Reflexión acerca de la raza y el mestizaje en el pensamiento social latinoamericano durante el último tercio del siglo xix y el primer tercio del siglo xx.
constanzavicEnsayo29 de Mayo de 2016
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Visiones de raza y mestizaje en América Latina
Alumna: Constanza Fariña Contreras
Profesora: Pierina Ferreti
Ayudante: Diego Rivera
Fecha: 16 de octubre de 2014
Reflexión acerca de la raza y el mestizaje en el pensamiento social latinoamericano durante el último tercio del siglo xix y el primer tercio del siglo xx.
Cuando comenzó el periodo de Repúblicas en Latinoamérica a comienzos del siglo XIX, se logró la Independencia política y administrativa de la Corona Española en varios territorios de América latina. Surgiendo así nuevos desafíos (políticos, sociales y culturales) para poder definir las nuevas características de estos nuevos territorios independientes. Existía la necesidad de mostrar aquello que era particular de estas tierras y lograr la construcción de pueblo, como también la noción de ciudadanía.
Sin embargo, no fue un periodo exento de conflictos internos en las naciones recién establecidas, se presentaron diversos problemas en las primeras Constituciones, que dieron pie a cuestionarse temas relevantes como la ciudadanía, la soberanía, y el poder. Existió una continuidad desde el periodo de monarquía, ya que sólo fue un traspaso de poder a una nueva clase dirigente, la oligarquía, lo que no tuvo grandes repercusiones en las relaciones sociales. Las clases más bajas continuaron como ya estaban establecidas, componiéndose en su mayoría por personas que pertenecían a una cultura distinta a la hispánica.
En el periodo de la Consolidación de los Estados Nacionales, se instaura como tema central el cómo lograr la estabilidad y el orden social, siendo el Estado el encargado de controlar a las clases populares que cuestionaban el poder establecido, pero “frecuentemente los gobiernos fueron incapaces de resistir estas rebeliones, a menudo porque su débil situación financiera no les permitía mantener a las fuerzas militares o ganarse el apoyo de suficiente clientela para comprar la alianza de los rebeldes potenciales” (Safford, 1991, p.44). Otras pocas veces las elites políticas pudieron permanecer unidas para evitar caer en fuertes golpes de Estado o guerras civiles; en resumidas cuentas fue un periodo de inestabilidad política.
También comienza a surgir la figura del letrado a mediados del siglo XIX, intelectual que está relacionado con los problemas sociales de la época, y que se interesa por materias como por ejemplo, la raza y el mestizaje en Latinoamérica. Para poder conocer y entender al respecto sobre estos temas
“Hay que tener en cuenta que los países no tenían una composición étnica igual. Por un lado, Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala y (en menor grado) México tenían mucha población india, asimilada sólo en parte en la cultura hispánica dominante. En los otros países predominaban los mestizos y casi toda la población estaba culturalmente integrada en la sociedad hispánica” (Safford, 1991, p.42).
En época del liberalismo latinoamericano -mediados del siglo XIX y comienzo del siglo XX-, surgen distintas concepciones en torno al tema de raza y mestizaje. Como el positivismo florecía en América Latina, Herbert Spencer se volvió uno de los autores más citados por autores latinoamericanos debido a la preocupación intelectual por la sociedad latinoamericana entre 1890 y 1914. Éste ponía sus argumentos en torno a la evolución social, por lo tanto la sociedad era un organismo análogo a la naturaleza, sujeto a cambios a medida que pasaba el tiempo (Hale, 1991). Spencer contribuyó para que los latinoamericanos prestaran mayor atención a su propia sociedad y así pudieran compararla con el esquema universal. Este autor utilizó en su sistema evolucionista, la raza, lo que significó para el pensamiento latinoamericano una preocupación central. En cambio otro positivista como Comte proponía “el progreso de la humanidad […] como el progreso de la raza blanca europea” (Hale, 1991, p.26). Por lo que se puede apreciar es un periodo donde está presente el etnocentrismo, ya que un grupo por creer ser más importante impone su cultura a otras totalmente distintas, y también existe ese deseo de hegemonía sobre los pueblos que no eran blancos.
