1984 de Orwell, la nueva izquierda y el feminismo radical contemporáneo
Ezequiel PawlukEnsayo26 de Febrero de 2019
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Parcial domiciliario: EDI
Consigna: Establecer relaciones entre el libro (o sus ideas) y la realidad actual (u elementos de esta).
Libro escogido: “1984”- Gerorge Orwell
Relación establecida: Nueva Izquierda, estrategias políticas y feminismo de
En primera instancia, se considera pertinente distinguir entre la izquierda clásica y la nueva izquierda, o al menos caracterizarlas.
Entendiéndose por izquierda clásica, aquella que se apega al marxismo cual cristiano a su biblia, asignándose a si misma la tarea que Marx propone: “los proletarios son entonces la clase social que tiene en sus manos la más importante misión histórica; impulsar una revolución que, al destruir la propiedad privada que fundamenta la división en clases, destruirá las clases sociales como tales y su liberación será la liberación de toda la humanidad.” [1] Si
toda la historia ha sido la historia de la lucha de clases, el marxismo anuncia una última revolución en la historia: la revolución del proletariado, que abrirá las puertas de un paraíso llamado “comunismo”, que se realizará tras un período indeterminado de “dictadura del proletariado”. En efecto, tras la revolución, la clase obrera deberá poner a su disposición el poder político, para acabar con las relaciones de producción existentes, socializando los medios de producción (es decir, aboliendo la propiedad privada). [2]
Para lograr llevar a cabo dicha revolución, está de más aclarar que la violencia será necesaria, tal como sucedió en 1917, en el caso ruso y en 1953 en el cubano.
Sin embargo ¿por qué hablamos de nueva izquierda? Pues, porque el proletario, ya no quiere llevar a cabo revolución alguna, sino cambiar su televisor, adquirir un vehículo, un terreno, llegar a fin de mes o “darse un gusto”. Sin sujeto revolucionario, no hay quien lleve a cabo la revolución. Es por ello qué, cual fénix, de las cenizas pertenecientes a la izquierda clásica (aquellas que supo desparramar el capitalismo al reducir la pobreza mundial, como ningún modelo de producción lo ha sabido hacer [3]) resurgiría una nueva izquierda, con una nueva lucha, antes despreciada por su versión clásica, la lucha cultural.
Gramsci, desde una celda ha sabido encausar la nueva lucha, aunque no fue el primero ni el último, si fue de los más claros cuando da un nuevo salto al advertir que la hegemonía sobre los campesinos del sur, la mantiene la “clase burguesa”, gracias al influyente accionar de sus intelectuales sobre ese sector. El campesinado, está fuertemente dominado en términos culturales y en su “visión del mundo” por la burguesía, y eso es lo que quiere romper Gramsci. En particular, éste menciona al filósofo liberal-conservador Benedetto Croce como uno de los responsables de esta hegemonía burguesa por sobre el campesinado, para ejemplificar de qué forma el accionar intelectual resulta vital: “Benedetto Croce ha cumplido una altísima función «nacional»: ha separado los intelectuales radicales del sur de las masas campesinas, permitiéndoles participar de la cultura nacional y europea, y a través de esta cultura los ha hecho absorber por la burguesía nacional”. [4] Como vemos, acá se produce un cambio de paradigmas: mientras que para el marxismo clásico luchar en el plano cultural, político o jurídico era más o menos como luchar “contra una sombra”, para Gramsci esta lucha era la realmente importante. La idea de “hegemonía” ahora precisará de un accionar cultural que Gramsci llamará “intelectual-moral”: la hegemonía se realiza generando cambios al nivel cultural, y no es una simple alianza económico-política como pregonaba Lenin. La hegemonía para Gramsci se da en un terreno de gran trascendencia: el de los valores, creencias, identidades y, en definitiva, el de la cultura: “Toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas a través de agregados humanos al principio refractarios y sólo atentos a resolver día a día, hora por hora, y para ellos mismos su problema económico y político, sin vínculos de solidaridad con los demás que se encontraban en las mismas condiciones”. [5]
Esta forma de “llevar a cabo la lucha” tambien se puede evidenciar en los actos que ejecuta “el partido”, desde la publicidad (mediante afiches, medios audiovisuales, etc.) “En
cada descansillo, frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que esté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las palabras al pie.” (Orwell: 1949: 1) “En la calle, en línea vertical con aquél, había otro cartel roto por un pico, que flameaba espasmódicamente azotado por el viento, descubriendo y cubriendo alternativamente una sola palabra: INGSOC. A lo lejos, un autogiro pasaba entre los tejados, se quedaba un instante colgado en el aire y luego se lanzaba otra vez en un vuelo curvo. Era de la patrulla de policía encargada de vigilar a la gente a través de los balcones y ventanas.” (Orwell: 1949: 2). En este ultimo ejemplo, se puede apreciar que “el partido” recurría no solo a excesiva publicidad, sino también a la abundante presencia del aparato represivo del estado. Más adelante, O’ Brian, un miembro de la policía del pensamiento y a quien se le podría asignar el papel de antagonista, declara: “—Nosotros, Winston, controlamos la vida en todos sus niveles.” (Orwell: 1949: 155) durante una de las sesiones de tortura que le practica al protagonista. Posteriormente, O’ Brian afirma:” —Te hemos pegado, Winston; te hemos destrozado.” (Orwell: 1949: 157) mientras poseía recluido en una celda al ya maltrecho Winston.
