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Revolucion Constitucionalista

erwfsdfq3423 de Junio de 2015

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LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA

En el mes de abril de 1914, cuando el puerto de Tampico estaba siendo atacado por las fuerzas constitucionalistas, mandadas por el general Pablo González, y defendido por el general Ignacio Morelos Zaragoza, un grupo de marinos norteamericanos del acorazado Dolphin desembarcó de improviso, y en una lancha se dirigió río arriba del Pánuco, hasta llegar al puente de Iturbide.

El jefe del sector, coronel Ramón H. Hinojosa, ordenó su aprehensión, siendo conducidos, los marinos, ante el general Morelos Zaragoza, a quien declararon que habían desembarcado con el fin de adquirir gasolina en el puerto.

Morelos Zaragoza dio una disculpa a los marinos poniéndolos en libertad y arrestando al coronel Hinojosa.

Ante tal actitud del jefe militar de Tampico, el gobierno de Washington no se dio por satisfecho y pidió que se le hicieran honores a la bandera de los Estados Unidos.

El general Huerta, previo Consejo de Ministros, acordó que se dispararan 21 cañonazos frente a la bandera americana, siempre que respondiendo a tal cortesía, se procediera en igual forma frente a la bandera de México.

El gobierno de Washington no accedió a lo pedido, dándose por terminadas las negociaciones.

Con pretexto tan fútil, y sin previa declaración de guerra, los marinos de los acorazados Prieri, Utah y Florida, desembarcaron en Veracruz.

Con tan flagrante violación a nuestra soberanía, los alumnos de la Escuela Naval, los soldados del 19° Batallón y numerosos vecinos, hombres, mujeres y niños, hicieron heroica resistencia, obligando a los marinos a replegarse, causando algunas bajas al poderoso enemigo, que inició el ataque con sus cañones sobre el indefenso puerto, destruyendo la Escuela Naval y algunos otros edificios.

El general Gustavo A. Mas, Comandante Militar de la plaza, recibió órdenes de replegarse a Tejería; mientras tanto los alumnos de la Escuela Naval, dirigidos por el teniente Azueta, abrieron el fuego sobre los invasores, que se posesionaron de la ciudad, quedando muertos en el campo Azueta, Virgilio Uribe, José Gómez Alcalde, García N. Martínez y muchos civiles y soldados que defendieron el puerto.

¡Así se repitió en el año de 1914 la heroica hazaña de los alumnos del Colegio Militar del 47, que defendieron el Castillo de Chapultepec, no sin dar una lección de valor y heroicidad al poderoso ejército de Norteamérica!

De toda la República surgieron voces de protesta por la inicua invasión, y el primer Jefe del Ejército Constitucionalista, que se encontraba en Ciudad Juárez, dirigió enérgica nota al gobierno del presidente Wilson, protestando por la violación a la soberanía de México, transcribiendo a las Repúblicas Latinoamericanas el contenido de dicha nota. Insistió ante el Departamento de Estado Americano en que México estaba dispuesto a ir a la guerra, caso que se nos obligara a ello, expresando lo siguiente:

Mas la invasión de nuestro territorio, la permanencia de vuestras fuerzas en el puerto de Veracruz, o la violación de los derechos que forman parte de nuestra existencia como Estado soberano, libre e independiente, sí nos arrastraría a una guerra desigual, pero digna, que hasta hoy queremos evitar.

Ante los informes mandados por el cónsul don Francisco Urquidi, secretario de nuestro Agente Confidencial en Washington, en el que expresaba que el gobierno norteamericano tomaría determinaciones drásticas, el señor Carranza ordenó al licenciado Fabela, encargado de la Secretaría de Relaciones, que girase mensajes urgentes a todos los jefes militares con mando de fuerzas, a lo largo de nuestra línea divisoria, ordenándoles que concentraran sus tropas en lugares apropiados cerca de nuestra frontera y estuvieran listos por si surgiera un conflicto armado con el gobierno norteamericano.

Al mismo tiempo Fabela, por instrucciones del señor Carranza, tuvo una entrevista con el señor Mario Letcher, cónsul norteamericano en Chihuahua, en la cual le preguntó de manera privada y particular si el gobierno de los Estados Unidos estaría dispuesto a recibir a un alto comisionado de la primera Jefatura, para tratar sobre el estado de cosas, y, especialmente, sobre la situación que prevalecía como resultado de los recientes sucesos de Tampico y Veracruz.

