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Amor y la idealización femenina

aviotto5 de Junio de 2014

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Enfocada desde diversos ángulos y por numerosos autores, la temática amorosa se encuentra

presente en toda la literatura italiana. Un recorrido por su historia, que abarcará desde los orígenes

de la lengua hasta la finalización de la Edad Media, nos permitirá ubicar histórica y culturalmente el

contexto del presente trabajo. Así, de este vasto período, el análisis se centrará en la última porción

a partir de las primeras manifestaciones de la Escuela Siciliana del siglo XIII, por presentar esta

época un predominio de sus elementos amorosos. En este marco buscamos analizar el tratamiento

del amor y la idealización femenina que subyace en cada uno de los diferentes movimientos

artísticos y culturales y en las diversas escuelas.

Son tres las grandes figuras que la literatura italiana aporta a la cultura medieval europea.

Dos son poetas: Dante, que encierra en su gigantesca obra toda una época que está finalizando, y

Petrarca, que inaugura la sensibilidad poética moderna. Boccaccio, por su parte, culmina uno de los

géneros más apreciados en la Edad Media, la narración breve. Estos tres autores, además de integrar

el repertorio de los grandes pilares de la literatura italiana (y asimismo de la literatura universal), se

destacan por la riqueza y profundidad de sus obras, por la universalidad de sus temas, y la

inmanencia de sus personajes, especialmente aquellos a los que rinden culto y dedican sus versos y

su prosa. Suelen indagar en temas de índole humana, entre los cuales encontramos al amor en todas

sus formas: como amor angelizado en Dante, amor idealizado en Petrarca, y amor sensual en

Boccaccio.

Con esta metodología de carácter expositivo, intentaremos dar forma a nuestro análisis y

organizarlo a partir de la combinación de ejemplos y desarrollo, guiándonos por la línea temporal

antes propuesta.

DESARROLLO:

Habiendo decaído el Imperio Romano de Occidente, la tradición latina fue mantenida viva

por algunos escritores como Cassiodoro, Boecio y Símaco. Las artes liberales prosperaron en

Ravena bajo el reinado de Teodorico el Grande (rey de los ostrogodos) y los reyes se rodearon de

maestros de retórica y de gramática. Algunas escuelas se asentaron en Italia y observaron a eruditos

tales como Magnus Felix Ennodius (un poeta pagano), Arator, Venancio Fortunato, Felix el

Gramático, Pedro de Pisa, Paulino de Aquileia y muchos otros.

Los italianos que estaban interesados en teología migraron hacia París, mientras que

aquellos que permanecieron, estaban atraídos normalmente por el estudio del Derecho Romano.

Esto fomentó la posterior fundación de universidades medievales en Bolonia, Padua, Vicenza,

Nápoles, Salerno, Módena y Parma, las cuales a su vez ayudaron a promover la expansión de la

cultura y prepararon el terreno en el cual la nueva literatura vernácula se desarrollaría. La tradición

clásica no desapareció, y el cariño por el recuerdo de Roma, la preocupación por la política, y una

preferencia de la práctica por encima de la teoría, se combinaron para influenciar el desarrollo de la

literatura italiana.

Al contrario que otros países, Italia no tenía antiguas leyendas, ni poemas épicos o sátiras

sobre las que fundamentar una literatura propia, por ello, los primeros temas de su literatura

procedieron del extranjero: Guido delle Colonne de Mesina, uno de los poetas vernáculos de la

Escuela Siciliana, si bien imitaba a los poetas provenzales y entendía el francés, escribió su libro

Historia destructionis Trojae en latín, convirtiendo así el romance de los trovadores en la temática

de una historia seria. El latín no desapareció en Italia, el uso de la lengua vernácula en la literatura

italiana fue inicialmente escaso y estuvo precedido por dos periodos de literatura italiana en lengua

extranjera, sobre todo en francés. La poesía épica, por su parte, tuvo la incidencia tanto del francés

como del italiano, se trataba de palabras híbridas que presentaban un tratamiento de los sonidos de

acuerdo con las reglas de ambas, con raíz francesa y finales italianos, pronunciándose de acuerdo a

las reglas latinas. Es así como el francés dió paso gradualmente al italiano nativo, y si bien la

hibridación resurgía a veces, ya no volvió a predominar.