Se han dado ejemplos, de como actuaba el partido, con violencia y continuos “ataques” de información, falsa o con fines propagandísticos, ideológicos y adoctrinantes. Aquellas celdas de tortura se asemejan a los campos gulag de la URSS y de la cuba castrista durante la revolución (En las Américas, para no ser menos, el comunismo cubano dio la nota bajo la frase sentenciada por el dictador Fidel Castro que rezaba: “la revolución no necesita peluqueros” [6]. Fue entonces, cuando el líder ordenó a su obediente fusilador subalterno, el legendario Ernesto Che para que diseñara a partir de 1959 aquello que fue el tristemente célebre campo de concentración para castigo de sodomitas situado en la Península de Guanacahabibes, verdadera antesala torturante de lo que años después el propio castrismo masificó en la isla mediante numerosos campos de castigo bajo el programa de la UMAP). [7]
Podríamos decir, que el lado “violento”, de INGSOC, se asemeja más con aquellas pretensiones de revolución que portaba la izquierda clásica y que, el lado “ideológico”, manipulador se parece a la nueva izquierda, la cual libra una batalla cultural.
¿Pero, realmente se está dando tal batalla cultural? ¿Hay evidencia de ello? Si, la hay.
Para ello se utilizará al feminismo, quien servirá de ejemplo perfecto. Pero aquí surge otro interrogante ¿Qué relación guarda el feminismo con la nueva izquierda? Y para responder a esto será necesario distinguir a que se hace referencia, cuando se menciona al feminismo.
El feminismo se manifestó de diferentes maneras, tambien llamadas “olas”. Los orígenes de lo que podemos llamar la “primera ola” feminista han de encontrarse en los tiempos del Renacimiento (Siglos XV y XVI), como período de transición entre la Edad Media y la Edad
Moderna. Mujeres de gran inteligencia comienzan a reclamar el derecho a recibir educación de manera equitativa a la recibida por los hombres, y empiezan a notar y a hacer notar el papel socialmente relegado que juega la mujer de aquel entonces. Este primer feminismo surgido de las entrañas de las revoluciones liberales luchará, en términos generales, por el acceso a la ciudadanía por parte de la mujer.
Si la primera ola del feminismo puede comprenderse como la preocupación por el lugar que la mujer ocupa en la sociedad iluminada por el marco conceptual del liberalismo, la segunda ola feminista se puede entender como dicha preocupación vista a través de los lentes de la ideología marxista y el socialismo. Pero el verdadero punto de arranque del feminismo marxista lo dará, descartando de raíz el método utópico, no otro que Friedrich Engels quien, una vez muerto su socio intelectual Karl Marx, ahondó desde el materialismo dialéctico marxista la cuestión de la mujer y la familia en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, publicada en 1884. Allí, Engels presenta un trabajo de base antropológica (fundamentado principalmente en los estudios del célebre antropólogo Lewis Morgan) a través del cual va siguiendo un presunto esquema de evolución del hombre y la sociedad, desde el salvajismo hasta la civilización, haciendo foco en los cambios acontecidos en la institución familiar. Su interés final es la demostrar que el matrimonio tal y como lo conocemos, no es otra cosa que una invención en favor del capitalismo. [8] Por lo tanto, es este y no otro el objetivo que acojerá el feminismo de segunda ola. Sin embargo, introduciendo ya la relación entre la nueva izquierda y el feminismo, se precisará presentar otro concepto, esta vez desarrollado por un compatriota: Ernesto Laclau, quien ha generado otro salto importantísimo en la teoria post-marxista, una suerte de reformulación de la “hegemonía” de Gramsci contra el intento desesperado por descubrir nuevos sujetos para la revolución anticapitalista, Laclau y Mouffe (su pareja), ponen el acento en la construcción discursiva de los sujetos. ¿Qué significa esto? Pues que los discursos ideológicos pueden dar origen a nuevos agentes de la revolución El problema en este punto pasa a ser el de cómo explicar la construcción de estas nuevas identidades. Y la respuesta vendrá dada, una vez más, por el concepto de “hegemonía” que es el nombre de un proceso bajo el cual fuerzas sociales diferentes entre sí, se empiezan a articular y a luego terminan modificando cada una su identidad particular. Por ejemplo: un grupo de trabajadores mantiene demandas particulares como la necesidad de un aumento salarial; grupos de mujeres, por otra parte, construyen demandas de protección para el sexo femenino frente a los casos de violencia contra la mujer. Estas demandas, separadamente, carecen de fuerza hegemónica. Pero la izquierda tiene la misión de instituir un discurso que, sobre un terreno de conflicto mayor, articule estas fuerzas en un proceso hegemónico que las haga equivalentes frente a un enemigo común: el capitalismo liberal.
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