En su oportunidad el cónsul norteamericano le expresó su satisfacción por aquella actitud amigable de la primera Jefatura, manifestando al mismo tiempo que el presidente Wilson no podía recibir al enviado especial, en virtud de que el señor Carranza había hecho declaraciones que en los Estados Unidos se interpretaban como una protesta en contra del gobierno americano; pero que en caso de que el primer Jefe hiciera una nueva declaración pública en el sentido de que se mantenía neutral con respecto á los sucesos ya desarrollados o que pudieran desarrollarse entre los Estados Unidos y el general Huerta, y que no prestara auxilio a éste ni contrariara a los Estados Unidos en sus esfuerzos encaminados a obtener amplia satisfacción por los insultos lanzados al gobierno americano por oficiales del general Huerta, lo cual influiría poderosamenteen la eliminación de Huerta y pondría a salvo a México y a los mexicanos de todo peligro que directa o indirectamente pudieran tener por las ofensas cometidas, quizá se encontraría la manera de solucionar todos los problemas suscitados.

Ante la insistencia del presidente Wilson, Fabela dijo a Letcher que la Revolución, como se había expresado en la nota del señor Carranza dirigida al Departamento de Estado, no podía ser neutral y que insistía en demandar del presidente Wilson suspender los actos de hostilidad ya enunciados, ordenando a las fuerzas invasoras la desocupación de los lugares que se encuentran en su poder en el puerto de Veracruz, y retractarse Carranza de esa actitud sería tanto como reconocer legítimamente la invasión del territorio patrio, lo que Carranza jamás podría aceptar.

Al mismo tiempo en esos días el presidente Wilson se dirigió al Congreso pidiendo autorización para usar de la fuerza armada de los Estados Unidos en la forma y manera que fuesen necesarias a fin de obtener del general Huerta y sus adherentes el reconocimiento más amplio de los derechos y dignidad de los Estados Unidos.

En nota que el señor licenciado Fabela, por acuerdo del señor' Carranza, presentó al cónsul Letcher, le decía en síntesis:

La permanencia de tropas en un país independiente y soberano es una ínvasión ínjustificada porque no puede haber derecho contra el derecho de inviolabilidad territorial ...

El pueblo de México tiene el derecho de arreglar sus problemas domésticos del modo que más le cuadre, y nosotros abrigamos los mejores deseos de respetar ese derecho ...

Y en declaraciones que hizo la Cancillería Mexicana se agregaba:

Bien sabemos que la exigencia del gobierno de los Estados Unidos es la de castigar una injuria a la dignidad de la nación americana, cometida por el usurpador Huerta; pero es fácil comprender que el castigo no es para Huerta sino para la patria mexicana y Huerta no es la nación, sino un delincuente vulgar.

Ante situación tan grave, los embajadores en Washington de Argentina, Brasil y Chile, tomaron el acuerdo de interponer sus buenos oficios para lograr un arreglo pacífico del conflicto.

El señor Carranza aceptó con gusto la mediación, asegurándose previamente la Cancillería de que la oferta fuera absolutamente espontánea, sin que hubiese ninguna insinuación de nuestra parte.

La Secretaría de Relaciones consideró que los mediadores creían al principio que iban efectivamente a mediar en las diferencias que constituian el motivo ostensible del asalto a Veracruz; pero como el presidente norteamericano les envió una nota en la cual descubría ya su juego; nota en la que expresaba que ningún arreglo tendría perspectivas de terminación ni de ser aceptable a la opinión pública norteamericana, a menos que contenga la eliminación del general Huerta, con la instalación inmediata de un Gobierno Provisional aceptable a todos los partidos ..., basándose en tales reformas que satisfagan las justas pretensiones del pueblo de México a la vida, a la libertad y a la suficiencia para subsistir independientemente, nuestra Cancillería opinó que los mediadores no debieron jamás prestarse, como se prestaron desde un principio, a sobrepasar las atribuciones que en derecho corresponden a lo que se llama buenos oficios y que ellos fueron más allá de sus específicos deberes, porque plegándose a los deseos del presidente Wilson y su secretario Bryan, violaron en realidad la soberanía de un país hermano, que con toda dignidad no les permitió que se ocuparan de estudiar y resolver asuntos internos que no les incumbían de ninguna manera. Por eso protestó Carranza con la entereza que lo caracterizara siempre.

Desde un principio se vio claramente que los representantes del A. B. C., en vez de ceñirse a la función de los buenos oficios, trataban de halagar al gobierno norteamericano, y como Villa dio autorización a una comisión de estadounidenses e ingleses, capitaneados por el cónsul británico de El Paso, Texas, a pasar a territorio mexicano para hacer investigaciones (sobre la muerte de Benton y el primer Jefe se opusiera, dándole órdenes al jefe de la División del Norte que no lo permitiera, lo cual provocó que se volvieran contra el jefe de la Revolución la prensa de los Estados Unidos y naturalmente de la Gran Bretaña),

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