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Capítulo III Las grandes formas y estructuras


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2016  •  Informes  •  3.409 Palabras (14 Páginas)  •  189 Visitas

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ACTIVIDAD FISICA EN LAS DIFERENTES ETAPAS DE LA VIDA La actividad física es todo movimiento del cuerpo que hace trabajar a los músculos y requiere más energía que estar en reposo. Caminar, correr, bailar, nadar, practicar yoga y trabajar en la huerta o el jardín son unos pocos ejemplos de actividad física.

 Capítulo III Las grandes formas y estructuras

La serie de grandes temas que en definitiva caracterizan a las novelas del petróleo en Venezuela se expresan –y sobre todo logran su efecto– a través de formas y estructuras dominantes que aparecen en distintas oportunidades, hasta constituir un cuerpo principal de recursos y procedimientos típicos. A veces están determinados por el enfoque total que la obra hace del problema petrolero, pero en otras ocasiones se trata de técnicas parciales y hasta incidentales; resultando en ambos casos de igual importancia y eficacia en cuanto a construcción de la novela y sus partes se refiere. Son algo así como los instrumentos utilizados para edificar la realidad viva que se ha querido transmitir por la vía novelesca, y los caminos recorridos para llegar al objetivo ideológico –vale decir mensaje central– perseguido. Por consiguiente, la consideración de esas grandes formas y estructuras tiene precisa significación clarificadora en el estudio de las novelas petroleras y su arquitectura general.

A continuación se hará referencia a los principales de esos factores y procesos de creación novelesca en los campos del estilo y la estructura. De modo semejante al caso de los grandes temas, ahora se destacarán los elementos más notables y reiterados, pero sin seguir un orden jerárquico, sino más bien de acuerdo a una distribución que agrupa los relativos a personajes y ambiente, los de mayor carácter estilístico y luego los de más decidida índole estructural.

El personaje

Aun cuando pueda pensarse, con bastante fundamento, que las novelas del petróleo se dirigen esencialmente a la capacitación de un ambiente y a la presentación de una problemática humana, social y política, en ellas los personajes tienden a destacarse como factores de verdadera importancia, sobre todo en cuanto a la propia construcción novelesca se refiere. Esta figuración se produce por diversos cauces, de condición e importancia variables, como se verá de seguidas.

a) El personaje central: El peso abrumador del ambiente y de la serie de problemas y planteamientos vitales que lo integran hace, sin duda, que rara vez recaiga sobre un personaje central la responsabilidad del soporte del hilo argumental. En la generalidad de los casos la función toca a la pintura global de una situación, sus bases históricas y sus derivaciones económicas y espirituales sobre la colectividad. El señor Rasvel, de Miguel Toro Ramírez, ofrece un primer personaje central que da unidad temática y estructural: el aventurero Rasvel. Es más, se trata, en última instancia, de un proceso extenso de creación de un personaje. Sólo que, como ya se ha apuntado, no es el caso de una novela petrolera propiamente dicha, y su capacidad representativa en el tema general que nos ocupa es reducida. En cambio, significación especial como elemento constitutivo posee el doctor Gustavo Echegorri de Mancha de aceite, de César Uribe Piedrahita. No solamente se le da carácter de personaje central, sino que surge como elemento afianzador de la unidad estructural de la obra y hasta como vía clarificadora de su sentido ideológico. Poco se sabe de las características físicas del personaje; se sospecha apenas su pensamiento previo a la llegada a la petrolera, al igual que su impreciso pasado. En verdad interesa su desarrollo dentro de la trama novelesca y en ello concentra su atención el autor. Se ve así el desenvolvimiento de una conducta y de un proceso de reafirmaciones ideológicas que conducen a una acción final, imponiendo una firme continuidad temática y estructural a la novela. Otros casos de personajes centrales de sólida importancia en lo tocante a la construcción de las novelas en que viven, son Tochito de Guachimanes, de Gabriel Bracho Montiel y José Ubert de Casandra, de Ramón Díaz Sánchez. Pero si bien Tochito da cohesión a la trama –hasta el punto de conceder carácter de novela a lo que su autor presenta como “aguafuertes” del petróleo–, José Ubert apenas puede considerarse como un elemento teóricamente unificador, ya que por su condición tan endeble como personaje es sobrepasado por el conjunto de los tipos secundarios. Algo semejante a lo que ocurre con el joven Ubert se advierte en Oficina No 1, si bien allí es más propio hablar no de un personaje central sino de dos: Carmen Rosa y Matías Carvajal, ambos a fin de cuentas desplazados por la sugerida personalidad del conjunto de los presentados como secundarios.

b) El personaje símbolo: La condición simbólica de los personajes novelescos es siempre materia relativa. En un sentido muy extenso toda criatura de ficción adquiere proyecciones de símbolo que abarca a todos sus semejantes o cercanos, considerando que, se lo proponga o no el autor, las identificaciones representativas se producen de manera casi inevitable en el lector que ve en cada individuo literario la expresión de la voluntad de su creador. En cambio, en un sentido muy preciso y específico cada personaje implicaría la categoría de caso, singular en forma absoluta, ya que parece prácticamente imposible que todas sus grandes y pequeñas circunstancias se repitan de un modo exacto. Sólo quedaría entonces, de manera indiscutible, la condición de personaje símbolo para aquellos creados como tales por su autor, y cuya proyección típica es evidente, al menos como reflejo de una intención. A esta última clase de personaje se hará referencia en este caso.

Fuera de los “petroleros”, cuyo número justifica un aparte especial, los personajes de carácter simbólico son más bien reducidos. Sin duda interviene en este hecho la decidida actitud realista de los novelistas, que les lleva más a la captación concreta de un fragmento de vida con sus pobladores precisos que al establecimiento de proyecciones representativas por la vía indirecta –y siempre incierta– del símbolo. De otra parte, estará presente en todo momento la dificultad ya apuntada en cuanto a la clara determinación de los sentidos simbólicos en un personaje. Sin embargo, por ejemplo, parece evidente el carácter de símbolo –enfatizado por el autor– de José Ubert, el entreguista corrompido por las ansias de riquezas, en Mene, de Ramón Díaz Sánchez. Pero frente a este José Ubert “acicalado como un figurín entre los musiúes desmesurados” (p. 27), se levanta la señal de una esperanza en Joseíto, el hijo del vendedor de su pro-III La novela del petróleo Las grandes formas y estructuras

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