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TEORIA LENINISTA SOBRE EL IMPERIALISMO

cute334 de Noviembre de 2014

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LA TEORÍA LENINISTA SOBRE EL IMPERIALISMO MANTIENE

TODA SU ACTUALIDAD

En las condiciones presentes, cuando, so pretexto de que las situaciones han cambiado, la causa de la revolución y la liberación de los pueblos es blanco de los ataques de los revisionistas jruschovistas, titistas, «eurocomunistas», chinos y las demás corrientes antimarxistas, adquiere una importancia de primer orden el profundizar en el estudio de las obras de Lenin sobre el imperialismo.

Debemos volver de nuevo a estas obras, y estudiar profundamente y con suma meticulosidad en particular la genial obra de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo. Al estudiar con atención esta obra, veremos asimismo cómo los revisionistas, y entre estos también los dirigentes chinos, desnaturalizan el pensamiento leninista sobre el imperialismo, cómo entienden los objetivos, la estrategia y las tácticas de éste. Sus escritos, declaraciones, posiciones y actos demuestran que consideran de forma muy errónea la naturaleza del imperialismo, la ven desde posiciones contrarrevolucionarias y antimarxistas, tal como hacían todos los partidos de la II Internacional y sus ideólogos, Kautsky y compañía, que han sido desenmascarados sin compasión por Lenin.

Si estudiamos atentamente esta obra de Lenin y nos atenemos con fidelidad a su análisis y conclusiones geniales, veremos que el imperialismo en nuestros días conserva en su totalidad los mismos rasgos característicos definidos por Lenin, veremos que la definición leninista de nuestra época, como la época del imperialismo y de las revoluciones proletarias, permanece inmutable, veremos que el triunfo de la revolución es inevitable.

Como es sabido, Lenin comienza su análisis del imperialismo con la concentración de la producción, del capital y con los monopolios. Los fenómenos de la concentración y centralización de la producción y del capital también hoy en día solo pueden ser analizados correcta y científicamente basándose en el análisis leninista del imperialismo.

Un rasgo característico del capitalismo actual es la concentración cada vez mayor de la producción y del capital, que ha llevado a la unión de las pequeñas empresas con las empresas poderosas, o a la absorción de aquellas por estas. Asimismo esto ha traído como consecuencia el agrupamiento masivo de la fuerza de trabajo en grandes trusts y consorcios. Además estas empresas han concentrado en sus manos enormes capacidades productivas, fuentes energéticas y de materias primas en proporciones incalculables. En la actualidad, en las grandes empresas capitalistas se explota también la energía nuclear y la tecnología más reciente, que pertenecen exclusivamente a dichas empresas.

Estos gigantescos organismos tienen un carácter nacional e internacional. En el interior del país han destruido la mayoría de los pequeños patronos e industriales, mientras que en el plano internacional se han erigido en consorcios colosales, que abarcan ramas enteras de la industria, la agricultura, la construcción, el transporte, etc., de muchos países. Dondequiera que los consorcios hayan clavado sus garras y que un puñado de capitalistas multimillonarios haya realizado la concentración de la producción, se amplía y profundiza la tendencia a eliminar a los pequeños patronos e industriales. Este camino ha conducido al ulterior fortalecimiento de los monopolios.

«Esta transformación de la competencia en monopolio -ha dicho Lenin- constituye uno de los fenómenos más importantes -por no decir el más importante- de la economía del capitalismo contemporáneo... »[5]

Al hablar sobre este rasgo del imperialismo, añadía que

«...la aparición del monopolio, al concentrarse la producción, es en general una ley universal y fundamental de la presente fase del desarrollo del capitalismo».[6]

El desarrollo del capitalismo en las condiciones actuales confirma enteramente la conclusión de Lenin arriba mencionada. En nuestros días los monopolios son el fenómeno más típico y más corriente, que determina la fisonomía del imperialismo, su esencia económica. En los países imperialistas, como los Estados Unidos de América, la República Federal de Alemania, Inglaterra, Japón, Francia, etc., la concentración de la producción ha adquirido proporciones inusitadas.

