Teorias De La Interculturalidad
gzavaleta27 de Febrero de 2013
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INTRODUCCIÓN.
TEORÍAS DE LA INTERCULTURALIDAD
Y FRACASOS POLÍTICOS*
Néstor García Canclini
Nos preguntamos cómo encajar en algo que parezca real, tan real como un mapa, esta madeja
de comunicaciones distantes e incertidumbres cotidianas, atracciones y desarraigos, que se
nombra como globalización. Setenta canales de televisión contratados por cable, acuerdos de
libre comercio que nuestros presidentes firman aquí y allá, migrantes y turistas cada vez más
multiculturales que llegan a esta ciudad, millones de argentinos, colombianos, ecuatorianos y
mexicanos que ahora viven en los Estados Unidos o Europa, programas de información, virus
multilingües y publicidades no pedidas que aparecen en el ordenador: dónde encontrar la
teoría que organice las nuevas diversidades.
Estudiar las diferencias y preocuparse por lo que nos homogeneiza ha sido una
tendencia distintiva de los antropólogos. Los sociólogos acostumbran detenerse a observar los
movimientos que nos igualan y los que aumentan la disparidad. Los especialistas en
comunicación suelen pensar las diferencias y desigualdades en términos de inclusión y
exclusión. De acuerdo con el énfasis de cada disciplina, los procesos culturales son leídos con
claves distintas.
Para las antropologías de la diferencia, cultura es pertenencia comunitaria y contraste
con los otros. Para algunas teorías sociológicas de la desigualdad, la cultura es algo que se
adquiere formando parte de las élites o adhiriendo a su pensamiento y sus gustos; las
diferencias culturales procederían de la apropiación desigual de los recursos económicos y
educativos. Los estudios comunicacionales consideran, casi siempre, que tener cultura es estar
conectado. No hay un proceso evolucionista de sustitución de unas teorías por otras: el
problema es averiguar cómo coexisten, chocan o se ignoran la cultura comunitaria, la cultura
cuino distinción y la cultura.com.
Es un asunto teórico y es un dilema clave en las políticas sociales y culturales. No solo
cómo reconocer las diferencias, cómo corregir las desigualdades y cómo conectar a las
mayorías a las redes globalizadas. Para definir cada uno de estos tres términos es necesario
pensar los modos en que se complementan y se desencuentran. Ninguna de estas cuestiones
tiene el formato de hace 30 años. Cambiaron desde que la globalización tecnológica
interconecta simultáneamente casi todo el planeta y crea nuevas diferencias y desigualdades.
* Tomado de Diferentes, desiguales y desconectados, Mapas de la interculturalidad, Gedisa, Barcelona, 2006, pp. 13-26.
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Las transformaciones recientes hacen tambalear las arquitecturas de la multiculturalidad. Los
Estados y las legislaciones nacionales, las políticas educativas y de comunicación que
ordenaban la coexistencia de grupos en territorios acotados son insuficientes ante la expansión
de mezclas interculturales. Los intercambios económicos y mediáticos globales, así como los
desplazamientos de muchedumbres, acercan zonas del mundo poco o mal preparadas para
encontrarse. Resultados: ciudades donde se hab1n más de 50 lenguas, tráfico ilegal entre
países, circuitos de comercio trabados porque el norte se atrinchera en aduanas agrícolas y
culturales, mientras el sur es despojado. Las consecuencias más trágicas: guerras
«preventivas» entre países, dentro de cada nación, y aun en el interior de las megaciudades. Se
militarizan las fronteras y los aeropuertos, los medios de comunicación y los barrios.
Parecen agotarse los modelos de una época en que creíamos que cada nación podía
combinar sus muchas culturas, más las que iban llegando, en un solo «caldero», ser un «crisol
de razas», como declaran constituciones y discursos. Se está acabando la distribución estricta
de etnias y migrantes en regiones geográficas, de barrios prósperos y desposeídos, que nunca
fue enteramente pacífica pero era más fácil de gobernar si los diferentes estaban alejados.
Todos —patrones y trabajadores, nacionalistas y recién llegados, propietarios, inversores y
turistas— estamos confrontándonos diariamente con una interculturalidad de pocos límites, a
menudo agresiva, que desborda las instituciones materiales y mentales destinadas a contenerla.
