GUERRAS Y REVOLUCIONES
tefo99Síntesis12 de Mayo de 2014
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PAULA BACH
APUNTES A PROPÓSITO
DE KEYNES, EL MARXISMO
Y LA ÉPOCA DE CRISIS,
GUERRAS Y REVOLUCIONES
En períodos de crisis capitalista profunda como el que estamos transitando,
recobran vida antiguas teorías que la altanería y autoconfianza burguesa
habían creído poder echar definitivamente al basurero de la historia. Hoy es
el fantasma de Lord John Maynard Keynes el que está de regreso. La teoría
económica de Keynes es corrientemente presentada en nuestros días sólo
como un paquete de medidas fiscales y monetarias, de contundente intervención
estatal, antitéticas a las políticas de corte neoliberal que reinaron en las
últimas casi tres décadas. Las construcciones teóricas de Keynes aparecen
desde las voces dominantes de la academia como una suerte de receta distinta,
alternativa a la receta neoclásica, pero receta al fin, que la burguesía tendría
a mano para subsanar los errores que habrían conducido al actual estado
de situación de la economía capitalista. Siguiendo la tradición de la
autodenominada síntesis neoclásica, no se suele hacer siquiera mención a los
aspectos más salientes de la obra del economista británico Lord John Maynard
Keynes (1883-1946)1, una mente aguda de su época cuya vida y obra discurrió
en un período particular del desarrollo del modo de producción capitalista.
Keynes, economista de neto corte y conciencia burguesa, enfrentado a
una época no clásica del capital, en la que llegaba a su fin el “libre juego de la
ley del valor”, el puro “liberalismo económico” y el mecanismo de la “libre
1 Dos libros de autores argentinos de publicación reciente, el primero Fundamentos de la
Teoría General, Las consecuencias teóricas de Lord Keynes, de Axel Kicillof y el segundo, Keynes,
poskeynesianos y keynesianos neoclásicos, de Rolando Astarita, resultan una contribución en el
esclarecimiento del verdadero cuerpo teórico de Keynes.
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2 Karl Marx, El Capital, Tomo I, sección VI, capítulo XVII, México, Siglo XXI, 1999, p. 660.
3 La vulgarización de David Ricardo por John Stuart Mill, se había impuesto como economía
oficial hasta fines del siglo XIX. Posteriormente, la denominada revolución marginalista se
convirtió en representante de la ortodoxia siendo más tarde sustituida por la teoría de Alfred
Marshall (de quién Keynes fuera discípulo) que intentaría una síntesis entre John Stuart Mill y
la teoría marginalista.
competencia”, época en la que comenzó el asedio de las crisis crónicas del
capital, de la revolución y las guerras, se encontró frente a la ardua tarea de
re-naturalizar las relaciones burguesas de producción. Keynes se vio en la
necesidad de criticar el cuerpo teórico de la economía oficial en un doloroso
proceso que –no exento de eclecticismo– fue recorriendo su obra. No porque
se opusiera a la elevación del modo de producción capitalista a la forma
inmutable y general de la existencia humana, sino porque visualizó que la
estrechez de miras de la teoría oficial enfrentada a los límites propios del
capital, hacía peligrar tanto la aceptación de aquella concepción como la
continuidad misma del modo de producción capitalista. Economista, hombre
político, Lord, representante por Inglaterra en la Conferencia de Bretton
Woods, autor de una vasta bibliografía que incluye numerosos libros de entre
los cuáles el más importante es Teoría General del Interés, la Ocupación y el
Dinero, así como de numerosos escritos de fuerte tono económico-político
como Las consecuencias económicas del señor Churchill (1925), “The United
State and the Keynes Plan” (en The New Republic, 1940) y cartas como “Una
carta abierta al presidente Roosevelt” (Sunday de Londres, 1933), Keynes no
fue un filántropo ni un humanista, sino un activo militante en favor del salvataje
del sistema capitalista. Haciendo una analogía, en cierto modo podría decirse
que Keynes, cuyo legado económico está guiado por una fuerte visión
histórica, al descubrir los límites a los que se enfrentaba el capital al comienzo
de su época de decadencia, al identificar que las leyes del capital ya no
operaban de manera semi-automática como lo habían hecho hasta las últimas
dos décadas del siglo XIX, fue a los inicios de la crítica época del capitalismo
imperialista algo así como lo que los representantes de la economía política
clásica habían sido a la floreciente época del capitalismo de libre competencia.
