Revolucion Y Guerra
flori9312 de Mayo de 2014
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Tulio Halperin Donghi (1972)
REVOLUCIÓN Y GUERRA
Prólogo
Este es un libro de historia política y su tema es el surgimiento de un centro de poder político autónomo, en un área donde la noción misma de actividad política había permanecido ignorada.
El propósito de este estudio es seguir las vicisitudes de una elite política creada, destruida y vuelta a crear por la guerra y la revolución. Esto supone la consideración de un conjunto de problemas:
Las relaciones sociales vigentes antes del surgimiento de esa actividad política, que son el seno donde ésta se desarrollará.
Las relaciones entre nueva y vieja elite.
El uso que del poder se hace como medio de articulación entre los distintos sectores sociales [tanto entre las clases dominantes como con los sectores populares a quienes la nueva elite debe su encumbramiento, pero con quien no está dispuesta a compartir su poder].
PRIMERA PARTE: EL MARCO DEL PROCESO
I. El Río de la Plata al Comenzar el Siglo XIX
El virreinato tenía una estructura heterogénea. Del territorio controlaban los españoles tan sólo lo preciso para mantener las comunicaciones entre el Paraguay, el Interior y el Litoral. A esta estructura territorial correspondía una estructura económica orientada hacia el norte. Esa estructura demográfica y económica entró en crisis en el siglo XVIII. La decadencia del Alto Perú como centro argentífero, la decadencia de la plata misma frente al oro cuando éste volvió a ser el medio de pago predominante, la aparición de nuevas metrópolis económicas y financieras en Europa y la acrecida presión europea dislocaron esta estructura. En el siglo XVIII comenzaba ya la disgregación de las Indias en zonas de monocultivo, relativamente aisladas entre sí, con mercado a la vez consumidor y productor en Europa.
Las tierras costeras eran las más adecuadas para prosperar en ese nueva clima económico y conocieron un progreso vertiginoso. El Interior era en cambio menos capaz de adaptarse. Su producción diversificada y atrasada hallaba desemboque cada vez menos fácil en el Alto Perú; y el otro mercado que había venido a complementar al tradicional [Buenos Aires] no resultaba suficiente ya que desde 1778 se encontraba allí la competencia de la economía mediterránea y pronto aparecería también la nueva industria europea. La etapa final del siglo XVIII está signada entonces por un rápido avance del Litoral; un avance parcial en medio de fuertes ajustes para el comercio y la artesanía del Interior; y crisis irremediable para su agricultura.
a) La Estabilidad del Interior.
La estructura del Interior es bastante heterogénea. Salta presenta una estructura social de rasgos únicos en el área rioplatense. Sobre una plebe mestiza gobierna una aristocracia rica, dueña de la tierra repartida en grandes estancias, dedicadas en las zonas bajas a la agricultura del trigo y de la vid y en las altas al pastoreo. En las laderas que se abren al Chaco, se dan cultivos tropicales, en primer término, el azúcar.
Esa aristocracia domina también el comercio salteño [de gran importancia el de mulas] y concentra un poder económico sin igual en el Río de la Plata. Ha sido la reorientación atlántica de todo el sur de América la que aumentó la importancia comercial de Salta. Para el grupo dominante, la hegemonía económica va acompañada de prestigio social y aquí la diferenciación social se apoya en diferencias de sangre. Por ello en Salta, antes que en ninguna otra región y con más intensidad que en ninguna, la revolución contra el rey adquiere el carácter de lucha social.
Tucumán es un oasis subtropical de antigua prosperidad. Se apoya sobre todo en el comercio y la artesanía. La ciudad es un centro vital de la ruta entre Buenos Aires y el Perú. Un grupo de mercaderes debe su riqueza a este hecho y alcanzan mayor prestigio en una región en que la propiedad de la tierra está relativamente dividida. Son numerosos los artesanos dedicados al trabajo de maderas duras, sobre todo para la fabricación de carretas. En la campaña se desarrollan la tenería y las curtiembres. La ganadería y la agricultura [arroz] se orientaban hacia el comercio, al igual que una pequeña industria de sebo y jabón. La tejeduría doméstica no alcanzaba a satisfacer la demanda local ni aun en lienzos ordinarios. Toda esta estructura económica garantiza la hegemonía social de quienes gobiernan la comercialización.