De un mundo multicultural —yuxtaposición de etnias o grupos en una ciudad o
nación— pasamos a otro intercultural globalizado. Bajo concepciones multiculturales se
admite la diversidad de culturas, subrayando su diferencia y proponiendo políticas relativistas
de respeto, que a menudo refuerzan la segregación. En cambio, interculturalidad, remite a la
confrontación y el entrelazamiento, a lo que sucede cuando los grupos entran en relaciones e
intercambios. Ambos términos implican dos modos de producción de lo social:
multiculturalidad supone aceptación de lo heterogéneo; interculturalidad implica que los
diferentes son lo que son en relaciones de negociación, conflicto y préstamos recíprocos.
A los encuentros episódicos de migrantes que iban llegando de a poco y debían
adaptarse, a las reuniones de empresarios, académicos o artistas que se veían durante una
semana para ferias, congresos o festivales, se agregan miles de fusiones precarias armadas,
sobretodo, en las escenas mediáticas. La televisión por cable y las redes de Internet hablan en
lenguas dentro de nuestra casa. En las tiendas de comida, discos y ropa «convivimos» con
bienes de varios países en un mismo día. A los mejores futbolistas argentinos, brasileños,
franceses e ingleses los encontramos en equipos de otros países. Y las decisiones sobre lo que
vamos a ver, dónde y quiénes van a jugar, implican no solo mezclas interculturales; como en
la televisión y la música, en el deporte no solo juegan Beckham, Figo, Ronaldo, Verón y
Zidane, sino las marcas de ropa y coches que los auspician, las televisoras que se pelean por
transmitir los partidos, o que ya compraron los clubes. ¿Qué es lo que mantiene creíbles las
identidades en el fútbol, las referencias nacionales y locales, cuando su composición es tan
heterogénea, diseñada como coproducción internacional y con fines mercantiles? ¿Acaso la
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aceptación de extranjeros en el deporte da claves sobre ciertas condiciones que facilitan a los
diferentes ser aceptados e integrados?
Es difícil estudiar este vértigo de con-fusiones con los instrumentos que usábamos para
conocer un mundo sin satélites ni tantas rutas interculturales. Los libros sobre estos temas, la
mayoría escritos en inglés y pensando en los formatos de multiculturalidad existentes en los
Estados Unidos, Gran Bretaña o sus ex colonias, se concentran en relaciones interétnicas o de
género, pero en el actual horizonte se entrecruzan otras conexiones nacionales e
internacionales: de niveles educativos y edades, mediáticas y urbanas.
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Este es un libro sobre teorías socioculturales fracasos sociopolíticos. Una primera
consecuencia de esta delimitación del campo de análisis es que, si bien los lectores hallarán
discusiones filosóficas, me interesa elaborarlas en relación con las actuales condiciones
sociales y mediáticas en las que se verifican los desaciertos de las políticas. Encuentro que las
polémicas entre sistemas de ideas, por ejemplo sobre universalismo y relativismo, o sobre las
ventajas del universalismo como justificación estratégica (Gadamer, Rorty o Lyotard) o como
opción ética (Rorty o Rawls) tienen el valor de situar las condiciones teóricas modernas y
posmodernas de la inconmensurabilidad, incompatibilidad e intraducibilidad de las culturas.
He preferido aquí trabajar, al modo de científicos sociales como Pierre Bourdieu y Clifford
Geertz, o filósofos como Paul Ricoeur, atentos a los obstáculos socioeconómicos, políticos y
comunicacionales que presenta a la interculturalidad la efectiva desestabilización actual de los
órdenes nacionales, étnicos, de género y generacionales operada por la nueva interdependencia
globalizada. Observa acertadamente Seyla Benhabib que el énfasis teoricista en la
«inconmensurabilidad nos distrae de las muy sutiles negociaciones epistémicas y morales que
ocurren entre culturas, dentro de las culturas, entre individuos y aun dentro de los individuos
mismos al tratar con la discrepancia, la ambigüedad, la discordancia y el conflicto» Benhabib,
2002:31).
La atención a estas ambivalentes negociaciones ha caracterizado a los estudios
socioantropológicos. Tal vez por eso la antropología puede registrar mejor, empíricamente, la
reestructuración cultural del mundo como clave del final de una época política.
Hasta hace 15 años —para tomar como fecha de condensación la caída del muro
berlinés— había una distribución del planeta en la que Oriente y Occidente parecían
hemisferios antagónicos y poco conectados. Las naciones tenían culturas más o menos
autocontenidas, con ejes ideológicos definidos y perseverantes, que regían la mayor parte de la
organización económica
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