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Ruta De Los 12 Franciscanos


Enviado por   •  25 de Mayo de 2014  •  3.204 Palabras (13 Páginas)  •  506 Visitas

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Nombre de los 12 Apóstoles Franciscanos

Los Doce apóstoles, eran conducidos por fray Martín de Valencia, quienes lo acompañaban eran: Francisco de Soto, Martín de Jesús (o de la Coruña), Juan Suárez, Antonio de Ciudad Rodrigo, Toribio de Benavente (Motolinía), García de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Ribas, Francisco Jiménez, y los frailes legos Andrés de Córdoba y Juan de Palos.

Fray Martín de Valencia

Importante misionero franciscano de origen español, personalidad clave dentro de la historia de la conquista y evangelización de la Nueva España, especialmente en México, fue el líder de los Doce apóstoles de México que emprendieron el viaje hacia México-Tenochtitlan con la única y firme intención de llevar el cristianismo al nuevo mundo. Una de las máximas autoridades religiosas iniciales que hicieron arribo dentro del mundo indígena, la sencillez, la piedad, la humildad, la sobrada inteligencia y conocimiento fueron sus principales rasgos. A través de ello consiguió ganar el afecto y admiración del pueblo indígena por quienes tuvo un especial aprecio, y a quienes les legó importantes obras materiales y espirituales. Considerado por muchos como el auténtico fundador de la Iglesia Católica en México.

La ruta de los 12 Franciscanos

Al parecer, fray Martin de Valencia, en fecha temprana supo que en la provincia de la Piedad, que es en el reino de Portugal, vivía entonces fray Juan de Guadalupe, y consiguió pasar allí desde el convento de Mayorga, no sin cierta resistencia de los religiosos que allí moraban. Después de algún tiempo con los guadalupanos, se pasó a la provincia de San Gabriel, que aún era custodia, escribe Jiménez, lo cual significa que fue antes de 1519. Fray Martín trabajó mucho para que la custodia fuese elevada a provincia, para lo cual tuvo incluso que viajar a Roma. Por este tiempo, la provincia de Santiago, con el fin de atraerlo de nuevo a su seno, le permitió morar en un retiro cerca de Belvís, donde edificó el monasterio de Nuestra Señora del Berrocal y moró algunos años, dando tan buen ejemplo y doctrina, así en aquella villa de Belvís como en toda aquella comarca, que le tenían por un apóstol y todos lo amaban y obedecían como a su padre. Desde allí hizo una visita a la famosa beata del Barco de Ávila, quien le dijo: que no era la voluntad de Dios que procurase la ida [a misionar entre infieles], porque venida la hora Dios le llamaría. Era hombre de hondas preocupaciones espirituales, con tendencia predominante al retiro y al ascetismo. En una ocasión, quiso cambiar la vida franciscana por la de cartujo, pero dirigiéndose ya a un monasterio de esta orden le sobrevino tan recio dolor en un pie, que le fue imposible continuar el camino, accidente que le hizo pensar que no era aquella resolución según la voluntad de Dios. En aparente contradicción, perseveró, sin embargo, en el deseo de consagrarse a las misiones de infieles.

Fray Martín, oriundo de la ciudad española de Valencia de Don Juan (en la provincia de León), fue elegido para predicar el Evangelio en la Nueva España junto con sus otros once compañeros de su Orden franciscana. Por el número de sus miembros, aquella comitiva se llamó Misión de los Doce Apóstoles.

Fue entonces cuando en 1524, los Doce apóstoles franciscanos partieron desde el puerto Español San Lúcar de Barrameda, el 25 de enero, alcanzaron Puerto Rico en veintisiete días de navegación, se detuvieron seis semanas en Santo Domingo, y llegaron al puerto de San Juan de Ulúa, junto a Veracruz, puerta de México el 13 de Mayo de 1524.

Inicios de la Evangelizacion

En 1525, los primeros doce franciscanos edificaron un convento en el Huejotzingo original.

En los de 1528 y 1529 estuvo al frente del convento de Tlaxcala y se dedicó intensamente al apostolado, incluso catequizando niños, como lo había hecho también en la ciudad de México y su contorno. Casi al fin de su vida, quiso emprender otra misión a tierras lejanas del Pacífico, pero volvió a la vida eremítica en el monte de Amecameca, aunque no del todo. Se retiró al convento de Tlalmanalco, al parecer, uno de sus predilectos en todo tiempo, y allí siguió trabajando en la doctrina de los indios, especialmente en su ejercicio de enseñar niños.

Fue en 1529 que el convento de la ciudad de Huejotzingo original, fue trasladado a su posición actual, resultando en su destrucción y en la construcción de un segundo, que tampoco sobrevivió.

En el tercer convento que edificaron, es donde se encuentra la pintura, esta fue realizada al fresco y contiene a los primeros doce franciscanos en cuclillas frente a una cruz, considerados a estos los padres de la iglesia franciscana en México.

Desde el inicio, los franciscanos llamaron la atención de los indios por su forma pobre y humilde de vivir. Los veían muy diferentes de los conquistadores. Según cuenta el padre Salvador Escalante en su libro Fray Martín de Valencia, los frailes cubrían sus cuerpos con sayales burdos, cortos y rotos. Dormían sobre una estera con un manojo de yerbas secas por cabecera, tapándose con unos mantos raídos. Su comida era siempre racionada y escasa. Se los veía andar descalzos largas distancias, sonrientes, alegres, modestos en el mirar y hablar, serviciales y desinteresados.

Lo primero era aprender la lengua, pues sin esto apenas era posible la educación y la evangelización de los indios. Y en esto los mismos niños les ayudaron mucho a los frailes, pues éstos, dejando a ratos la gravedad de sus personas, se ponían a jugar con ellos con pajuelas o pedrezuelas el rato que les daban de huelga, para quitarles el empacho con la comunicación, y siempre tenían a mano un papel para ir anotando las palabras aprendidas.

Al fin del día, los religiosos se comunicaban sus anotaciones, y así fueron formando un vocabulario, y aprendiendo a expresarse mal o bien.

Un niño, Alfonsito, hijo de una viuda española, que tratando con otros niños indios había aprendido muy bien la lengua de éstos, ayudó especialmente a los frailes. Vino a ser después fray Alonso de Molina. De este modo, el Señor quiso que los primeros evangelizadores de estos indios aprendiesen a volverse como al estado de niños, para darnos a entender que los ministros del Evangelio que han de tratar con ellos.

A medida que aprendían las lenguas indígenas, con tanta rapidez como trabajo, se iba potenciando la acción evangelizadora. Pero después que comenzaron a hablar la lengua predicaban muy a menudo los domingos y fiestas, y muchas veces entre semana, y en un día iban y andaban muchas parroquias y pueblos. Buscaron

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