso es ambiguo, en el sentido de ambivalente.

Beauvoir distingue entre ambigüedad y absurdo y, en cierto modo, adelanta uno de los nudos que la separaran (a ella y a Sartre) de Albert Camus: "Declarar que la existencia es absurda es negar que pueda dársela un sentido; decir que es ambigua es plantear que su sentido nunca está fijado, que se ha de conquistar incesantemente. La absurdidad rechaza toda moral; pero el hombre intenta salvar

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