Si la economía política clásica había llegado a enunciar de modo más o
menos claro que el plusvalor es la parte del producto del trabajo por el cual el
apropiador no ha pagado equivalente alguno deteniéndose frente a esa aseveración
por estar, como señalaba Marx, “envuelta en su piel burguesa”; si la
economía política clásica “tropieza casi con la verdadera relación de las cosas,
pero no la formula concientemente […]”2 y se detiene abruptamente ante
los primeros resultados de su descubrimiento abriendo paso a la economía
vulgar, Keynes se encontró frente a un cuerpo oficial de la teoría económica
que ya se había alejado mucho de esa verdad3 y a ciencia cierta, no lo criticó
por su mediocre contenido, por su escaso carácter científico, ni por su operación
naturalizadora del capital, sino por su falta de “actualidad”. O, dicho
DEBATE MARXISTA | A propósito de Keynes... 133
4 Toni Negri, “John M. Keynes y la teoría capitalista del Estado en el ‘29", en Crisis de la
política, Bs. As., El cielo por asalto, 2002, p. 23.
5 Ver trabajos mencionados de A. Kicillof y R. Astarita.
6 Axel Kicillof, Fundamentos de la Teoría General, Las consecuencias teóricas de Lord Keynes, Bs.
As., Eudeba, 2007, p. 49.
7 Ídem.
8 Ibídem, p. 50.
9 John M. Keynes, “¿Soy un liberal?”, citado por Axel Kicillof, op. cit., p. 50.
de otro modo, por su falta de eficacia en un contexto en el que todas las leyes
clásicas del capital parecían puestas de cabeza. En las convulsivas décadas del
‘20 y del ‘30, puesto frente a un sistema amenazado tanto por los síntomas de
agotamiento de sus propias leyes como por la revolución y la guerra, y temeroso
por el pellejo de su clase, Keynes transformó la necesidad en virtud. Toni
Negri acertadamente señala que “cada vez que su crítica llega al límite de la
negación, es paralizado por una filosofía que impide cualquier paso ulterior.
Sólo el esquema formal, la reconstrucción del equilibrio le satisface, prisionero
como está, una vez que ya había renunciado a las más vulgares
mistificaciones, del arcano horizonte del fetichismo de la mercancía”4.
Como se apunta en los distintos estudios sobre su obra5, historizando al capitalismo
a través de tres fases, la de la escasez, la de la abundancia y la de la estabilidad,
Keynes consideró que en el siglo XIX, la segunda de estas fases había culminado
“gloriosamente con las victorias del laissez faire y del liberalismo histórico”6 pero
que “a principios del siglo XX, la era de la abundancia choca con sus propios
límites. Se inaugura entonces una tercera época, llamada por Keynes […] ‘período
de la estabilidad’”7. El período de entreguerras representaba “una etapa inestable,
característica del período de transición entre la era de la abundancia y la de la
estabilidad”8. En una conferencia en Cambridge en el año 1925, proclama que no
hay lugar “para aquellos cuyos corazones están en el individualismo pasado y el
laissez faire integral; aunque estos contribuyeron en gran medida al éxito del siglo
XIX. Digo esto no porque crea que estas doctrinas fueran erróneas en las condiciones
en las que nacieron […] sino porque han dejado de ser aplicables en las condiciones
modernas”9. Ubicándose desde el ángulo del Estado capitalista, es decir, por
encima de los miembros individuales de su clase, Keynes intentó transformar en
programa de la burguesía una serie de medidas que tras descubrir la necesidad
histórica de superar la propiedad privada de los medios de producción, perseguían
resguardarla. Su “estatismo”, su visión de la necesidad del rol inversionista del
Estado, su retórica sobre la “eutanasia del rentista”, el proteccionismo, sus intentos
de elevar a un grado conciente la socialización parcial de la producción –manteniendo
su carácter privado– operada ya por los oligopolios, en última instancia, lo
emparentan con otra “variante” que en su época respondió también a la mencionada
necesidad histórica. Esa otra variante se llamó fascismo, con el que Keynes,
representante como era de las naciones de la democracia liberal como Estados Unidos
o Inglaterra, no comulgaba, pero al que temía mucho menos que a la amenaza
de revolución proletaria y al poder del movimiento obrero.
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KEYNES, LENIN, TROTSKY Y EL EQUILIBRIO CAPITALISTA
Si se somete a un proceso
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