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Vida Cotidiana En La Antigua Roma


Enviado por   •  2 de Mayo de 2012  •  1.417 Palabras (6 Páginas)  •  796 Visitas

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Si se trabajaba, la meta era siempre reunir un patrimonio para conquistar el ocio. Muchos filósofos, entre ellos Aristóteles, consideraban que el trabajo asalariado impedía al hombre conquistar la virtud, y por lo tanto tal hombre debía someterse al gobierno de los notables, todos virtuosos y únicos con la capacidad y el derecho a gobernar. Tanto en Roma como en Grecia, el trabajo fue desde siempre considerado como indigno de los hombres libres. El comercio también era despreciado, salvo por Platón que veía en él una necesidad, pero a parte de él, la mayoría consideraba que el comercio debía ser nada más que un medio para ser dueño de las tierras; un comerciante, por más rico que fuese, no era nunca respetado debidamente si no era poseedor de tierras.

Platón mismo señalaba que una ciudad bien gobernada debía mantenerse por el trabajo rural de los esclavos y por el trabajo artesanal de los hombres de poca monta, para sostener a las vidas virtuosas, cuya característica fundamental era el ocio. Quizás lo más equívoco de las tradiciones griega y romana en cuanto a la exaltación de los tipos sociales, es que no se admirase el progreso social del individuo en una vida, como en el caso de los libertos o de los hombres libres pobres que tras años de lucha lograron reunir un patrimonio importante. Es una diferencia de relevancia entre las tradiciones greco-romanas y las tradiciones occidentales modernas, sobretodo en la norteamericana, donde se enfatiza y propaga el ideal del “sueño americano”: el clásico ejemplo de un vendedor de diarios que alcanza fortunas envidiables. Sobre todo si consideramos que no son pocos los casos en la Romanidad en que un nacido esclavo logra liberarse y ser posteriormente filósofo.

Se despreciaba el comercio “atribuyéndole al comerciante todos los vicios imaginables: es un desarraigado, solo actúa por avaricia, lleva dentro el germen de todos los males, engendra el lujo, la molicie, y falsea la naturaleza, porque se dirige hacia mundos lejanos de los que nos separa la barrera natural de los mares y trae de allí productos que la naturaleza no quiso hacer crecer entre nosotros”.

Se afirma que esta idea asociada al desprecio del comercio la podemos encontrar en varias culturas distintas. Por eso, ser rico significaba no tanto tener dinero como ser dueño de tierra, como una forma de rechazar al advenedizo e impulsarlo hacia el agro. Por eso también, un heredero, un individuo rico y terrateniente, no era considerado comerciante por más que se dedicase al comercio, lo importante era no haber comenzado por tal actividad. De la misma manera, eran considerados pobres todos aquellos que no poseían una fortuna personal, un patrimonio, por más que fuesen clientes o músicos o gramáticos. El hombre libre era aquel hombre que poseía el patrimonio suficiente como para no trabajar, es decir, para dedicarse al ocio.

Los cargos públicos eran bien o mal considerados según los cargos y los lugares, sin existir una lógica aparente para su calificación como dignidad o trabajo. Por ejemplo, un gobernador de África, con un salario fastuoso era considerado una dignidad, una función pública, mientras que un gobernador de Egipto, con el mismo salario, según el decir de la gente, no cumplía una función pública. Quizás porque los gobernadores de África eran designados por el antiguo senado mientras que los de Egipto eran reclutados de un cuerpo de funcionarios imperiales.

También existían algunas paradojas en cuanto a la admiración o desprecio de una misma actividad llevada a cabo por personas distintas. Un noble que además era negociante era muy admirado, mientras que un simple hombre libre y comerciante era por lo general, despreciado. Lo mismo ocurría con los oficios, nadie admiraba a un empresario agrícola, pero si el que se dedicaba a tal actividad era un notable, lo elogiaban constantemente. “Haga lo que haga, un notable o un noble no se verá nunca definido por ello; en cambio un pobre es zapatero o jornalero”. Quizás el ejemplo más conocido es el de Marco Aurelio, emperador y filósofo, en cuyo caso su ocupación filosófica era considerada aún con más mérito, porque no tenía la necesidad de ser filósofo.

Por más que se

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