Las ideas del racismo europeo, se pueden aplicar en teorías latinoamericanas. Una de éstas es que la raza es “sencillamente una nacionalidad o un pueblo desarrollándose a lo largo del tiempo, distinguiéndose de otros por la lengua, la religión o la geografía” (Hale, 1991, p. 27), por lo tanto hay que buscar en los orígenes aquellas peculiaridades nacionales.
Domingo Sarmientos en el texto Facundo (1845), realiza un análisis racial de la población argentina donde establece que:
“El pueblo que habita éstas extensas comarcas se compone de dos razas diversas, que, mezclándose, forman mediostintes imperceptibles, españoles e indígenas. En las campañas de Córdoba y San Luis, predomina la raza española pura, y es común encontrar en los campos, pastoreando ovejas, muchas tan blancas, tan rosadas, y hermosas, como querían serlo las elegantes de una capital. En Santiago del Estero, el grueso de la población campesina habla aun quichua, que revela su origen indio” (Sarmientos, 1845, p.27).
El autor hace comparaciones de lo que él considera como civilización y barbarie, o sea europeos e indígenas respectivamente. Considera que las razas americanas viven en la ociosidad, y que son incapaces de dedicarse a un trabajo duro y seguido, y esto se debe a que se introdujeron negros en América, dejando fatales resultados. (Sarmientos, 1845). Argumenta que son vergonzosas las diferencias existentes en las condiciones de vida de la villa nacional respecto a cómo viven las colonias alemanas y escocesas. En las primeras se notan “niños sucios y cubiertos de harapos, viven con una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo, en la más completa inacción; el desaseo y la pobreza por todas partes; una mesita y petacas por todo amueblado; rancho miserables por habitaciones, y un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables” (Sarmientos, 1845, p.28). En cambio en la colonia alemana, “las casitas son pintadas; el frente de la casa, siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos; el amueblado sencillo, pero completo […] y los habitantes en un movimiento y acción continuos” (Sarmientos, 1845, p.28).
Se retrata al hombre de ciudad como el civilizado, quien está inmerso en las leyes, en las ideas de progreso, en el gobierno, etc.; en cambio al hombre de campo se le llama americano, con sus hábitos diversos y sus necesidades peculiares y limitadas. Se le opone a aquel hombre civilizado, pero éste nunca quiere ser como aquel. El autor trata de hacer parecer que son dos sociedades distintas, siendo que en realidad es sólo una.
Lo anterior es una mirada pesimista sobre la raza latinoamericana y el mestizaje, pero no fue el único que lo vio de esta manera, Carlos Octavio Bunge en su trabajo Nuestra América (1918), examinó las razas que componen al criollo mediante la psicología colectiva que los engendra, “los hispanoamericanos son siempre europeos […] más o menos mestizados. Por sus venas corre sangre hispánica (española, o portuguesa), indígena (mejicana, quichua, guaraní y demás), y negra (cafre, hotentote, Mozambique). Esta triple base ancestral ha formado la psicología de sus “republicas” (Bunge, 1918, p.68). Bunge se centró en el estudio de estos grupos, considerando el medio geográfico en que se formaban las razas, para así ver los componentes étnicos, y luego analizar las mezclas y transformaciones en América. Cada raza tiene rasgos que son absolutos y determinantes en la psicología de los pueblos americanos.
Por lo tanto, se consideró al sujeto como un caso clínico social, donde el autor estudia “la enfermedad, pero no expone sistemáticamente su tratamiento.” (Bunge, 1918, p. 21). Aquí la raza y el mestizaje siguen siendo considerados como una enfermedad, y el remedio se logra a través de la cultura general, por lo que la falta de progreso está estrechamente relacionada con esa herencia psicológica de los pueblos y sin duda de la mezcla de razas. Este autor sigue los pasos de Sarmiento y también plantea la concepción de barbarie, donde los españoles son considerados una raza degenerada producto de las mezclas.
Hale refiriéndose a Bunge expone que son “tres características fundamentales que constituyen el «genio de la raza»: la arrogancia (de origen español, se remonta a los visigodos), la tristeza (de origen indio) y la pereza”. (Hale, 1991, p. 29). La arrogancia se vincula con la pereza o decadencia, y corresponde a la cualidad madre de los criollos, que se expresa principalmente por el desdén al trabajo, siendo este último sinónimo de progreso. Bunge lo que propone es una europeización mediante el trabajo.
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