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CRECER


Enviado por   •  9 de Junio de 2015  •  Tesis  •  1.637 Palabras (7 Páginas)  •  198 Visitas

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CRECER

Dubet, Francoise y Danilo Martucelli

Con la adolescencia se forma un “si mismo” no escolar, una subjetividad y una vida colectiva independientes de la escuela, que “afectan” a la vida escolar misma. Toda una esfera de la experiencia de los individuos se desarrolla en el colegio, pero sin él.

GRANDES Y PEQUEÑOS

Ningún periodo de la vida esta, como la adolescencia, definido por la influencia de los interrogantes sobre el hecho de “crecer”. Esta preocupación es constantemente reforzada por las actitudes de los adultos.

Los colegiales están presos entre los desajustes constantes de la infancia y la adolescencia, ya no viven en un mundo homogéneo y sin siempre demasiados grandes o demasiados pequeños. La prueba de Gulliver encuadra su universo social. Toda su existencia está sometida a los cambios de las órdenes de crecimiento en función de las situaciones y los interlocutores.

La disparidad de tamaños habla también de las jerarquías subjetivas de madurez.

El grado de madurez juega como un signo de distinción personal en el seno del universo colegial. “Uno está en una edad en la que hay algunos muy maduros y otros no.

En la desorganización general de los “tamaños”, los colegiales son siempre “inadaptados”, juegan en falso y nunca se sienten en el lugar donde deberían estar exactamente. Esta prueba provoca en los más pequeños una nostalgia de la infancia y de la escuela primaria, cuando el mundo era claro e integrado.

El liceo es aprehendido como un mundo de libertades donde “al menos al medio día se puede ir a McDonald”. El control familiar se torna pesado. En todo caso hay que afirmarlo ante los demás para demostrar su “tamaño”.

CHICAS Y MUCHACHOS

La vida en el colegio está dominada por una viva oposición entre los sexos. Chicas y muchachos comparten la clase en dos espacios distintos, no comen juntos y no frecuentan los mismos lugares en el patio. En algunos grupos de investigación, se ubicaron en lugares opuestos de la mesa. Esto no impide las amistades, ni los flirteos, ni los amores, pero se desarrollan sobre un fondo de “guerra” de los sexos y de afirmación exacerbada de los estereotipos. Del punto de vista escolar, las chicas ostentan un comportamiento más conforme a las exigencias de la institución escolar y mayor seriedad. Los alumnos mismos que es denunciado por los muchachos como una injusticia.

“Las chicas crecen más rápido que los muchachos, tanto físicamente como mentalmente”. Los muchachos siguen siendo chicos.

La subjetividad de los colegiales se forma en el seno de múltiples estratos. Los grandes y los pequeños, los muchachos y las chicas, los buenos y los malos alumnos rompen la continuidad de las categorías escolares y de las identidades personales. Pero ninguno de los elementos que forman la experiencia colegial es verdaderamente estable: ni la conformidad con las normas escolares, ni la utilidad percibida de los estudios, ni la identidad personal.

EL ROSTRO Y LOS SENTIMIENTOS

Como la amistad infantil, la amistad adolescente está marcada por el sello de

la confianza. La buena compañera es “aquella a quien se le cuenta todo, todo se le

puede decir y no lo repetirá por ahí”. La amistad adolescente convoca a la

confidencia. Pero la lógica del rostro hace que la expresión sea difícil. Ser amigo de

alguien consistiría entonces en compartir un secreto inexistente, en permitir sin cesar

a otro defenderse y “reventar”. Al fin de cuentas, el verdadero amigo es aquel que

sabe que el otro está, ante todo, definido por su dificultad de aceptarse, por los

límites de su desapego hacia los adultos; el que conoce el carácter tan aleatorio de

su subjetividad. A esta amistad “pasiva” hay que oponer una amistad “activa”, la que

participa del proceso de construcción de la subjetividad gracias a la “crítica”. Al

criticar a un amigo, siempre definido por una muy fuerte vulnerabilidad a la mirada de

los otros, pero dándole al mismo tiempo pruebas de amistad, se constituye una

subjetividad más autónoma porque es capaz de afirmarse frente a los demás.

El adolescente tiene amigos para aprender a resistir el

juicio de los otros. De ahí el carácter conflictivo de la amistad adolescente. El amigo

niega la falsa autenticidad para obligar al otro a individualizarse, lo que explica la

inestabilidad de las amistades colegiales.

La debilidad de la subjetividad adolescente torna particularmente difícil la

expresión del sentimiento amoroso. Por el amor, el adolescente recorre los extremos

No olvidemos que el tema de la amistad, o más ampliamente del compromiso

emocional, ocupa un lugar mayor en los adolescentes del miedo de ser abandonados

o traicionados, un sentimiento que sólo se diluye al fin de la adolescencia.

Sin duda yace en la relación amorosa de los colegiales un deseo de explorar

su propio Yo con la ayuda de un compañero. Aquí el individuo quiere ser amado y

reconocido, pero teme ser abandonado. Esto produce la temporalidad tan particular

de los amores adolescentes. La pena de amor precede al amor,

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