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Surgimiento de las Estancias Correntina.


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2016  •  Documentos de Investigación  •  2.798 Palabras (12 Páginas)  •  196 Visitas

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CAPITULO I: “La Estancia Atalaya”

Surgimiento de las  Estancias Correntina

Las leyes de india en relación a la fundación de ciudades, establecía que desde el mismo acto de dar origen y demarcación del sitio, el destino de diferentes áreas para su uso específico tales como el prado de la ciudad con el trazado cuadricula, sector para el pastoreo para el ganado y funciones anexas. Al resto de la nueva jurisdicción se la dividía en cuatros secciones, de las cuales tres debían ser otorgada a merced para actividades de labor, y el cuarto sector estaba destinados al fundador o adelantado.

El ganado vacuno y bovino  traído por Hernandarias  desde de Asunción le correspondía al fundador Don Alonso de Vera, pero, debido al alejamiento de esta ciudad, el ganado se hallaba libre en la campaña. Esta situación motivo la explotación por parte de los vecinos sobre esta hacienda, si bien los herederos de Vera conservaron la propiedad del origen inicial, otorgando la venta o autorizando a vaquear sobre ello hasta fines del siglo XVI.

La provincia de Corrientes por sus condiciones naturales y los procesos de ingresos del ganado ya detallado, se caracterizó desde el periodo colonial por la intensa actividad pecuaria. Un aspecto fundamental para ello ha sido la gran navegabilidad del Rio Paraná que permitió la formación de puntos de acceso de embarcos/desembarcos a lo largo de todo su recorrido.

 La existencia del ganado era vital para el progreso de la época, al menos en dos aspectos fundamentales, uno, demanda del mercado externo de provisión de cuero, así como de caballo y mula o bueyes de carga, que permitían el tránsito por las vías terrestre. Y otro, demanda en el consumo interno por la multiplicidad de usos en las más variadas actividades. El cuero se utilizaba para la confección de zapatos, accesorios de vestimentas, muebles como sillas y catres; utensilios de cocina  y de trabajo, aperos y sogas; capachos o baldes y cuerda o tienda para la construcción de entramados de paredes y techos. Otro tanto significaba para la alimentación; leche, queso, charques y aun el sebo que era requerido para las lámparas y velas.

A partir de esto la economía de carácter primario se desarrollaba positivamente constituyendo las estancias y sus haciendas un alto valor rentable.

Desde mediados del siglo XVIII se afirmó en Corrientes la estancia como unidad productora de la ganadería, dejando atrás definitivamente al primitivo y ya exhausto régimen de las vaquerías.

Las tierras incorporadas en este período  contribuyeron de modo positivo a la expansión y al aumento de animales vacunos. Por otra parte, la real cédula de 1778 de comercio libre y la posibilidad de exportar cueros por el Puerto de Buenos Aires permitieron consolidar la importancia económica que había alcanzado la ganadería.

A diferencia de la explotación del ganado vacuno cimarrón que atentaba en contra de la preservación del propio recurso, coexistió aún en forma rudimentaria, el rodeo de cría con una reproducción anual por cada vaca, a partir de la concentración del ganado manso. Se constituyó la ganancia comercial a través del envió de ganado en pie a Buenos Aires y Santa Fe o al Paraguay a través del paso por Itati, comercialización que se efectuaba para la permuta por yerba, tabaco, azúcar y lienzo.  

 La formación de estas primeras estancias en una jurisdicción tan amplia y con tan pocos habitantes permitió el afianzamiento y domino dentro de la administración del Cabildo de Corrientes, en un territorio que hasta el siglo XVIII eran baldíos asolados por diferentes grupos de tribus y parcialidades que habitaban el territorio o cruzaban desde las márgenes opuestas de los Ríos Paraná y Uruguay.

Por dicha razón la explotación económica de la campaña o área rural con ocupación  y distribución de tierras, fue vital para la dominación defensa del territorio de la colonia de españoles, disputando entre indígenas y extranjeros, como por ejemplos los bandeirantes lusitanos desde la colonia portuguesa, así como la reducciones o pueblos de indios administrados por los jesuitas.

Las tierras incorporadas eran aptas para el desarrollo de la cría de ganado. El Paiubre constituye una planicie levemente ondulada y abierta, sin lagunas ni bajos, con buen drenaje y regada por gran cantidad de arroyos. Estos, a su vez, forman rinconadas, en donde es más fácil mantener los rebaños sin que se dispersen.

Pastizales bajos se alternan con zonas de pastos altos y cubren toda su extensión cortada de tanto en tanto por montes de ñandubay, grupos de algarrobos y espinillos. Estos árboles constituyeron un auxilio indispensable para la edificación de los ranchos, los corrales y la provisión de leña para las estancias.

La cría y reproducción de forma extensiva en espacios cerrados, controlados, condujo a la delimitación de esos espacios –estancias- como propiedades privadas que corría por cuenta de los estancieros y la marcación o identificación de los animales.

 La falta de recursos técnicos, propio de la época, para la definición y administración de los campos llevo a resolver con mínimas instalaciones primitivamente de control y resguardo sin residencias permanentes. Las dimensiones de las estancias fueron variando en el tiempo en gran parte por falta de conocimientos y manejo de las escalas del territorio administrado. La cartografía que se conocía en el siglo XVII y XVIII era escasa y fueron los jesuitas quienes más avanzaron en relación al reconocimiento y representación a través de mapas y documentación del territorio, utilizados como título de propiedad.

Dada la complejidad del tema y la falta de documentación específica sobre las estancias, resulta difícil precisar todos sus rasgos así como su funcionamiento. A pesar de ello, se pueden inferir algunos datos respecto de su ubicación geográfica,  dimensión de los rodeos y equipamiento, que contribuyen a mostrar con más claridad los perfiles de estos establecimientos ganaderos.

La estancia correntina no era diferente en lo fundamental de la rioplatense pero, en un principio, sus dimensiones y características la ubican más cerca de las estancias paraguayas con las cuales estuvo siempre vinculada. Ello fue así hasta que la expansión hacia el Sur le permitió un desarrollo más amplio y un mercado en constante crecimiento.

Ante la ineficacia de los tapiales, surgieron los rincones a manera de límites naturales, formado por accidentes en los cursos de aguas en las innumerables vertientes de ríos, arroyos y lagunas. Las primeras o más antiguas, estaban próximas a la ciudad de Vera de la Siete Corrientes, en parajes actualmente propios de los departamentos de Lomas, Ensenadas, Itati y Garabata y fueron de dimensiones menores con referencia a grandes extensiones que se demarcarían en forma posterior. Con el afianzamiento y la expansión del territorio hasta los Ríos Santa Lucia y Corrientes se definen estancias de mayor extensión; Garzas y Lagunas Saladas (1665), Empedrado (1700), San Lorenzo (1707), Ambrosio (1709), y Caa Cati (1713) quedando por último, una tercera área de crecimiento que llega al Piubre, Curuzu Cuatia y sur de la provincia.

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