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Sergio Almaraz Paz

16 de Noviembre de 2012

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Sergio Almaraz Paz

El hombre y su obra

Roberto Vila De Prado

La Bolivia de los años treinta era una sociedad articulada sobre la base de estructuras atrasadas en los planos económico, social y político La mayor parte de la población estaba constituida por indígenas que trabajaban como colonos en las haciendas o en las comunidades "libres"; practicando una agricultura de subsistencia. La clase dominante estaba compuesta por hacendados, mineros, grandes comerciantes, unos pocos industriales y algunos profesionales. Se trata de una elite formada por personas educadas en las mismas escuelas, miembros de las mismas organizaciones sociales y ligados por lazos de parentesco; poseían además el control de los altos puestos de la administración pública (Klein 194).Secundando a esta elite, había una clase media urbana servicial formada por profesionales, comerciantes y artesanos, habilitados para votar, que ocupaban las posiciones subalternas. Hacia 1932, bajo el impacto de la Guerra del Chaco, comienza a manifestarse la divergencia de intereses entre ambos estratos, y se inicia un lento proceso de deslegitimación del sistema. Los sectores medios comparan con disgusto a su sociedad con las de los países más avanzados y perciben con claridad que están en medio de una situación donde la falta de movilidad social les impide desarrollar una carrera aceptable (Klein 193, Malloy 89).

Es en esta época cuando en Cochabamba nace Sergio Almaraz (hijo de un profesor de química) que habría de tener gran repercusión como político y ensayista. Cochabamba era una región cuya economía latifundista se basaba en la agricultura cerealera y en la elaboración de la chicha. La suerte de los sectores medio urbanos, como en otros departamentos del país, dependía de la posibilidad de acceder a la muy inflada administración pública. El estudio de las leyes era considerado el principal canal de ascenso en la época. Sin embargo, cuando consiguió ingresar a la facultad de derecho un número considerable de "cholos", la profesión de abogado comenzó a perder prestigio social (Malloy 453-54).

1. El político

Cuando Almaraz concluyó los estudios secundarios (al igual que tantos jóvenes que carecían de tierras, dinero o vinculaciones familiares) se inscribió en la facultad de derecho. Para tener una idea del espíritu que reinaba en el ambiente estudiantil, basta con leer los severos trazos con que el ensayista boliviano Carlos Medinaceli pinta a la universidad de su tiempo, cuando afirma que no se salía de ella con la capacidad creativa necesaria para lograr una posición económica independiente que garantizara la libertad de expresión. Por el contrario, el joven graduado - víctima de una acción que anulaba toda vocación auténtica- se veía obligado a ponerse al servicio incondicional de los caciques de la política (Medinaceli 379). La política era la única salida para los jóvenes ambiciosos de las clases medias (Malloy 88).

Almaraz organizó con otros estudiantes un grupo donde se debatían temas tan diversos como la existencia de Dios, la muerte y el sexo. Estas actividades contaban con el apoyo de Doña Angélica Ascui, quien prestaba su casa y su biblioteca para las reuniones. Estos grupos, clubes y cafés constituyen espacios discursivos, según Habermas, cuya importancia radica en que dan origen a corrientes de opinión que luego emergen en la esfera pública. Recordemos a la Bohemia Trujillana (Klaren 108), en los orígenes del APRA peruano, con la diferencia de que los miembros de esta última estaban más en contacto con las novedades que se producían en Europa. En Bolivia, estos pequeños círculos siempre desarrollaron actividades interesantes e intensas. Podemos mencionar a los periodistas que asistían a las charlas de Franz Tamayo en la redacción del periódico El Hombre Libre (Marof 162), a las reuniones de los redactores del diario La Calle (Knudson 111-119) y hasta a los artesanos anarquistas que participaban activamente en grupos de lectura, para profundizar el conocimiento de su doctrina e intercambiar las publicaciones que con gran esfuerzo podían conseguir (Lelhm 207).

El grupo de Almaraz fue la base del Centro de Estudios Sociales Libertad, más tarde sus miembros se afiliaron al Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR) y trabajaron simultáneamente en ambas organizaciones hasta la desaparición del Centro, a raíz de la muerte de la Señora Ascui, su benefactora.

Los principales dirigentes del PIR mantenían relaciones con el Partido Comunista chileno. Por esa circunstancia Almaraz fue enviado a la escuela de cuadros de este partido, y a su regreso dictó clases sobre la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética, poniendo de relieve sus sobresalientes dotes de teórico y doctrinario (Taboada 141). Con esta escuela, y con el periódico Orientación, contribuye a la creación de una corriente revolucionaria en el seno del PIR. Finalmente, en 1950, al ver que el Partido se alejaba cada vez más de los obreros y de los campesinos, enfrenta a los dirigentes en un célebre debate y funda posteriormente con otros jóvenes el Partido Comunista de Bolivia (PCB). A partir de ese momento comienza su lucha en dos frentes, contra la elite en el poder y contra la burocracia de su propio partido.

