V.I. Lenin, Qué hacer?
armes2321Práctica o problema17 de Septiembre de 2014
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V.I. Lenin, ¿Qué hacer?
Problemas Candentes de nuestro Movimiento
La obra de Lenin, estaba referida específicamente a las tareas planteadas para la Socialdemocracia rusa a comienzos del siglo XX, relacionadas en primer lugar con las dificultades para establecer al marxismo revolucionario ruso propiamente como partido. Estos problemas eran producto de la tendencia a la dispersión en la vasta superficie de ese país, del factor desorganizador que significaba la continua represión del Estado zarista y de las presiones "anti-políticas" que le imprimía a la actividad socialista el carácter puramente "económico" de la lucha de la emergente clase trabajadora.
CONTENIDO DE LA OBRA
Prefacio
En el prefacio se expone en líneas muy generales cuál será el contenido de la obra, el carácter polémico debido a que «el economismo ha resultado ser mucho más tenaz de lo que esperábamos.... y la perplejidad de los economistas ante la aplicación práctica de nuestras opiniones expuestas en Iskra revelaba claramente que, a menudo, hablamos literalmente en diversas lenguas y que, por consiguiente, no podemos llegar a un entendimiento si no es empezando ab ovo» (p. 350).
También se excusa por la demora en publicar el artículo y por la pobreza literaria de su estilo. En seguida explica por qué inicia este artículo con dos cuestiones de índole más general: «... la noción de libertad de crítica... y por qué nosotros no podemos llegar a un entendimiento ni siquiera en la cuestión fundamental del papel de los socialdemócratas respecto a la insurrección espontánea de las masas» (p. 351).
A continuación indica que también había preparado un plan para un periódico Pan Ruso, que debía expresar su concepción de la agitación política y sus ideas sobre teoría organizativa (cfr. p. 351).
I. Dogmatismo y libertad de crítica.
a) ¿Qué significa libertad de crítica?
Libertad de crítica, según Lenin, era entonces uno de los slogans más en boga por parte de los partidarios del economismo, especialmente Bernstein y Millerand, que niegan el hecho de un creciente empobrecimiento y el aumento de la proletarización, así como la intensificación de la contradicción capitalista, afirmando que la socialdemocracia debe ser un partido únicamente reformista, que, por tanto, permitiría que uno de sus miembros participara en un gabinete burgués (cfr. p. 354).
Por tanto, concluye Lenin, «libertad de crítica» significa libertad para una tendencia oportunista dentro del Partido, que quiere convertirlo en un partido democrático de reforma, y libertad para introducir ideas y elementos burgueses en el socialismo (cfr. p. 355).
b) Los nuevos defensores de la «libertad de crítica».
En este apartado, que no tiene especial interés, Lenin critica a Rabocheye Dyelo ―órgano central de la Unión de los Socialdemócratas en el extranjero― por haber defendido las ideas de Bernstein y por afirmar que esta «libertad de crítica» es necesaria para que exista una unión duradera en el seno del Partido [2].
c) La crítica en Rusia.
Ahora se expone una pequeña síntesis histórica del desarrollo del marxismo en Rusia. El primer entusiasmo ante las nuevas ideas: «Se publicaron libros marxistas..., se crearon revistas y periódicos, casi todo el mundo se convirtió al marxismo. Los marxistas fueron adulados, solicitados..., y los editores se alborozaron por la extraordinaria y sostenida venta de literatura marxista» (p. 361).
También se señalan las primeras disensiones por culpa de las ideas de Bernstein, que reducía la lucha de clases a un estrecho sindicalismo y a miserables reformas graduales (cfr. pp. 362 363), y se proponen los medios para «rescatar» a los disidentes: renovar los esfuerzos por aunar todos los trabajos teóricos, combatir activamente la crítica legal y oponerse activamente a las confusiones y dudas creadas por este movimiento (cfr. pp. 366 367).
d) Engels y la importancia de la lucha teórica.
Los partidarios de la «libertad de crítica» afirman que sin ella inevitablemente se caería en el dogmatismo, el doctrinarismo y la osificación del Partido (cfr. p. 368). Pero Lenin afirma que en todas sus publicaciones «no se dice ni una palabra acerca del trabajo teórico y de la urgente misión que nos aguarda ahora» (p. 368).