Santiago del Estero es una región extremadamente pobre. En el equilibrio demográfico es una suerte de centro de alta presión, base humana indispensable de emigrantes temporarios o definitivos, para las empresas agrícolas del Litoral. En la ciudad y en las tierras de huerta las actividades dominantes son el comercio y la agricultura, compartida entre maíz de consumo local y trigo destinado a mejores mercados. Contaba con una ganadería muy pobre y una tejeduría floreciente. Esta última abastecía a los consumidores locales y al Litoral. Esa producción se hallaba dominada por los comerciantes de la ciudad, frecuentemente propietarios, en una zona donde la propiedad estaba demasiado dividida para que emerja una clase rural hegemónica.
Córdoba cuenta con un largo pasado agrícola, pero a principios del siglo XIX es alcanzada por la expansión ganadera que está transformando al Litoral. La clase alta está muy vinculada a esta nueva actividad. Este ascenso ganadero, no implica una discontinuidad dentro de la oligarquía, sino que se trata más bien de una reorientación de las actividades económicas que favorece a la ganadería frente el tradicional comercio urbano. Florece aquí también la tejeduría doméstica.
La sierra cordobesa es -como Santiago- tierra de emigración. La clase alta que domina con su actividad mercantil la serranía y es dueña de las mejores tierras ganaderas en la llanura, domina también en la ciudad, donde se disputa entre sus miembros las magistraturas laicas y eclesiásticas. Esa hegemonía se ha afirmado sobre todo luego de la expulsión de los jesuitas. Es una clase dominante rica en tierras pero pobre en dinero.
Cada vez más el Interior mercantil es intermediario entre el Perú y el puerto. La exportación y comercialización de los productos locales son dejadas en segundo plano y el comercio libre [desde 1778] es en parte el responsable de la aceleración de este proceso. Pero a la vez esto intensifica el comercio interregional y con ello asegura en lo inmediato un nuevo plazo de vida para el Interior. No conviene exagerar las consecuencias negativas del nuevo régimen comercial, ya que no parece que este haya amenazado la estructura artesanal de la región. Por el momento la importación ultramarina no entraba en concurrencia con la tejeduría local. Distintas eran las consecuencias del libre comercio en la zona occidental del Interior.
En Cuyo la colonización española había creado pequeñas réplicas de la agricultura mediterránea: vid, trigo y frutas secas. Sólo el trigo quedaría relativamente abrigado de las consecuencias del nuevo régimen comercial [esto se debe a los costos de transporte del grano]. En cambio tuvo efectos devastadores la entrada de vino de Cataluña y frutas secas de toda España.
Catamarca sustentaba una población excepcionalmente densa, dedicada a la huerta y el viñedo. En los valles menores y a medida que aumentaba la altura, el trigo y la crianza de ganado o su invernada, adquiría creciente importancia. No obstante, Catamarca encuentra casi mercado único en Tucumán. El aguardiente es el único producto que no tiene rival y alcanza mercados lejanos. Se conserva aquí también el cultivo del algodón, que en el resto del Interior no ha sobrevivido a los derrumbes demográficos del siglo XVII, bajo formas de tejidos de uso cotidiano para los más pobres. Hasta 1810 encuentra salida en el Interior y el Litoral. La crisis del algodón llegará luego, la del vino y el aguardiente es treinta años anterior y con ella sucumbe la estructura comercial tradicional.
La desaparición del viejo sector hegemónico no abre aquí paso a un grupo propietario de tierras, ya que la propiedad se halla demasiado dividida. En la vida catamarqueña domina la orden franciscana.
La Rioja está formada por multitud de pequeños oasis consagrados a la ganadería. Los Llanos de La Rioja se benefician desde principios del siglo XIX del ascenso ganadero y aún más con la intensificación del tráfico en el Interior. Al ganado menor se agrega ahora el mular, exportado en parte a Perú y Chile.
En La Rioja Occidental, los diminutos oasis se dedican a la agricultura y los alfalfares de invernada. Es socialmente más arcaica esta región que la de Los Llanos: sus valles agrícolas están poblados aun en buena parte por indios, agrupados en pueblos de tributarios. Toda la región es de gran propiedad aunque en Los Llanos, un ritmo más vivo de la economía hace más soportable el dominio señorial que en la zona occidental. Sólo la modesta riqueza de la clase señorial impide que se den aquí los contrastes de Salta, pero todavía a mediados del siglo XIX la suerte de los campesinos del oeste riojano parecerá más dura que la de los salteños. Las posibilidades de avance del oeste riojano están vinculadas con Famatina y sólo lentamente irá surgiendo a lo largo del siglo XIX un centro de actividad minera en Chilecito.
San Luis, provee de carnes a San Juan y Mendoza y envía algunos cueros al Litoral. La tejeduría doméstica y los reducidos huertos completan el censo de actividades de la región, insuficientes para sustentar a una población en descenso. También San Luis proporciona su contingente humano al Litoral en ascenso.
San Juan y Mendoza están
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