Así, por ejemplo, en 1976, en las 500 corporaciones norteamericanas más grandes, trabajaban casi 17 millones de personas, que representaban más del 20 por ciento de la mano de obra ocupada. A ellas correspondía el 66 por ciento de las mercancías vendidas. En la época en la que Lenin escribió su obra: El imperialismo, fase superior del capitalismo, en el mundo capitalista sólo existían una gran compañía norteamericana, la «United States Steel Corporation», cuyo capital activo ascendía a más de mil millones de dólares, mientras que en 1976 el número de sociedades multimillonarias era alrededor de 350. El trust automovilístico «General Motors Corporation», este súper monopolio, en 1975 disponía de un capital global superior a los 22.000 millones de dólares y explotaba a un ejército de 800.000 obreros. A éste le sigue el monopolio «Standard Oil of New Jersey», que domina la industria petrolera de los Estados Unidos de América y de los demás países y explota a más de 700.000 obreros. En la industria automovilística existen tres grandes monopolios que venden más del 90 por ciento de la producción de dicha rama; en las industrias aeronáutica y siderúrgica cuatro compañías gigantescas dan, respectivamente, el 65 y el 47 por ciento de la producción.

Un proceso similar ha tenido y tiene lugar también en los otros países imperialistas. En la República Federal de Alemania, el 13 por ciento del total de las empresas han concentrado en sus manos alrededor del 50 por ciento de la producción y el 40 por ciento de la fuerza laboral del país. En Inglaterra dominan 50 grandes monopolios. La corporación británica del acero proporciona más del 90 por ciento de la producción del país. En Francia las tres cuartas partes de esta producción están concentradas en las manos de dos sociedades; cuatro monopolios poseen toda la producción de automóviles y otros cuatro toda la producción de los derivados del petróleo. En el Japón, diez grandes campañas siderúrgicas producen todo el hierro colado y más de las tres cuartas partes del acero, mientras que en la metalurgia no ferrosa actúan ocho compañías. Y lo mismo sucede en las demás ramas y sectores.[7]

Las pequeñas y medianas empresas, que subsisten en estos países; dependen directamente de los monopolios. Reciben encargos de estos monopolios y trabajan para ellos, reciben créditos y materias primas, tecnología; etc. Prácticamente se han convertido en sus apéndices.

Hoy la concentración y la centralización de la producción y del capital, creando monopolios gigantescos que no cuentan con una unidad tecnológica, están muy propagadas. En el interior de estos gigantescos monopolios «conglomerados», actúan empresas y ramas enteras dedicadas a la producción industrial, la construcción, el transporte, el comercio, los servicios, la infraestructura, etc., que producen desde juguetes para niños hasta misiles intercontinentales.

La potencia económica de los monopolios y la creciente concentración del capital, hacen que las «pequeñas criaturas», es decir, las empresas no monopolizadas, típicas del pasado, no sean las únicas víctimas de la lucha competitiva, sino también las grandes empresas y grupos financieros. Debido a la desenfrenada sed de los monopolios de obtener elevados beneficios y a la exacerbación al máximo de la competencia, este proceso, a lo largo de los últimos dos decenios, ha adquirido proporciones colosales. Actualmente las fusiones y las absorciones en el mundo capitalista son de 7 a 10 veces mayores que en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial.

La fusión y la unión de las empresas industriales, comerciales, agrícolas y bancarias, han llevado a crear las nuevas formas de los monopolios, los grandes complejos industrial-comerciales, o industrialagrarios, formas que son aplicadas ampliamente no sólo en los países capitalistas de Occidente, sino también en la Unión Soviética, Checoslovaquia, Yugoslavia y otros países revisionistas. En el pasado las uniones monopolistas realizaban el transporte y la venta de mercancías con la ayuda de otras firmas independientes; hoy los monopolios tienen en su poder tanto la producción, como el transporte y el mercado.

Los monopolios no sólo intentan evitar la competencia entre las empresas que engloban, sino que además han echado la zarpa con el propósito de monopolizar

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