Por tanto, parece que la tan pregonada exigencia de libertad de crítica no implica la sustitución de una teoría por otra, sino libertad de toda teoría sistemática y ponderada. También implica eclecticismo y ausencia de principios (cfr. p. 369). Estas palabras de Marx deberían ser bien meditadas: «Si vosotros deseáis uniros, pactad acuerdos que satisfagan los fines prácticos del movimiento, pero no permitáis ninguna concesión de principios..., no hagáis ninguna concesión teórica» (Crítica al Programa de Gotha). Este principio, observa Lenin, es de suma importancia para los socialdemócratas rusos y hace que «el papel del combatiente de vanguardia pueda solamente ser satisfecho por un partido guiado por la teoría más avanzada» (p. 370).
A lo largo de este primer apartado ha surgido ya la afirmación de que el Partido no puede ser un mero reformador del orden social existente, su papel será destruir ese orden por todos los medios prácticos que no sean contrarios a la teoría marxista, para después reemplazarlo por la teoría y práctica marxistas.
II. La espontaneidad de las masas y la conciencia de los socialdemócratas.
No cabe duda de que la fuerza actual del movimiento radica en el despertar de las masas, mientras que su debilidad yace en la ausencia de una toma de conciencia y de iniciativa entre los líderes revolucionarios. Por esta razón, queda planteada la cuestión de la relación entre la toma de conciencia y espontaneidad: la solución de este problema reviste gran importancia (cfr. p. 374).
a) El comienzo de la insurrección espontánea.
Lenin distingue entre las huelgas de los años sesenta y setenta, a las que califica de revueltas, en las que se producía la destrucción de los instrumentos de trabajo, y aquellas de las últimas décadas del siglo, que ya son, según su terminología, conscientes. Luego añade que esto muestra «que el elemento espontáneo, en esencia, representa nada menos que la toma de conciencia en forma embrionaria» (p. 374). Esta ya se hallaba presente, hasta cierto punto, en las primitivas huelgas de las décadas anteriores, pero eran sencillamente «la resistencia de los oprimidos, mientras que las huelgas sistemáticas representan ya la lucha de clases en estado embrionario» (p. 374).
No obstante, estas huelgas de los años noventa no pueden calificarse de lucha social demócrata, pues ―afirma Lenin, precisando cuidadosamente sus palabras― «la historia de todos los países muestra que la clase trabajadora, por sus propias fuerzas, es capaz de desarrollar solamente una conciencia sindical... En cambio, la teoría socialista surgió como consecuencia de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por representantes cultos de la clase Propietaria, por los intelectuales» (p. 375).
Surge una idea que se recalcará a lo largo de toda la obra: las masas sociales interesan al Partido como fuerza de choque para implantar el nuevo orden. Son los intelectuales la clave del éxito revolucionario y los que están llamados a crear el caldo de cultivo necesario para hacer posible la revuelta armada de la clase proletaria.
b) Servidumbre ante la espontaneidad. Rabochaya Mysl.
Rabochaya Mysl fue la primera publicación de los «economistas». Su tesis fundamental fue expuesta en los siguientes términos: «La virilidad del movimiento de la clase obrera se debe al hecho de que los mismos trabajadores han decidido, por fin, tomar su destino en sus propias manos, arrebatándoselo a sus líderes» (p. 380). A esta declaración replica Lenin afirmando que equivale a un retroceso a la etapa sindical, pues «todo culto a la espontaneidad del movimiento de la clase obrera... contribuyó a reformar la influencia de la ideología burguesa en los trabajadores. Todos aquellos que hablan de sobrevalorar la importancia de la ideología y exageran el papel de la toma de conciencia... se imaginan que el movimiento obrero puro y simple puede elaborar y elaborará por sí mismo una ideología independiente, con la única condición de que los obreros arrebaten su destino de las manos de sus líderes. Este es un profundo error» (p. 382).
Para dar más peso a su afirmación, cita a Karl Kautsky, dando énfasis al echo de que «el vehículo de la ciencia no es el proletariado, sino la élite intelectual burguesa» (p. 384). De aquí se deduce que la toma de conciencia socialista se introduce en la lucha de clases del proletariado desde fuera y no desde dentro, por propia espontaneidad. Puesto que la clase obrera no puede desarrollar una ideología independiente, la única alternativa que se le ofrece es la ideología de los burgueses o la socialista: no existe un tercer camino (cfr. p. 384). Por eso, «la misión de la social democracia es combatir la espontaneidad, desviar el movimiento de la clase obrera... y traerla bajo la protección de la Social Democracia» (p. 385).
El omitir este deber equivale a «renunciar al socialismo» (p. 385). Pero para conseguirlo hace falta una lucha feroz contra la espontaneidad, pues la disposición natural del movimiento espontáneo es ser dominado por la ideología burguesa (cfr. p. 386).
Es interesante esa oposición a la espontaneidad humana, correspondiente a la que hay entre las doctrinas marxistas y el sentido común de los hombres.
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