Su condición de militante le permite asistir a algunos de los tantos festivales y congresos que las organizaciones internacionales realizaban en Europa. Allí puede conocer a Pablo Neruda, Jorge Amado, Ilia Eremburg y otros escritores a los que admiraba.

En 1952, la insurrección de las masas acaudilladas por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) dio impulso a un torbellino que arrastró también al PCB; tendencia que no habría de mantenerse, al ser este último una y otra vez subordinado a la estrategia internacional de la URSS. Esta y otras causas hacen que en 1956, Almaraz presente su renuncia al Partido por considerar que su permanencia en él, "no convenía a ninguna de las partes". A pesar de haber renunciado, es posteriormente "expulsado" y acusado de revisionismo pequeño-burgués. Hay un documento donde es atacado con el discurso típico de la burocracia estalinista, cuyo chaleco de fuerza estaba sofocando a tan inquieto militante:

"Almaraz, cuya podredumbre ideológica buscó hacer extensiva a las filas partidarias, encubriendo, de modo cobarde sus pretensiones, con el manto de la discrepancia política, táctica o ideológica de su "neo-humanismo" en el fondo revisionista." (PCB en Lora 235)

Es que Almaraz —explica Zavaleta— prefería leer a Camus antes que a los teóricos soviéticos como Konstantinov (Zavaleta 162). Más tarde confesaría a uno de sus amigos: "yo no sirvo para militante" (Taboada 151). Sin embargo, en 1967 funda, con un grupo de correligionarios, la Coordinación de la Resistencia Nacionalista (última organización política a la que perteneció) para oponerse al gobierno militar y defender la nacionalización de los recursos naturales del país.

El alejamiento del Partido Comunista le permite aproximarse ideológicamente al nacionalismo y, al mismo tiempo, dedicarse al estudio de temas apremiantes como el petróleo y el estaño.

2. El intelectual comprometido

En un discurso en homenaje a Almaraz, Marcelo Quiroga Santa Cruz se preguntaba acerca del papel del escritor en una sociedad en crisis (Quiroga 130). Sergio Almaraz, le hubiera respondido que el intelectual es un testigo y un vocero de su tiempo, y que "no importa desde qué ángulo ideológico se pronuncie el escritor. Lo importante es que diga su verdad con lealtad absoluta" (Almaraz, Para abrir 135).

Al respecto, Gramsci afirma que el intelectual comprometido con las clases subalternas debe ir más allá de la defensa de los principios teóricos, es necesario que se sumerja en la vida práctica y que participe en la lucha diaria (Piñón, Gramsci 252). Octavio Paz, en cambio, cree que es imposible comprometerse con un proyecto político y, al mismo tiempo, mantenerse en la perspectiva psicológica que requiere el análisis sereno de los fenómenos humanos (en Piñón "Intelectuales"). Sin embargo, en Almaraz encontramos ambas facetas: el teórico y el político. Es que, como sostiene Mounier, los grandes hombres de acción se mueven entre ambos polos, aunque "por lo común el temperamento político que vive del arreglo y el compromiso, y el temperamento profético que vive en la meditación y la audacia, no coexisten en el mismo hombre" (Mounier 53).

El intelectual, según Octavio Paz, ama a las ideas por encima de todas las cosas, y las ama en sus formas más perfectas, por eso intenta "implantar sus hermosas geometrías" olvidando que la realidad es "irregular y rebelde". Los documentos y testimonios a los que hemos podido acceder nos permiten afirma que Almaraz no adoptó nunca semejante postura. Un apasionado lector de los existencialistas no podía ignorar que lo absoluto no es de este mundo; y que, por lo tanto, no es bueno que el hombre espere a que existan causas perfectas y medios irreprochables para decidirse a actuar.

"La experiencia boliviana desemboca en el punto más ardiente del debate sobre la revolución en nuestro tiempo. Los bolivianos hicieron la suya y su instrumento fue el MNR. La observación de que habría sido preferible otro tipo de revolución es pueril porque la historia no es un escaparate. La revolución fue ésta y no otra, sin margen de elección"(Almaraz Requiem 19)

Octavio Paz afirma que los intelectuales no vacilan en sacrificar a los hombres en aras de las ideas, al contrario de lo que haría un político piadoso:

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