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Como es la necesidad de encontrar un rumbo

soledadriverDocumentos de Investigación16 de Junio de 2017

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2003 “la necesidad de encontrar un rumbo”

Tres factores condicionaron al nuevo gobierno de la Alianza. Los peronistas conservaron el control de la mayoría de las provincias y del sanado. El acuerdo entre el radicalismo y el FREPASO (frente país solidario) era altamente inestable y sobre todo el gobierno debía mantener la convertibilidad, en circunstancia cada vez más problemáticas. Un condicionamiento adicional: la escasa capacidad política y de gestión del presidente De la Rúa.

La recesión inicia en el año 1998 se profundizo en los años siguientes. La caída de los precios internacionales de las materias primas afecto al fisco, acentuando su ya larga penuria. Los capitales externos que hasta entonces cubrían el déficit, comenzaron a emigrar, por el temor a que la Argentina entrara en default. Todo esto conformo un círculo vicioso y en cierto modo, una profecía  auto cumplida.

En el frente político, la alianza se rompió por la suma de cuestiones circunstanciales, que un presidente más hábil podría haber manejado. En octubre del 2000 renuncio el vicepresidente Álvarez, y poco a poco, los hombres del FREPASO abandonaron el gobierno. En las legislativa de 2001, una masa de votos en blanco revelo que el descredito afectaba al presidente.

Entonces fracasaron las mesuradas medidas económicas iniciales, con las que se esperaba sostener la convertibilidad a espera del cambio en la coyuntura mundial. De la Rúa había convocado, en marzo de 2001, a Domingo Cavallo, confiando en una solución mágica. Pero las diversa medidas que ensayo “el súper ministro” solo servían para poner en evidencia la fragilidad de la convertibilidad. Para frenar el acelerado retiro de los depósitos bancario en diciembre se estableció “el corralito” (se denominó corralito a la restricción de la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros impuesta por el gobierno radical de Fernando de la Rúa el 3 de diciembre de 2001, y que se prolongó por casi un año). Allí se desato la crisis.

El 20 de diciembre, los piqueteros cortaron calles y rutas y los sindicatos se movilizaron. Hubo saqueos en los grandes conurbanos y en las capitales se manifestaron los ahorristas indignados y los ciudadanos defraudados con una democracia que reprimía duramente. En esos días hubo un total de 39 personas que fueron asesinadas por las fuerzas policiales y de seguridad, entre ellos 9 menores de edad, en el marco de la represión ordenada por el gobierno para contener las manifestaciones tras la instauración del estado de sitio.

El presidente renuncio y comenzó una crisis política breve pero profunda.

Pobreza e indignación: lo que emergía era la nueva y terrible sociedad Argentina, que se gestaba desde lo mediados de los años 70. Medio país rondaba la desocupación, la pobreza y la indigencia.

Nadie había previsto redes de contención para atenuar los efectos del gran cambio de los 90 y el estado brillaba por su ausencia en la provisión de los servicios básicos. Los efectos de la crisis alcanzaron hasta los sectores medio: muchos cayeron en la pobreza y otros emigraron. Con esta situación exploto un descontento que se venía anunciando, con sus prácticas originales y ruidosas: el nuevo activismo sindical, los cortes de ruta por las organizaciones piqueteras, o las acciones barriales que combinaban la solidaridad con el activismo. Las protestas se extendieron por todo el país por un sentimiento en común: la percepción de la injusticia y la convicción de que sus derechos básicos estaban siendo desconocidos por el estado.

La protesta continuo durante el 2002 y buena parte del 2003- “Los cacerolazos argentinos de fines de 2001 formaron parte de un estallido popular que causó, entre otros efectos, la renuncia del presidente Fernando de la Rúa debido a la profundización de la enorme recesión económica existente. Argentina había sido elogiada durante los años 1990 como la mejor alumna del Fondo Monetario Internacional, luego de haber aplicado fielmente durante más de una década las políticas neoliberales del Consenso de Washington. El índice de pobreza alcanzó entre 2001 y 2002 cifras récord del 53%, como así también el de desocupación superior al 20%.”

En Buenos Aires los ciudadanos animaron asambleas barriales y soñaron con el gobierno directo. La experiencia de los clubes de trueque que ilusionaron a otros con una economía más cooperativa. Aquí y allá creció la esperanza de una regeneración, que pensaba por rehacer la vieja política. Pero carecían de propuestas comunes y factibles. Poco a poco, la crisis fue reabsorbiéndose. Inicio el camino el presidente Duhalde, con legitimidad insuficiente y en medio de fuertes remezones. Conto con la silenciosa colaboración de políticos y parlamentarios, que gradualmente fueron restableciendo su crédito. La crisis alcanzó su pico con el  default y la devaluación, pero luego el gobierno pudo empezar a recomponer sus finanzas, en parte por la mejora de los precios internacionales de las materias primas.