El año 1230 marca el inicio de la Escuela Siciliana y con ella, el inicio de una literatura que

presenta rasgos ya más uniformes. Su importancia radica más en el tratamiento del lenguaje que en

su temática, dado que utilizó una lengua poética propia: el Siciliano Ilustre, enriquecido por

elementos italianos y, sobretodo, por las dos lenguas áureas del momento: latín y provenzal. En

cuanto a su temática, la poesía siciliana se diferencia de su equivalente francés principalmente por

el tratamiento que se le da a la mujer, más platónico que erótico, característica que será desarrollada

posteriormente por el Dolce Stil Nuovo a finales del S.XIII en Bolonia y Florencia. El repertorio

tradicional de temas caballerescos se adapta a la fonética local, creándose así nuevos vocablos en

italiano. Estos nuevos vocablos serían adoptados por Dante y sus contemporáneos, y se mantendrían

más tarde en futuros escritores italianos. Entre los principales exponentes de la Escuela Siciliana se

encuentran Pier della Vigna de Capua, Guido y Odo delle Colonne, Jacopo d'Aquino, Ruggieri

Pugliese, Giacomo da Lentini, Arrigo Testa y Stefano Protonotaro, entre otros. Se considera a

Giacomo da Lentini el inventor del soneto, estrofa poética que posteriormente sería perfeccionada

por Dante y Petrarca.

Federico II Hohenstaufen, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, fundó la

Universidad de Nápoles, protegiendo ampliamente a los eruditos, poetas y artistas que llegaban a su

corte desde las distintas regiones; este grupo de artistas cortesanos recibieron el nombre de Poetas

de la Magna Curia. Sin embargo, dada la censura impuesta por este gobernante, la cual implicaba la

imposibilidad de tratar temas políticos en los textos literarios, las poesía del norte de Italia se

dispuso a elaborar nuevas ideas para su repertorio temático: se crea una lírica amorosa propia a

pesar de que los temas y reglas artísticas derivan de la literatura provenzal. Así nació la Canción de

Amor, que predominó en la corte de Federico II y fue una continuación del Amor Cortés

(finnamor): esta es la primera manifestación de poesía de tipo cortés en una lengua italiana y la

primera experiencia poética original italiana. Los trovadores italianos continuaban componiendo en

lengua provenzal, y consideraban que esta era la lengua poética por excelencia, razón por la cual no

creían que su lengua materna fuera la adecuada para una lírica refinada. Dichos personajes, los

trovadores, eran mayoritariamente de la nobleza, a menudo a medio camino entre el guerrero y el

cortesano, y componían canciones de índole amoroso. Existe una diferencia entre trovador y juglar,

pues el primero era un poeta lírico de condición social elevada, que acompañaba sus canciones con

una melodía fija y cuyo texto se fijaba por escrito y no se transmitía con variantes; mientras tanto, el

juglar llevaba una vida ambulante, recitaba con una entonación específica pero no melódica,

memorizaba los textos e incluso improvisaba a partir de determinados motivos temáticos, podía

ayudarse de la mímica y la dramatización: se trataba de una literatura de transmisión oral y carácter

folclórico o popular. Sin embargo, siempre hubo concomitancias entre ambos conceptos. Así, es

posible que los juglares tuvieran entre su repertorio las creaciones de los trovadores.

Más tarde aparece en Italia un tipo de poesía más espontánea, independiente del ambiente

literario y académico de la corte: el Contrasto, es decir, la discusión poética entre dos amantes.

Consistía en un verso en dialecto siciliano de temática popular, aunque no el primero en existir en el

Sur de Italia. Se estima que fue una reconstrucción académica de una perdida rima popular y es lo

más cercano que podemos encontrar a ese tipo de poesía, la cual, o bien pereció, o bien fue

suavizada por la poesía siciliana de la corte. Este tipo de verso se caracteriza principalmente por

poseer cualidades opuestas a las de los poetas de la Escuela Siciliana, y si bien en su estilo se

aprecian influencias cortesanas, probablemente sea por una intención satírica por parte del poéta,

generalmente anónimo. Resulta muy vigorosa en lo que refiere a la expresión de sentimientos, y los

temas que desarrolla son a menudo osados y groseros, lo que demuestra su origen popular.

Volviendo al repertorio temático de la Escuela Siciliana, podemos afirmar que la mujer

constituye el eje central de su poesía; aparece ennoblecida y convertida en una figura ejemplar de la

que no se busca ni su psicología ni su individualidad,

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