El ministro de economía, Roberto Lavagna, manejo las cosas con orden y prudencia, y encauzo la negociación de la deuda externa. Hubo margen de subsidios sociales masivos, que atenuaron un poco los reclamos.

En abril de 2003, a un año del “que se vallan todos”  hubo elecciones generales, con alta participación y una fuerte competencia, y un nuevo presidente fue electo: Néstor Kirchner. Al mandatario le quedaba la tarea de terminar de dominar la crisis y sobre todo, de responder a las nuevas demandas de la sociedad: la equidad social, la recuperación de la acción estatal y sobre todo, la regeneración política.

La crisis de 2001 el peor final para la alianza

El triunfo electoral de Fernando de la Rúa y Carlos Cacho Álvarez había partido de un acuerdo  entre la U.C.R (unión cívica radical) y el FREPASO: la alianza por el trabajo y la justicia y la educación, o simplemente alianza. Pese a lograr una victoria sólida en las urnas, esta coalición enfrento complicaciones políticas derivadas de su propia conformación y de los resultados de 1999.

El PJ mantuvo el predominio en el sanado y dos de los distritos más importantes: las provincias de Buenos Aires y Córdoba. Esta situación condiciono al nuevo gobierno, ya que lo obligo a negociar constantemente. Por eso, el gobierno nacional tuvo la necesidad de conciliar sus intereses con aquellos que sostenían los gobernantes justicialistas de la mayoría de las provincias.

Por otra parte, a poco de iniciar su mandato, De la Rúa se encontró con una perspectiva económica muy difícil. La situación interna estaba marcada por un contexto de recesión acompañada por altas tasas de desocupación. En cuanto a la situación de la región, la devaluación de la moneda brasileña denominada la crisis del real, mostro la debilidad de las economías emergentes.

Durante la campaña de 1999, la alianza había concretado sus propuestas en la lucha contra la corrupción y a favor de la transparencia.

La realidad que se mostraba a poco de iniciado el gobierno daba cuenta de que aquellos planteos no serían suficientes. Al mismo tiempo comenzaron a aparecer las primeras señales de contradicción dentro del propio gobierno, producto del acuerdo entre el radicalismo y el FREPASO. Era una coyuntura en el cual el único punto sobre el que no se discutía era sobre la necesidad de continuar con el esquema de convertibilidad que había impuesto el ministro Domingo Cavallo en 1991.

En este contexto, el gobierno no intento hacer frente a los problemas con serie de medidas fiscales y monetarias que, a causa de su débil instrumentalización, empeoraron la situación. La dificultad por imponer las políticas de ajuste en el gasto público, redujo la imagen positiva del gobierno. La popularidad inicial de De la Rúa comenzó a descender de forma alarmante a partir de que la ciudadanía comenzó a percibir una línea de continuidad.  

Propuestas y caos

Como respuesta a la crisis, el 13 de diciembre la CGT realizo un paro general. La medida, implementada por séptima vez contra el gobierno de Alianza, conto con el apoyo de las capas medias afectadas por el corralito y fue aprovechada por los movimientos más radicalizados para profundizar sus críticas al gobierno. El PJ, por su lado, intentaba capitalizar el descontento y mostrarse como una reserva de gobernabilidad frente a las hipótesis de abandono del poder.

Un día antes, en la ciudad de Buenos Aires, había comenzado, una forma particular de protesta: los cacerolazos. En la tarde del 12 de diciembre, convocada por la cámara de actividades mercantiles y empresarias (CAME), la propuesta se encamino hacia la plaza de mayo. Lo que comenzó durante el día se convirtió, con el correr de las horas, en una protesta masiva. Las manifestaciones espontaneas se mezclaron con otras organizadas. Esa tarde miembros del movimiento teresa Rodríguez intentaron tomar las instalaciones del ministerio del desarrollo social. A la noche, diferentes comercios incluidos algunos cines y teatros, apagaron sus vidrieras y marquesinas. Lamentablemente, en los barrios, se reunieron vecinos que golpeaban cacerolas para protestar por la marcha de la economía y la incapacidad del gobierno.

Sin ropa durante las protestas del 12 de diciembre, unos quince militantes del partido humanista se pasearon desnudos, cubiertos con cajas de cartón. Algunas, inclusive, se animaron al topless. Su lema era rotundo: “estamos en pelotas”

La semana que siguió al paro general y al inicio de de los saqueos estuvo marcada por el mismo clima de critica al gobierno y movilización popular. Para mitigar por parte las consecuencias de las manifestaciones, los gobiernos provinciales dispusieron dos medidas. Por un lado, reforzar la custodia policial en los supermercados, y, por otro repartir bolsas de comida. Pero más allá de estos intentos, la crisis se manifestaba cada vez más hasta alcanza su punto de mayor complejidad el 19 y 20 de diciembre. El 19 comenzó con saqueos en plena ciudad de Buenos Aires.

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